Escenarios apocalípticos

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Los escenarios apocalípticos (o escenarios postapocalípticos) son aquellos escenarios de ciencia ficción en los que la sociedad ha sucumbido a alguna forma de destrucción.

Sin duda, para un autor es atractiva la idea de un desastre a escala planetaria que diezme la población y obligue a replantearse los términos de la supervivencia como individuos y como especie. En estas condiciones, convenciones sociales o preceptos morales deben ser abandonados en aras de algo más primario como el simple hecho de seguir viviendo.

Sin embargo, muchas veces esta oportunidad de explorar la pretendida objetividad e universalidad de nuestros valores es desaprovechada en favor de una historia trepidante en la que el protagonista suele tener que luchar arduamente por su vida en un mundo que se ha vuelto repentinamente salvaje. Aún así, esta reacción primaria no deja de contener cierta enseñanza.

Apocalipsis nuclear:

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Los apocalipsis nucleares son una de las formas más habituales de escenario apocalíptico durante la guerra fría. Durante esta época el temor a que alguno de los dos bandos (EE.UU. o la U.R.S.S.) se le soltara el dedo y pulsara el botón fue hábilmente explotado por Hollywood con grandes películas como ¿Teléfono rojo? volamos hacia Moscú (1964) o Juegos de guerra (1983). Sin embargo, ¿Qué ocurre después de que el botón haya sido pulsado?

La idea más extendida en la literatura y el cine de las consecuencias de una hipotética guerra nuclear queda bien ilustrada en la frase de Albert Einstein "No conozco con qué armas se librara la Tercera Guerra Mundial, pero la cuarta se librara con palos y piedras." Así, la mayoría de escritores y directores imaginaron mundos arrasados en los que los protagonistas luchaban por sobrevivir entre las ruinas de nuestras ciudades.

Esta posibilidad es el escenario de Mad Max (1979), Un chico y su perro (1969) o El planeta de los simios (1968). En estas películas el mundo tal y como lo conocemos ha desaparecido. La sociedad no existe y los supervivientes tratan de vivir entre las ruinas. Estas historias suelen tener en común que se postula la desaparición de la civilización, si bien con interesantes diferencias de una a otra.

En Mad Max, sobre todo en su primera entrega, la civilización no ha desaparecido completamente. Existen ciudades más o menos similares a las que hoy en día conocemos y donde se ha conseguido mantener cierto orden. Pero fuera de estos núcleos urbanos se extienden bastos desiertos en los que escasean los recursos, sobre todo el agua y la gasolina, y desarrapados supervivientes reúnen los pedazos útiles de las antiguas máquinas tratando de seguir adelante.

En El planeta de los simios la lesión sufrida por la civilización ha sido mucho más profunda; de hecho, los humanos han involucionado hasta la época de las cavernas, apenas poseen lenguaje y por supuesto no tienen tecnología.

Aunque el temor a la desaparición de la civilización tal y como la conocemos es casi una constante en las obras de este tiempo, no todas tienen el mismo enfoque pesimista.

Un claro ejemplo de esto último es Cántico por Leibowitz (tanto el relato de 1955 como la novela de 1960). En esta historia de Walter M. Miller la civilización también ha sucumbido; justamente, a manos de los irritados supervivientes que han encontrado en la ciencia el origen del desastre. Sin embargo, el autor relatará la recuperación progresiva de la civilización y del saber, que ha sido preservado en los monasterios.

Tampoco faltó incluso quien pensaba que el ser humano seguiría adelante sin mayores problemas tras una Tercera Guerra Mundial que casi todos daban por segura. Menciones a esta guera se hacen en Brigadas del espacio (1959), de Robert A. Heinlein, o en ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? (1968) de Philip K. Dick, novelas que muestran la supervivencia del ser humano (y de su civilización) a pesar del desastre.

En España podemos encontrar un emotivo relato acerca de la tozudez y la esperanza, La cosecha (1987), de Javier Cuevas, en el que un agricultor se resiste a dejarse morir de tristeza en medio del invierno nuclear.

Apocalipsis biológico:

Artículo principal: Apocalipsis biológico

A veces los escenarios apocalípticos lo son sólo para el ser humano o un reducido grupo de especies. Uno de estos casos son los apocalipsis biológicos. En estos escenarios la raza humana sucumbe a una enfermedad que la diezma sin afectar al resto de las especies ni a las estructuras o edificios que componen sus ciudades. Ejemplos claros pueden ser 12 monos (1995) o 28 días después (2002).

Aunque no se trata de una plaga vírica ni de ningún tipo de enfermedad, en Final Fantasy (2001) la Tierra ha sido arrasada por unas extrañas formas incorpóreas que acaban con todos los seres vivos y la humanidad vive encerrada en colonias impermeables a estos seres. Fuera de estas colonias el mundo es un desierto sin vida. Curiosamente, la amenaza ha llegado del espacio exterior a bordo de un asteroide, un magnífico vehículo de destrucción para algunos guionistas.

En El día de los trífidos (1951) se nos muestra algo diferente, en principio más aparatoso pero bastante sugestivo. La irresponsable manipulación genética de cierto tipo de planta con el posible fin de conseguir un aceite de calidad ha dado como resultado una híbrido que se reproduce con rapidez y es extremadamente peligroso, una especie de planta carnívora, gregaria y dotada de cierta inteligencia. Es de suponer que una especie de tales características fuera nociva no sólo para el ser humano, sino también para muchos otros tipos de animales.

