Ingeniería genética
La ingeniería genética es el conjunto de técnicas que pretenden obtener seres vivos de unas determinadas características modificando su ADN.
Se trata de una técnica de gran interés por el inmenso potencial de sus aplicaciones (eliminación de enfermedades hereditarias; creación de animales biocompatibles o de plantas o plantas capaces de producir proteínas u otras moléculas necesarias, o que no produzcan otras dañinas o, incluso, que produzcan medicamentos; creación de plantas que permitar eliminar contaminantes del suelo; programación de virus para curar enfermedades genéticas en individuos adultos...). Por todo ello, son un tema frecuente en obras de ciencia ficción.
En principio, la ingeniería genética implicaría la modificación de parte del ADN de un ser existente para proporcionarle las características deseadas, por lo que no englobaría la clonación (duplicación exacta de las características genéticas de un individuo ya existente). Sin embargo, ambos términos son compatibles y complementarios: tras el diseño o modificación mediante ingeniería genética, vendría la "fabricación" en serie mediante clonación.
Ingeniería genética en la ciencia ficción:
Son muchas las novelas que tratan acerca de ingeniería genética. La manipulación o mejora de alguna característica de animales o humanos mediante la aplicación de técnicas médicas se puede considerar uno de los temas primordiales dentro de la ciencia ficción, y así lo atestiguan dos obras muy tempranas y relevantes, anteriores al descubrimiento de la estructura de la molécula de ADN en 1953.
En La isla del doctor Moreau (1896), de H.G. Wells, se menciona la la hibridación de especies como una de estas técnicas médicas, lo que, en cierto modo podría asumirse como ingeniería genética. De escribirse hoy, sin duda ésta sería la técnica adoptada. Y de hecho, así ha sido en su adaptación al cine de 1996 por John Frankenheimer.
Un mundo feliz (1932), de Aldous Huxley, es también anterior a 1953, por lo que las técnicas utilizadas para crear seres humanos de diferentes niveles no son, tampoco, ingeniería genética. Pero, al igual que ocurre con la novela de Wells, lo que la novela pretende plantear es algo que hoy se haría mediante ingeniería genética.
En ambas obras la manipulación de embriones es observada con preocupación. En la novela de Wells el objetivo es la creación de nuevos seres inteligentes y en la de Huxley se trata de la consecución de la uniformidad del individuo.
Sin embargo, pese a su brillantez y anticipación, estas dos novelas no entran a cuestionar dilemas morales mucho más actuales, ahora que la manipulación genética es una realidad.
En caída libre (1988), novela de Lois McMaster Bujold, encontramos una manipulación orientada a fines comerciales. Una gran corporación ha creado a los cuadrumanos, personas con otro par de brazos en lugar de piernas, adaptados a los trabajos en microgravedad. El dilema reside en que, al ser creados "in vitro", no se les considera seres humanos, sino mercancía fabricada. Bujold se adentra así en uno de los temas más debatidos de los relacionados con esta técnica.
Otras veces, la manipulación genética no es más que el instrumento dentro de la obra, como ocurre con Parque Jurásico (1990), donde Michael Crichton combina hábilmente diversos temas de moda, como las matemáticas del caos, los dinosaurios y la propia ingeniería genética, para así crear un best-seller trepidante y no del todo acientífico.
La adaptación al espacio también es el motivo de los seres imaginados por Juan Miguel Aguilera en El bosque de hielo (1996), y también imagina para-humanos modificados para resistir incluso el frío y la ausencia de presión del vacío. Sin embargo, en su novela, al igual que en muchas otras, la manipulación genética no es más que un elemento del contexto.
El cine y la televisión han mostrado una cierta tendencia a utilizar este tema de forma muy colorista. Abundan los ejemplos de manipulaciones del ADN humano que dan como resultado protagonistas semejantes a superhéroes, como las sugerentes féminas de El quinto elemento (1997), Dark Angel (2000). E igualmente hay que reconocer que este medio también ha proporcionado grandes obras que han acercado al público las dudas y peligros asociados a esta técnica.
Blade Runner (1982), emulaba las premisas de Frankenstein (1818), recordándonos la necesidad de responsabilidad cuando las criaturas piden cuentas a su creador. La ingeniería genética podía crear seres iguales a los humanos en todo, cuestión imitada y desarrollada con maestría en Galáctica (2003). Pudiendo ser fabricados iguales o mejores incluso, ¿dónde reside entonces la diferencia con los meros humanos?
Pero sin adentrarse en terrenos que pueden considerarse casi metafísicos, Gattaca (1997) plantea el problema de forma brillante, exponiendo sus ventajas e inconvenientes pero sin llegar a emitir un juicio claro. La mejora genética puede eliminar enfermedades y defectos, alargar la vida, erradicar incluso enfermedades mentales con base genética... Su implantación también puede crear nuevas diferencias sociales basadas en los genes, una especie de racismo (genoismo) que limitará al individuo desde su nacimiento.
La ciencia ficción ha explorado todas estas posibilidades como ninguna otra disciplina lo ha hecho. En cierta medida, se ha adelantado a filósofos y divulgadores, previendo y anticipando ventajas e inconvenientes y haciendo conscientes de los mismos a una población que acepta esta disciplina como una realidad aún antes de haber sido plenamente desarrollada.