Sátira en la ciencia ficción
La sátira es un recurso literario y artístico que expone, censura e incluso ridiculiza personajes o aspectos concretos de la personalidad, la sociedad, la política o la cultura. Suele utilizar la exageración y la ironía para señalar las contradicciones y los problemas en el poder y la política, denunciar la hipocresía y la superficialidad de la sociedad, o burlarse de las convenciones culturales.
No hay que confundir sátira con ironía. Mientras que la primera es un ataque -en mayor o menor medida- la ironía es el contraste chocante entre lo que se espera y lo que realmente ocurre. La ironía y la parodia o caricatura son herramientas para la sátira, pero pueden ser utilizadas fuera de ésta.
Tabla de contenidos
Clasificación:
La sátira como género se puede clasificar en tres tipos básicos: la sátira menipea, la juvenaliana y la horaciana.
La sátira juvenaliana, nombrada así en honor a Juvenal, es directa y agresiva. Su tono oscuro suele emplearse para la denuncia de los abusos o desviaciones del poder. Un buen ejemplo de este tipo de sátira en la ciencia ficción es La naranja mecánica, tanto el libro de Anthony Burgess, de 1962, como la película de Stanley Kubrick, de 1971.
En contraste, la sátira horaciana, inspirada en Horacio, es más amable y suave en su crítica. Se centra en la ironía y el humor para señalar las imperfecciones humanas de forma más sutil y elegante. Guía del autoestopista galáctico (Douglas Adams, 1978) contiene, por su extensión, muy diversos tipos de sátira, pero en general tiene un tono suave, lúdico, que sin dejar de ser crítico evita caer en la agresividad. Mundodisco de Terry Pratchett, sería un ejemplo similar dentro de la fantasía.
La sátira menipea, en honor de Menipo de Gadara, se centra en atacar actitudes mentales antes que individuos concretos. Por ejemplo: la codicia, la pedantería, el racismo, la homofobia… Tradicionalmente, se ha utilizado en obras de cierta extensión en comedias morales -por ejemplo, El lazarillo de Tormes (anónimo, 1554) o El avaro (Molière, 1668). Su tono puede variar desde lo más ligero, al estilo de Horacio, a lo más punzante, como Juvenal. Siendo que se suele centrar en atacar defectos de carácter, en la ciencia ficción es más fácil encontrar esta sátira en el formato corto o en antologías, especialmente en los cuentos cortos y humorísticos de la edad de oro, como la serie Gallegher (1943) de Henry Kuttner, o Azazel (1988), de Isaac Asimov.
Elementos satíricos:
La sátira se vale de un conjunto de herramientas para elaborar su crítica: La exageración o hipérbole para resaltar defectos, la ironía para producir efectos contrarios a lo esperado, la inversión de valores (la bueno es malo y viceversa) para producir un desequilibrio cognitivo, la parodia para caricaturizar de manera burlesca...
Dejando de lado las parodias puras, la sátira por lo general se desenvuelve en torno al personaje central, el protagonista satírico, que es, en sí mismo, una verdadera herramienta para la sátira. El satírico servirá como contraste a la sociedad que se critica, ayudando al lector a posicionarse del lado de la tesis al identificarse con él.
La sátira en la ciencia ficción:
La ciencia ficción tiene abundantes ejemplos satíricos, algunos de los cuales pueden casi considerarse como los constructores del canon moderno, como es el caso de Los viajes de Gulliver (Jonathan Swift, 1726). En ella, Swift hace uso abundante de la ironía y la exageración para atacar ciertos aspectos culturales, pero también políticos. Por su tono humorístico, se consideraría del tipo horaciana, aunque puede llegar a ser muy mordaz. Swift utiliza abundantemente la exageración (la vanidad de los liliputienses), la ironía (los incompetentes sabios de Laputa) y la parodia (de normas sociales concretas, así como de todo el género de los libros de viajes).
La sátira en la ciencia ficción se ha utilizado abundantemente para explorar temas sociales complejos de maneras ingeniosas y provocativas. En gran medida, en el empleo de sátira está el origen del subgénero de la distopía.
Así, Un mundo feliz (Aldous Huxley, 1932) ataca la superficialidad de la sociedad y el consumismo, utilizando principalmente el recurso de la inversión de valores y la ironía: la búsqueda obsesiva de la felicidad y la aversión al conflicto derivan en una distopía en la que el individuo ha dejado de ser libre. La obra de Huxley no tiene apenas nada de cómico, pero es brutalmente satírica con la sociedad americana.
1984 (George Orwell, 1948) presenta la otra gran distopía fundacional. En este caso, la crítica carece también de humor, es juvenaliana, certeramente dirigida contra el poder totalitario, la hipervigilancia estatal y la manipulación de la verdad. La inversión de valores dentro de la novela forma parte del hecho denunciado, y su mordaz sentido de la ironía y el medido uso de hipérboles que parecen muy reales producen un efecto desasosegante. Orwell ya había planteado una sátira alegórica en Rebelión en la Granja (1945), también abiertamente crítica con el poder y nada complaciente con el lector.
Por supuesto, la ciencia ficción ha utilizado la sátira de manera humorística, a la manera de Horacio, parodiando temas y estereotipos propios del género. Hay multitud de ejemplos de este estilo: Spaceballs (Mel Brooks, 1987), Mars Attacks (Tim Burton, 1996), Men in Black (Barry Sonnenfeld, 1997) o Héroes fuera de órbita (Dean Parisot, 2000) son parodias dirigidas fundamentalmente contra los estereotipos del género, aunque por convicción y como parte de su crítica alguna de ellas pueda abordar aspectos sociales o políticos.