12 monos o 28 días después, películas bastante modernas, se muestran mucho más preocupadas por el desarrollo de armas biológicas y de virus letales, estos sí, sólo dañinos para el ser humano. Lo que dejaría, irónicamente, a un planeta que, libre de nuestro peso, quizás se recuperase algo de los daños ecológicos que lo acechan.

Apocalipsis ecológico:

Artículo principal: Apocalipsis ecológico

Los apocalipsis ecológicos son otra rama completa dento de los escenarios apocalíticos. En estos casos la Tierra sucumbe por algún tipo de desastre climático o ambiental (sequías, situaciones climáticas extremas, inundaciones...). Por ejemplo, en El mundo sumergido (1962) de J.G. Ballard un incremento de actividad solar derrite los casquetes polares. Como consecuencia de esto, el nivel de las aguas asciende, los helechos, los insectos y las iguanas conquistan las ciudades abandonadas y la humanidad debe migrar hacia los polos.

Un ejemplo similar al anterior pero mucho más extremo es la película Waterworld (1995), en el que toda la superficie del planeta está cubierta de agua y la tierra firme es una leyenda.

Pero no sólo las aguas pueden barrernos debido al calentamiento global. En el extremo opuesto se encuentra El día después de mañana (2004). En esta película, curiosamente, ciertas hipotéticas investigaciones indican que el calentamiento global del planeta podría desencadenar un repentino y catastrófico cambio climático de la Tierra, trayendo una nueva e instantánea era glaciar.

También se puede considerar un desastre ecológico el escenario planteado en El día en que la Tierra se incendió (1961), aunque el origen del desastre esté en la bomba atómica. Debido a las pruebas atómicas de los gobiernos que se adentraban en la Guerra Fría, el eje de la Tierra sufre una variación y el clima varía, generando multitud de desastres naturales.

Por supuesto, no todos los desastres son atribuibles al hombre. En Invernáculo (1962) de Brian W. Aldiss la Tierra, debido al fenómeno de marea del Sol, ha detenido su rotación (mejor dicho: la ha sincronizado con el periodo de traslación), de forma que el Sol mantiene una posición fija en el cielo. Esto ha dado lugar a un crecimiento exagerado de las plantas, que son quienes dominan el planeta.

La nueva versión de Ultimatum a la Tierra (2008) escoge también la admonición ecológica en vez de la prevención atómica. Así, los extraterrestres que nos vigilan deciden acabar con los humanos por estar dilapidando los recursos naturales del planeta. Curiosamente, la solución final de Klaatu acaba está diseñada para acabar con todo rastro de vida sin discriminar a humanos a dulces animales.

Apocalipsis por rebelión de las máquinas:

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Años después de la guerra fría, con la energía atómica socialmente asumida por el hombre moderno y tranquilizados por el progresivo desarme de los bloques litigantes en la guerra fría, la llamada perestroika de la URSS, los miedos a la hecatombe nuclear se mitigaron, y prácticamente desaparecieron tras el colapso del bloque comunista. Ya no existía el escenario propicio para una guerra termonuclear a gran escala, todo lo más para un atentado terrorista con este tipo de arma.

En este ambiente tranquilizado, y de cara a una tercera guerra mundial, ya no tenía tanta importancia con qué tipo de armas se luchara, sino quién iba a ser el enemigo ahora que el comunismo ya no representaba peligro alguno. Así, la inteligencia artificial tomó el relevo de los misiles.

Es posible que no sea casual que esta nueva forma de apocalipsis surgiera con fuerza en una época en que la informática comenzaba a invadir nuestra vida cotidiana. Enfrentados de pronto a máquinas que parecían pensar y que, por aquel entonces, eran de complicado y poco intuitivo funcionamiento, muchos se sintieron desorientados. El miedo a esta nueva tecnología resultaría ser el siguiente paso.

Ya en 1967, Harlan Ellison cosechó un arrollador éxito con su novela No tengo boca y debo gritar. Tan sólo un año después era Stanley Kubrick quién oponía la inteligencia artificial a la humana en su película 2001.

Por tanto, cuando apareció en 1984 Terminator, de James Cameron, esta no era la primera en mostrar a la máquina como un peligro, pero sí se le puede atribuir el resurgimiento del género basado en la lucha contra las máquinas. No debe ser simple casualidad que Ellison fuera guionista también de esta película. Terminator 2 (1991) supuso la consolidación de esta temática, que a partir de este momento tendría presencia permanente, sobre todo entre los medios audivisuales.

Porque si bien es cierto que la antigua serie de televisión Galáctica, estrella de combate (1978) ya mostraba a una humanidad acorralada por despiadados robots humanoides, su nueva adaptación ha tenido mucho más éxito, con tres temporadas desde 2001.

Y es que recientemente se ha retomado este motivo con fuerza, como muestra la saga de Matrix: Matrix (1999), Matrix Revolutions (2003), Matrix Reloaded (2003); la continuación de la lucha contra Skynet Terminator 3 (2003) y la adapatación "libre" de Yo, robot (2004).

Apocalipsis por guerra con extraterrestres:

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Apocalipsis por desastres cósmicos:

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Escenarios y contextos
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