Virus biológico
- Nota: Este artículo se refiere al término biológico. Para otros usos ver Virus.
Un virus biológico consiste en una secuencia genética (ADN o ARN), encapsulada dentro de una envoltura proteínica, y que se inserta en el ADN de otras células para ser reproducido.
Los virus en la vida real:
Aunque está formado por moléculas orgánicas de origen biológico (proteínas, ácidos nucleicos...) y aunque tiene información genética en forma de ADN o ARN, no tienen metabolismo propio y dependen de células vivas para poder reproducirse, por lo que no están considerados seres vivos en un sentido estricto.
Los virus dañan o destruyen las células que los replican lo que, en el caso de haber infectado un ser pluricelular, puede dar lugar a una reacción en cadena que, de no ser detenida por el sistema inmune, puede desembocar en la muerte del individuo. Son, pues, agentes patógenos responsables de enfermedades en ocasiones letales.
Dado que los virus alteran el ADN de las células que infectan, aun si éstas sobreviven el daño pueden dar lugar a mutaciones genéticas de nuevo potencialmente dañinas (p.e., pueden ser causa de cáncer), pero en ocasiones también beneficiosas (p.e., pueden incluir en la célula la secuencia de una proteína más eficiente). Si estas mutaciones tienen lugar en las células sexuales serán susceptibles ser transferidas a la siguiente generación, por lo que los virus son agentes de modificación genética, uno de los motores (junto con la selección natural) de la evolución de las especies.
Los virus en la ciencia ficción:
Su capacidad patógena ha hecho de los virus los convierte en amenazas biológicas, posibles armas biológicas y protagonistas frecuentes de apocalipsis biológicos.
Esta visión dañina de los virus ha sido explotada por la ciencia ficción desde obras tan antiguas como La vida futura (William Cameron Menzies, 1936). Su visión es generalmente apocalíptica: la enfermedad ha diezmado a la población, obligando a los supervivientes a refugiarse en recintos aislados del exterior como en 12 monos (Terry Gilliam, 1995) o a sobrevivir alejados de otros humanos, queden ser potenciales transmisores y competidores por los recursos, como en 28 días después (Danny Boyle, 2002) y toda la corriente de zombies más o menos científicos que la siguieron.
Virus modificados, especialmente diseñados para afectar a usuarios concretos, han sido empleados en obras ciberpunk como 2013: Rescate en L.A. (John Carpenter, 1996), donde el protagonista es extorsionado para ejecutar una misión de rescate bajo la amenaza de no recibir el antídoto de un virus que le otorga diez horas de vida. En la serie Dark Angel (James Cameron y Charles H. Eglee, 2000) encontramos un uso aún más refinado. La protagonista, Max, es inoculada con un virus diseñado específicamente para el ADN de su compañero, Logan. El virus es inofensivo para cualquiera menos para él, lo que hace que, en un principio, ninguno sea consciente del peligro, ya que el virus sólo será activo al pasar al cuerpo de Logan, matándolo rápidamente.
Su potencial mutagénico ha sido menos explotado, pero también hay obras que lo han explorado, como La radio de Darwin (Greg Bear, 1999), en la que retrovirus procedentes de excavaciones arqueológicas neanderthales provocan un salto evolutivo en la especie humana.