Premios de ciencia ficción

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Los premios de ciencia ficción, suelen tener unos orígenes similares. Un grupo de aficionados, generalmente creadores también de una Asociación, organizan el premio para difundir el conocimiento de la literatura de ciencia ficción dentro de sus propios países o zonas de influencia.

Suele comenzarse galardonando en una única categoría, por lo general la de mejor novela o relato corto publicados. Si el premio prospera, se extiende a otras categorías, a veces internacionales, como la de novela extranjera; o dentro de otros formatos artísticos, como premios a mejor guión de cine o mejor película.

Otros tipo de premios se organizan en torno a certámenes literarios, donde autores presentan trabajos inéditos de forma anónima y el jurado elige entre ellos las obras que son merecedoras de la mención.

Dada la proximidad de géneros a menudo se produce una confusión entre los premios de ciencia ficción y los de fantasía, e incluso los de terror. No es raro que una misma novela obtenga premios como el Nebula, netamente de ciencia ficción, y el premio Mundial de Fantasía. Algunos premios tienen incluso categorías diferenciadas para un género y otro, como el Locus que diferencia entre novela de ciencia ficción, novela de fantasía o novela de terror.

Los sistemas de votación suelen ser de dos tipos: votación de un jurado o votación directa de los aficionados, a menudo cerrada a los miembros de alguna asociación de ciencia ficción a los asistentes a una convención de ciencia ficción.

Los grandes premios del género se otorgan al menos en tres categorías: novela, novela corta y relato. Además puede haber otras categorías, más variables: diseño gráfico, cine, televisión, etc. La especificidad de los premios suele ir en aumento y existen premios temáticos como los correspondientes a obras de ucronía, distopías...

Literatura. Primeros premios:

El pionero de los premios de ciencia ficción fue el Premio Hugo, instaurado en 1953 por la World Science Fiction Society, asociación no empresarial fundada años antes y que entre otras actividades venía promoviendo las Woldcon desde 1939.

El premio empezó premiando únicamente en la categoría de novela. En 1955 ya premiaba relato y en 1968, novela corta. También fue uno de los primeros en premiar obras cinematográficas de ciencia ficción, desde 1958.

Recibe su nombre en honor de Hugo Gernsback, pionero en la publicación de ciencia ficción, con su revista Amazing Stories.

Se trataba de un premio destinado a promover el interés por la ciencia ficción en todo el mundo, como uno de los objetivos fundamentales de la Asociación. Actualmente premia indistintamente obras de ciencia ficción o de fantasía.

El ejemplo de la WSFS tardó un tiempo en ser imitado y resulta significativo que quienes lo hicieran fueran otro grupo de escritores de ciencia ficción norteamericanos, la Asociación Americana de Escritores de Ciencia Ficción (la SFWA), en 1966, trece años después. Se distinguía de la WSFS, principalmente, en que sus miembros eran escritores anglosajones en su mayoría, con el requisito indispensable de tener obras publicadas en Estados Unidos. Se trataba, por lo tanto, de un premio de carácter nacional, no internacional; pero en la práctica, los obras premiadas solían coincidir.

El Premio Nebula comenzó con cuatro categorías: mejor novela, novela corta, historia larga e historia corta. Originalmente las obras distinguidas solían ser de ciencia ficción pura. En la actualidad es corriente que obras de fantasía se hagan con el premio en igualdad de condiciones que las de ciencia ficción y, de hecho, la asociación se denomina ahora Asociación Americana de Escritores de Ciencia Ficción y Fantasía

Los británicos crearon su propio premio poco después, el Premio Británico de Ciencia Ficción (1969), lo que supondría la diversificación definitiva de los premios por nacionalidades. Casi al mismo tiempo aparecieron el Premio Ditmar de Australia (1969) y el Premio Seiun de Japón (1970).

La Europa no angloparlante tardaría aún mucho tiempo en crear sus propios premios, debido a que el volumen de literatura de este género que producían era significativamente inferior a la de los angloparlantes. Antes que crear sus propias obras, los editores preferían traducir las ya exitosas americanas e inglesas. Aún así, diferentes asociaciones de amantes de este género se fueron reuniendo y creando sus propios premios, como el Premio Kurd Lasswitz en Alemania (1980). En España, aún más tarde que el resto, la Asociación Española de Fantasía y Ciencia Ficción y el Premio Ignotus no se crearían hasta 1991. Antes de eso, los premios eran organizados por instituciones privadas o por aficionados.

