Diferencia entre revisiones de «Discusión:Sociedades en la ciencia ficción»
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Revisión de 15:27 24 feb 2010
- Nota general: Es una simple enumeración. Hacer más descripciones de las sociedades imaginarias. P.e., en las de Le Guin ni se menciona el feudalismo, a pesar de que muchas sociedades del ciclo de Hainish lo son.
Tabla de contenidos
Sociedades reales:
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La guerra de los mundos critica la sociedad victoriana. -
Fahrenheit 451 es una crítica la sociedad urbana de los EE.UU. a mediados del s. XX y Crónicas marcianas tiene un marcado tono bucólico. Mencionar que Bradbury parece creer que la sociedad estadounidense de hasta la Segunda Guerra Mundial, con sus tartas de manzana y todo eso, es poco menos que un ideal. - Nueva ola:
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¡Hagan sitio, hagan sitio! - Incordien a Jack Barron
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Un mundo devastado -
El rebaño ciego -
Todos sobre Zanzíbar -
[Los anteriores son parte de una trilogía, ¿cuál es el tercero?]
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- El ciberpunk es una crítica a la deshumanización de la sociedad occidental a caballo entre el s. XX y el s. XXI.
Antes de la edad de oro:
La crítica social está presente en la ciencia ficción desde sus inicios, en la etapa denominada de la ciencia ficción primitiva. Y de hecho, constituye el tema esencial de estas obras pioneras de un género por entonces aún no etiquetado. Un buen ejemplo de esto es Jonathan Swift con Los viajes de Gulliver (1726), novela de viajes que se vale de la sátira para criticar duramente la sociedad en la que le tocó vivir al escritor. Siguiendo el ejemplo de Swift, pocos años más tarde, Voltaire escribiría su relato satírico Micromegas (1752), protagonizado por viajeros espaciales que se sorprenden y burlan de las costumbres terrestres. El periodo de la ilustración en Francia e Inglaterra había encontrado un motivo, moderno y osado, que reemplazaba a las fábulas tradicionales y comenzaba a apuntar hacia el experimento mental y la racionalidad, señas características de lo que sería la ciencia ficción social.
Ya dentro de los inicios de la ciencia ficción moderna podemos encontrar ejemplos tan claros como La guerra de los mundos (1898) de H.G. Wells. El libro es una dura crítica a la moral y costumbres de la Inglaterra victoriana y presenta, gracias al traslado de papeles, una crítica al imperialismo británico. De esta forma, la metáfora propuesta por Wells supera la desconfianza inicial que el lector pudiera tener, al presentar a los ingleses como inocentes agredidos (por malévolos marcianos), en vez de como opresores de otros pueblos menos desarrollados. Encontramos aquí la puesta en marcha de un nuevo recurso muy utilizado en obras posteriores, esta especie de engaño destinado a que el lector baje sus barreras y observe la situación desde otra perspectiva sintiéndola como propia, mediante un ejercicio de empatía casi involuntario.
Algo similar sucede con Un mundo feliz (1932), de Aldous Huxley, una novela que se ganó no sólo el reconocimiento de aficionados, sino también el de los sesudos críticos literarios gracias a su calidad literaria y magnífica maniobra de distracción, merced a la cual, al situar la acción en un futuro indeterminado, el lector asistía a una dura crítica a la sociedad del consumo y del placer, de individuos atontados por una felicidad superficial. La ciencia ficción volvía a demostrar que tenía los recursos indicados para esta tarea: la distracción del lector mientras le administran la medicina, el juego de manos destinado a superar sus reticencias frente a la crítica directa.
Edades de oro y plata:
Las edades de oro y de plata se centraron sobre todo en el estudio de la ciencia y la tecnología espaciales. Esto redujo la función crítica del género, que se centró más en la divulgación de la carrera espacial y sus posibilidades o, simplemente, valiéndose de la atención popular en la exploración espacial para crear simples obras de entretenimiento adolescente: la Space Opera.
Esto no quiere decir que no hubiera una ciencia ficción crítica con las sociedades de su tiempo. Algunos de los relatos de Crónicas marcianas (1950) de Ray Bradbury (por ejemplo, Un camino a través del aire) son muy críticos con la sociedad de los EE.UU. de los años '50. Fahrenheit 451 (1953), también de Bradbury, ataca la anomia y deshumanización de las sociedades urbanas y, en concreto, al papel alienante de la televisión. En este sentido, hay que recordar que Bradbury es un nostálgico de la sociedad americana de antes de la Segunda Guerra mundial, con sus pueblos de casas de madera y sus madres preparando tarta de manzana.