Y es que la sátira con toques humorísticos puede ser perfectamente vehículo de ácidas críticas de notable éxito y complejidad. Es el caso de Brazil (Terry Gilliam, 1985), con su fuerte crítica a la alienación que produce la burocratización, o la nada sutil Idiocracia (Mike Judge y Etan Cohen, 2006) que se burla de la decadencia cultural de una sociedad complaciente e hiperconsumista. Un ejemplo paradigmático es la película Brigadas del espacio (Paul Verhoeven, 1997) una sátira que parodia su propia obra fuente (la novela homónima de Heinlein), utilizando la ironía visual y una leve exageración para denunciar la inversión de valores de la novela. El resultado es una película cómicamente violenta que denuncia los peligros de la propaganda liberal-fascista.
Es frecuente que en la sátira social o política se oscile entre diversos tonos desde la sátira juvenaliana, la horaciana y la menipea. Podría ponerse por caso ¿Teléfono rojo? volamos hacia Moscú (Stanley Kubrick, 1964), donde se mezclan críticas humorísticas a los absurdos de la mentalidad política y militar de la guerra fría junto con críticas menipeas a diversos tipos de caracteres: el maniqueismo militar, la debilidad pusilánime de los políticos, la sociopática irresponsabilidad de los científicos... y la propia indecisión del individuo de a pie, artífice por inacción de su propia destrucción.
Autores satíricos:
La sátira se adecua de manera tan natural a la modalidad de la ciencia ficción prospectiva que algunos autores la han cultivado extensamente. Uno de los más paradigmáticos, sin duda, es Kurt Vonnegut, de estilo irreverente propenso a la ironía y repleto de un humor negro que acentúa la inversión de valores. Obras suyas satíricamente ejemplares son Las sirenas de Titán (1959), Cuna de gato (1963) o Matadero cinco (1969). En todas ellas el humor acompaña a su visión existencialista de la vida, suavizando la crítica para evitar ser agresivo, y echando mano de la sátira menipea para desmontar esquemas de valores que pierden sentido al dotarlos de perspectiva.
Otro autor esencialmente satírico -aunque a veces no se haya entendido así- es el polaco Stanislaw Lem. Incluso su obra más reconocida, Solaris (1961) satiriza sin piedad el exceso de confianza del científico y, por ende, la visión ultra-racionalista y excesivamente optimista de un ser humano que se cree capaz de resolver cualquier problema. Lem utiliza la exageración transformada en sentido de la maravilla para relativizar los logros humanos, presentes y futuros. Otras obras suyas, más humorísticas, atacan igualmente esta soberbia y parodian el género, como los Diarios de las estrellas (1957) (parodia de los aventureros científicos) Relatos del piloto Pirx (1968) (parodia de los cadetes espaciales).
También Philip K. Dick, reconocido principalmente por su exploración de la realidad y la identidad, utilizó aspectos satíricos en muchas de sus obras. A veces aportando notas tristes, como la obsesión del protagonista de ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? (1968) por obtener una oveja real como símbolo de estatus; o la inversión de valores de El hombre en el castillo (1962) en la que, pese a que la premisa propone que Estados Unidos perdió la guerra ante el fascismo, el resultado no parece tan catastrófico, atacando el maniqueismo de la propaganda. Dick llegó a hacer parodia de sí mismo en su obras finales como SIVAINVI (1981), mezclando metafísica y conspiraciones de manera tumultuosa.
Incluso Ray Bradbury, un autor considerado lírico y nostálgico, construye sus dos obras maestras sobre la sátira. Fahrenheit 451 (1953) parte de una inversión de valores que conmociona al lector, mientras que la colección de relatos de Crónicas marcianas (1950) desnuda las debilidades de la cultura del consumo y del colonialismo.
Igualmente, la parodia de la sociedad de consumo y la carrera por el estatus social es un tema recurrente en muchos autores de la nueva ola como J.G. Ballard (Rascacielos, 1975; Pasándolo de maravilla, 1978). No obstante, el inglés se caracterizó sobre todo por su ataque a la deshumanización tecnológica, exagerando situaciones que inducían a la reflexión en infinidad de sus relatos (Unidad de cuidados intensivos, 1977; La arquitectura de los moteles, 1978; Guía para una muerte virtual, 1992).
En el cine, Paul Verhoeven es dueño de una técnica satírica muy influyente en otras obras. Se vale de sutiles ironías en microhistorias aledañas a la principal como pequeños extractos de anuncios comerciales (Robocop, 1987) o propagandísticos (la ya mencionada Starship Troopers, 1997) para ridiculizar y alertar sobre la excesiva confianza que depositamos en los medios de comunicación.
Conclusión:
La sátira es un recurso narrativo poderoso que combina humor y crítica y que está especialmente bien asentado en la ciencia ficción. Desde Los viajes de Gulliver hasta las distopías de Huxley y Orwell, la sátira ha buscado este efecto desautomatizador y reflexivo tan característico del género prospectivo, para desafiar lo normativo o para recurrir al humor como caballo de Troya de la verdad. Obras de género, aparentemente cómicas, esconden denuncias muy contundentes y dejan en el receptor una cierta inquietud, un rictus en la sonrisa que, con suerte, puede ser la semilla de algo mayor.