Premios retrospectivos:

No contar con un primer premio de ciencia ficción hasta pasada la mitad de siglo produce un agravio comparativo a las obras de ciencia ficción anteriores, pioneras del género. Toda la edad de oro, por ejemplo, queda sin galardones oficiales, y escritores tan decisivos como H.G. Wells u obras como Un mundo feliz (1932) o 1984 (1949) quedaban desnudas de estas etiquetas.

Esto, por supuesto, no es necesariamente negativo. Parte de la grandeza de esas obras reside en haber perdurado en la preferencia de los lectores y entendidos sin la publicidad adicional que les podía proporcionar el premio. Por eso mismo, hoy en día los premios son importantes, porque permiten realizar alguna criba entre la marea de publicaciones existente, algo con lo que no tuvieron que luchar Wells, Orwell o Huxley, pioneros en su tiempo. El premio responde a una estrategia de marqueting, lo que hace, desafortunadamente, que muchas veces los votos resulten ser interesados.

Aún así, los amantes de la ciencia ficción no han podido resistirse en varias ocasiones a reseñar una obra pasada, la mayoría de las veces no con motivos editoriales, sino meramente románticos.

La antología de relatos seleccionada por Robert Silverberg en 1970, titulada Salón de la Fama de la ciencia ficción, fue la forma que tuvo la Asociación Americana (SFWA) de recuperar en cierto modo el tiempo perdido frente a los Hugo. Se trata de una colección de relatos anteriores a la primera edición del Nebula, donde tan solo uno Flores para Algernon (1959), coincide con un premio Hugo.

De manera similar, la revista Locus Magazine convocó a sus lectores ha hacer una serie de selecciones similares, las llamadas Encuesta Locus la primera de ellas en 1973, donde eligieron, a su juicio, las mejores obras y autores de todos los tiempos. Siendo Locus americana, las obras eran igualmente las publicadas en aquel país. Pero gracias a su falta de limitaciones, en estas listas aparecían grandes novelas universales nunca antes reseñadas.

Otros premios retrospectivos aparecidos años después son el Prometheus Hall of Fame (1983) y el Premio Retro Hugo (1996).

Cine:

En 1932, El hombre y el monstruo, adaptación de la novela de Robert Louis Stevenson, El extraño caso del doctor Jekyll y mister Hyde, obtuvo un Oscar al actor protagonista y dos nominaciones, una a mejor fotografía y otra, muy significativa, a mejor guión adaptado. Puede aducirse, sin embargo, que la película caía más cerca del terror que de la ciencia ficción. En 1951, Destino, la Luna, de Irving Pichel (1950), con un guión original de Robert A. Heinlein incuestionablemente situado en los límites de la ciencia ficción dura, alcanzaba el preciado galardón gracias a sus efectos visuales.

Pero fue el premio Hugo quien volvió a ser pionero en la instauración de un galardón específico para una obra dramática de ciencia ficción, con la creación de esta categoría en 1958. Fue una iniciativa temprana que de nuevo fue imitada tardíamente por el Nebula, en 1974.

Otros premios internacionales captaron con mayor rapidez la idea. Así el Premio Seiun de Japón recoge esta categoría desde su creación en 1970.

Hasta 1973 no se creó en Estados Unidos una Academia de Cine de Ciencia Ficción, Fantasía y Terror, que instauraron los premios Saturn a imitación de los Oscar. A pesar de ello, siguen existiendo muy pocos premios específicos de ciencia ficción destinados a remarcar la calidad de productos de cine o televisión. Esta ausencia de asociaciones o academias dedicadas específicamente a la promoción del cine de ciencia ficción ha propiciado que los premios literarios se encarguen de subsanar la falta, creando categorías específicas como las mencionadas, como el premio Hugo a mejor representación dramática, o el premio Nebula a mejor guión. En España, por ejemplo, el premio Ignotus cuenta con una categoría denominada "audiovisual".

En cierta medida, la ausencia de premios cinematográficos es suplida con la abundante creación de Festivales de Cine Fantástico, como Cannes, Avoriaz o Sitges. Aunque tienden a centrarse más en el género del horror y la fantasía, algunas veces se han dejado seducir por películas de ciencia ficción presentadas a concurso.

Cómic:

En la actualidad existen muy pocos casos concretos de premios exclusivamente dedicados a distinguir obras de ciencia ficción en formato de cómic. Y aquí, por una vez, hay que señalar de forma positiva a los españoles. La Asociación de Escritores de Fantasía Ciencia Ficción y Terror ha creado una categoría específica en los Ignotus. Desde 2003 eligen a la mejor obra de ciencia ficción dentro del tebeo español.

No obstante, los verdaderos pioneros fueron los japoneses (pioneros no imitados en occidente), que crearon la categoría de manga dentro del premio Seiun ya en el lejano año 1978.