- Nota: no de toda la sociedad americana, sino de una parte, algo rural, rodeada de una naturaleza amable. Bradbury no reniega de la tecnología por sistema, sino que parece sugerir una convivencia entre tecnología y naturaleza, ideas muy modernas hoy en día. Sus marcianos poseen casas inteligentes, comodidades que hacen su rutina fácil, pero están integradas perfectamente en el entorno (esto me recuerda un poco a las casas del desierto del arquitecto Lloyd Wright). La tecnología es en este caso casi utópica, destianda a relevar al individuo de las tareas pesadas para poder dedicarse al refinamiento. Bradbury hace un ataque a la tecnología zafia, irrespetuosa, embrutecedora, dominada por la televisión y la mediocridad del individuo.
Unos años antes, en 1948, George Orwell había escrito una de las obras fundamentales del género y una de las más influyentes de toda la literatura del siglo XX: 1984. En esta obra, el escritor británico, aunque abiertamente comunista, hace una crítica a la Rusia estalinista, en la que el Estado oprime al individuo robándole no sólo sus libertades, sino el derecho a la intimidad y a la individualidad.
- Nota: la novela de Orwell estimo que puede ser interpretada más ampliamente, como una crítica al excesivo poder del estado. El Gran Hermano podría muy bien ser un estado de derechas y esta es la magnífica confusión-conclusión a la que se puede llegar. Ambas posiciones pueden encontrar que la novela es una crítica al otro, porque es una crítica a ambos.
Si la obra de Orwell critica el comunismo, fuera de la ciencia ficción anglosajona podemos encontrar obras de ciencia ficción soviética muy críticas con el capitalismo. Ejemplos de esto podrían ser Mister Risus (1937) o El mundo que abandoné (1961).
En estas obras los autores realizan parodias de sociedades capitalistas. Sin embargo, ambas quedan muy lejos de la calidad de 1984. Míster Risus resulta una obra aburrida basada en una hipótesis que roza el absurdo; El mundo que abandoné pretende criticar el capitalismo basado en una máquina que simplifica la economía capitalista hasta unos niveles que resultan ridículos. Sin duda, ambas obras deben contextualizarse dentro de un entorno político y social de férrea censura y propaganda, lo cual no es excusa para la baja calidad literaria de ambas obras.
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Nota: Sería interesante poder contar la visión simétrica, la de la ciencia ficción soviética que critica la sociedad capitalista. Tenemos referenciados dos relatos en este sentido: Mister Risus y El mundo que abandoné, pero no se ha confirmado la fecha, por lo que no se pueden contextualizar con los párrafos anteriores. ¿Alguien se cree capaz de localizar esas fechas?[Fechas localizadas]-
Nota: Localizadas fechas: Míster risus, 1937; El mundo que abandoné, 1961.
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Nueva ola:
La nueva ola volvió a centrar el interés del género en las sociedades humanas. Una de las preocupaciones que surgen en esta época es la preocupación por el planeta Tierra en sí; la preocupación por el medio ambiente y la ecología. Hay numerosas obras de este periodo que exploran este tema desde un punto de vista sumamente crítico, planteando duras distopías en las que la sobreexplotación de los recursos y la superpoblación llevan a duros desastres ecológicos.
Ejemplos de esto son Un mundo devastado (1965), o la trilogía del desastre de John Brunner: Todos sobre Zanzíbar (1968), El rebaño ciego (1972) y Órbita inestable (1975). La primera es un escenario distópico en el que el ser humano ha sobreexplotado el planeta, pero las obras de Brunner son más complejas; exploran diferentes aspectos de la sociedad, como la economía o los medios de comunicación, contando historias en paralelo que narran las acciones de diferentes personajes: directivos de compañías, periodistas, personas normales influenciadas por las noticias o la publicidad... De esta forma Brunner muestra muchas perspectivas diferentes de un mismo problema; sus obras son, por tanto, serias críticas a una sociedad en su conjunto.