Por supuesto, existen multitud de premios generalistas, como los premios Eisner o los premios Harvey, dirigidos a ensalzar la calidad en muy diferentes categorías (mejor serie, mejor guionista, mejor rotulista....); pero, descontando el muy americano (y cuestionable) género de superhéroes, estos premios rara vez han señalado como ganadoras a verdaderas obras de ciencia ficción, quizás porque en Norteamérica este género no ha cuajado fácilmente entre el público o la editoriales.

Distinciones a los autores:

Tras quedar firmemente establecidos los premios destinados a encumbrar las obras, no pasó mucho tiempo antes de que diversas asociaciones decidieran también homenajear a sus escritores favoritos, distinciones que fueron haciéndose extensibles a editores, artistas, productores, directores, guionistas y todas aquellas personalidades que habían aportado algo a la ciencia ficción.

El pioneros esta vez fueron los miembros de la Asociación de Ciencia Ficción de Nueva Inglaterra, que instauraron en 1966 el Premio Skylark, en honor del escritor E.E. Smith, muerto el año anterior, una persona muy estimada entre sus colegas y amigos.

Volvería a suceder algo similar en 1973, cuando la WSFS creara el Premio John W. Campbell en homenaje de John W. Campbell, muerto en 1971. El premio trataba de reconocer la labor de escritores noveles, prosiguiendo en cierta forma con el trabajo de Campbell como descubridor y editor de nuevos talentos. Irónicamente, la lista de nuevos talentos que debería ser este premio está plagada de insignes desconocidos aún muchos años después de su deslumbrante debut.

Todo lo contrario que lo que sucede con el Gran Maestro, el que es considerado el mayor galardón alcanzable por un escritor en este género. Creado en 1974 por la SFWA, se trata de una lista extremadamente selecta de autores considerados "maestros" del género, en al que sin embargo faltan nombres como los de Philip K. Dick o Stanislaw Lem.

En 1996 se creó otro galardón más plural y multitudinario que pretende competir en prestigio con el título de Gran Maestro. Se trata de la inclusión en el Salón de la Fama de la ciencia ficción, creado por la Sociedad de Ciencia Ficción y Fantasía de Kansas, que premia a cuatro personalidades cada año, dos de ellos de forma póstuma y escogiendo entre las diversas profesiones relacionadas con al ciencia ficción, desde escritores y editores hasta directores o artistas de portadas.

En España existe el premio Gabriel, una modalidad del premio Ignotus, abierto a profesionales de muy diversa índole que han ejercido una importante labor en favor de la ciencia ficción en nuestro país.

Título del enlace== Españoles: ==

El panorama español ha reproducido, aunque de forma notablemente tardía, la estructura de premios existente en otros países.

Por ejemplo, el Premio Gigamesh, creado en 1984 y concedido hasta el año 2000, es el emulador de otros premios americanos dirigidos desde revistas, como Locus. Fue uno de los más importantes premios españoles, el único cuando todavía no se había si quiera creado una asociación española.

Desde otras instituciones también se promovieron este tipo de galardones, normalmente a través de certámenes y premiando, por lo tanto, obras inéditas. Por ejemplo, el Premio Alberto Magno (1989), promovido desde la Universidad del País Vasco (UPV) o el Premio UPC (1991), similar galardón promovido por la Universidad Politécnica de Cataluña (UPC). Ambos, hoy en día, son dos premios importantes en España, siendo el UPC uno de los más internacionales que tenemos.

Ese mismo año 1991 por fin se crearía la Asociación Española de Fantasía y Ciencia Ficción, cuyo primer acto oficial fue la entrega del premio oficial de la asociación, el Premio Ignotus (1991). Sería en la categoría de relato, pues la categoría de novela no se crearía hasta 1994, pero por fin existía el premio oficial español. Al año siguiente, la AEFCF promovería también la creación del Premio Domingo Santos (1992), un concurso de relatos destinado a descubrir nuevos escritores.

También es necesario señalar otras iniciativas particulares, como el Premio Pablo Rido, creado en 1992 por la Tertulia Madrileña y que ha sido hasta su desaparición, en 2008, uno de los certámenes literarios más importantes dentro del género en España. Existen otros muchos, como los premios Andrómeda, el Melocotón Mecánico, el Xatafi-Cyberdark, el Celsius 232... muchos galardones que han ido surgiendo con la consolidación del fenómeno en los años noventa. Nuevos premios que aún no se sabe si tendrán continuidad, pero que indican que la dinámica de buscar y premiar ya está instaurada aquí también.