No sólo la ecología fue motivo de crítica. En ¡Hagan sitio, hagan sitio! (1966) Harry Harrison imagina un escenario basado la decisión del gobierno estadounidense de seguir una política de incentivo de natalidad, imaginando un opresivo y estremecedor escenario en el que sus protagonistas subsisten en una superpoblada Nueva York. En este escenario Harrison imagina una sociedad compleja en la que las desigualdades sociales se han acrecentado, la economía se encuantra casi colapsada ya que en un escenario de subsistencia no existe un excedente con los que poder comerciar, la totalidad de los recursos se emplea en alimentación por lo que no hay más industria que la reutilización y reciclaje, el comercio se reduce al mercado negro de materias primas, el Estado se ve reducido a una serie de instituciones que apenas se bastan para mantener el orden y (l máxima ironía) en base a no limitar la natalidad por pretendidos motivos morales, las leyes deben no sólo consentir, sino potenciar el suicidio para reducir la población,
Ciberpunk:
Pero uno de los máximos exponentes de la ciencia ficción como escenario para crítica social es el ciberpunk.
Sociedades imaginarias:
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La república -
Utopía -
Las de Heinlein (La Luna es una amante cruel, sobre todo). -
La trilogía de Marte. -
Un mundo feliz[Incluído como crítica a la sociedad de consumo] - Gattaca
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Ursula K. Le Guin es una experta en crear sociedades imaginarias.-
La mano izquierda de la oscuridad -
El mundo de Rocannon -
Planeta de exilio
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Dick definía la ciencia ficción como el género de la imaginación disciplinada. Mientras se mantengan dentro de lo plausible y desarrollen los hechos de forma coherente con las premisas de partida, los autores tienen libertad para desarrollar escenarios en los que especular con sociedades imaginarias.
Sería difícil clasificar La república de Platón como ciencia ficción. El texto tiene forma de conversación en la que uno de los personajes describe al otro una sociedad utópica. Pero en todo momento dicha sociedad se plantea como hipotética, es un texto filosófico, no una narración; no hay un escenario en el que los personajes se muevan y actúen. Muy diferente, sin embargo, resultan ser los diálogos de el Timeo y el Critias, donde el filósofo griego nos describe la sociedad Atlante, una confederación de reinos regidos por unas leyes ideales. Aunque actualmente se suele asumir que Platón se inventó este mito, en estos diálogos el filósofo insiste en que se trata de una historia verídica acaecida 9000 años antes de Solón. La lejanía en el tiempo pretende quizás superar la incredulidad del destinatario de estos diálogos, por lo que la obra muestra los primeros indicios de una ficción histórica y cumple el papel ya mencionado de experimento mental.
Utopía, de Tomás Moro, al igual que La república, tiene forma de diálogo, pero este caso sí es una narración ficticia en la que un personaje cuenta haber llegado a la isla de Utopía (literalmente, "ningún sitio", nombre humorístico que se ha convertido en un término propio), isla que describe a su interlocutor.
Colonias espaciales:
En épocas más modernas, es habitual que los autores recurran a planetas colonizados en los que los colonos ensayan las sociedades que el autor quiere desarrollar.
Heinlein vs. Robinson:
Un ejemplo perfecto de esto sería Robert A. Heinlein, con obras como El granjero de las estrellas (1950) o La Luna es una cruel amante (1966). En la primera Heinlein imaginaba hombres y mujeres vigorosos que luchan por sobrevivir en un entorno hostil; en la segunda, mucho más compleja, se plantea una revolución y todo un desarrollo económico, político y social que da lugar a lo que, según él, era una sociedad perfecta. Los ideales liberales de Heinlein quedaban claros en los modelos de sociedad que planteaba, modelos en los que la máxima felicidad viene dada por la máxima libertad del individuo, reduciendo al mínimo el estado y las obligaciones de las personas para con él.
Medio siglo después Kim Stanley Robinson comenzó a publicar la trilogía de Marte. El primer libro, Marte rojo (1992) termina con una revolución y en el segundo, Marte verde (1993) Robinson se explaya en la creación de toda una Constitución y una sociedad, un Marte independiente con una economía y una política que Robinson desarrolla de forma prolija (el texto completo de la Constitución marciana se encuentra en Los marcianos (1999), el cuarto libro de la trilogía. La trilogía de Robinson se extiende durante varias décadas, describiendo la evolución de la sociedad marciana desde que apenas está compuesta por un centener de colonos hasta que Marte se converte en un mundo terraformado habitado por miles de personas.
Ambos autores, Robinson y Heinlein, escriben obras de ciencia ficción dura en las que un grupo de colonos deben sobrevivir y prosperar en colonias ligadas a la Tierra al menos en sus inicios.
Heinlein parece más consciente de la ligadura económica que existe entre la Tierra y sus colonias; no en vano la Tierra ha aportado los recursos iniciales. En El granjero de las estrellas los primeros colonos deben realizar trabajos extra más allá de los necesarios para su propia prosperidad; trabajos orientados a la colonia con los que ésta podrá pagar a la Tierra por los recursos inicialmente aportados. En La luna es una cruel amante no existe voluntad por parte de la Tierra de abandonar las explotaciones lunares, lo que desencadena una lucha abierta.
En la trilogía de Robinson la Tierra tampoco está dispuesta a deshacerse de las colonias marcianas y, al igual que en la novela de Heinlein, se desencadena una lucha armada. La obra de Robinsosn es más compleja, los rebeldes reciben apoyo por parte de grupos económicos con intereses en el planeta y existen debates más serios y amplios que los que tienen lugar en La Luna es una amante cruel.
Si Heinlein es un propagandista de las bondades del libre mercado y de la ausencia de Estado, Robinson explora modelos económicos y sociales más complejos y cercanos a la realidad ya que, a menudo, parten de situaciones anteriores y deben arrastrar leyes, usos, costumbres o favores pendientes de pago. Sin embargo, pese a que el trabajo de Robinson es más completo, sus análisis económicos parecen menos creíbles que los de Heinlein pues sus personajes y sociedades son a menudo bienintencionados; un idealismo que suele faltar en las obras de Heinlein en las que es el duro mercado el que fuerza a los personajes a actuar de forma desinteresada. Irónicamente, despreciar el lado bueno del ser humano transmite una mayor apariencia de rigor.
Ursula K. Le Guin:
Ursula K. Le Guin es una de las Grandes Maestras del género. Su enfoque es muy diferente del de Heinlein o Robinson. Le Guin escribe ciencia ficción blanda y su enfoque es principalmente antropológico.
Uno de los principales pilares de su obra es la capacidad de crear sociedades imaginarias y especular acerca de sus singularidades o del encuentro entre civilizaciones muy diferentes. Todo su ciclo de Hainish se basa en estas singularidades y encuentros.
El ciclo de Hainish se basa en la idea de que los humanos se expandieron por la galaxia y, que en ocasiones, se realizaron modificaciones genéticas para adaptarlos a sus nuevos planetas. Sin embargo, la civilización se derrumbó y las colonias perdieron conocimiento de su pasado común. Siglos después se retoman los viajes espaciales y las civilizaciones se reencuentran, existiendo notables diferencias entre ellas.
En La mano izquierda de la oscuridad (1969), una de sus mejores obras, el protagonista se encuentra en un planeta en el que los seres humanos so hermafroditas. No hay hombres ni mujeres, sino seres humanos de sexualidad ambigua que se determina cuando uno de ellos adopta un rol fértil. Este miembro de la pareja segrega hormonas femeninas y el otro miembro reacciona segregando hormonas masculinas.
Le Guin imagina que esta singularidad no hace inexistentes los matrimonios; siguen existiendo, si bien la procreación es aleatoria, en función de cuál de los dos miembros de la pareja adopte el rol femenino. No es el único cambio. La singularidad de una sociedad hermafrodita se plasma ne situaciones tan simples como la pregunta acerca del sexo de un reción nacido; si éste es hermafrodita, preguntar "ha sido niño o noña" se convierte en un absurdo.
El encuentro entre civilizaciones diferentes puede verse claramente en Planeta de exilio (1966). En esta novela, miembros de una civilización desarrollada han quedado varados en un planeta ocupado por humanos de una civilización científica y tecnológicamente inferior. Existe hostilidad de los segundos hacia los primeros, pero el planeta entero se dirige a un largo invierno y ambas civilizaciones se ven obligadas a cooperar. La Guin explora todas las posibilidades que le ofrecen las diferencias y necesidades de las civilizaciones que ha imaginado. En El mundo de Rocannon (1966) Le Guin va más lejos e imagina varias civilizaciones en un mismo planeta y un explorador que emprende un viaje que le lleva a encontrarse e interactuar con ellas.
Dado que en el ciclo de Hainish hubo el colapso de una civilización, la mayor parte de las antiguas colonias han decaído al nivel de sociedades medievales. Por esto, cuando son visitadas por los nuevos viajeros espaciales, el concepto de que existan otros planetas habitados les es difícil de creer, cuando no imposible de comprender.
Los viajeros espaciales que llegan a un nuevo mundo tratan de respetar los usos y costumbres de éstos, aun cuando, a menudo, les resultan bárbaros e incomprensibles. De esta forma, tratan de evitar el choque cultural que, en la historia real, ha acabado casi siempre con el exterminio de la sociedad menos avanzada.
Otras sociedades terrestres:
Pero no sólo las colonias han sido escenario de sociedades imaginarias.