Un mundo feliz

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Nota: Este artículo se refiere a la novela de Aldous Huxley. Para otros usos ver Un mundo feliz (Desambiguación).

Un mundo feliz
Autor: Aldous Huxley
Otros títulos:
Datos de primera publicación(1):
Título original: Brave New World
Revista o libro: Brave New World
Editorial: Chatto & Windus, hc
Fecha Fecha desconocida de 1932
Publicación en español:
Publicaciones(2): Un mundo feliz
Otros datos:
Saga:
Premios obtenidos:
Otros datos: Aldous Huxley comentó su novela veintiséis años después en Nueva visita a un mundo feliz (1958)
Fuentes externas:
Tercera Fundación Ficha
ISFDB Ficha
Otras fuentes  
Notas:

  1. De la presente variante. Puede haber variantes anteriores. Consultar la fuente externa para ampliar información.
  2. Publicaciones en español las que la presente variante ha aparecido. Puede haber otras publicaciones de esta misma u otras variantes. Consultar la fuente externa para ampliar información.

Aldous Huxley (1932)

Las premisas:

En el escenario imaginado por Huxley los niños son concebidos en probetas y su crecimiento se da en frascos cerrados. A lo largo de los nueve meses de "gestación" los fetos son sometidos a diferentes situaciones que los condicionaran para pertenecer a una de las cinco categorías de la población. De la más estúpida a la más inteligente: Epsilones y Deltas (destinados a trabajos arduos), Gammas (empleados subalternos), Betas (ejecutantes) y Alpha (élite).

Todos los ciudadanos son felices, pues su estilo de vida corresponde a sus inquietudes, necesidades y al condicionamiento sufrido durante su gestación y educación. Hay descontentos, pero son los menos. Éstos son apartados de la sociedad en colonias especiales donde se rodean de otras personas con similares "desviaciones", aunque logran también alcanzar la felicidad.

Los elementos discordantes que dan origen a la narración son, por una parte, el propio protagonista, un ser de alta cualificación genética que, sin embargo, no es tan perfecto como esta cualificación podría dar a entender y, por otra, la aparición en escena de un "salvaje", un niño nacido de una mujer, lo que es una abominación en este mundo.

La novela:

La novela es uno de los primeros ejemplos de distopías. Resulta, además, un ejemplo muy significativo ya que la distopía se nos presenta como una aparente utopía. En el mundo imaginado por Huxley las necesidades básicas han sido satisfechas, las personas pueden practicar el sexo con libertad, el consumo de drogas (en concreto el soma) es libre, el puesto que cada uno ocupa en la sociedad es el que corresponde a sus capacidades e inquietudes...

Sin embargo, la forma en que todo esto se nos presenta es claramente distópica por deshumanizadora. Los seres humanos son fabricados en serie con distintas capacidades según las previsiones de necesidad que habrá de ellos en el futuro, las inquietudes no surgen de forma natural durante su desarrollo sino que son inculcadas mediante la educación y condicionamiento durante el sueño en la etapa infantil, la fabricación de humanos hace desaparecer las relaciones padre-hijo, la libertad sexual y despreocupación general vacían de significado las relaciones interpersonales...

Así, aunque los personajes se sienten felices, el lector percibe esta felicidad como vacía, carente de humanidad o cercanía entre individuos.

Cabe hacer notar que este es uno de los primeros libros en plantear la "fabricación" en serie de seres humanos libres de imperfecciones. Sin embargo, debido a que el libro es anterior al descubrimiento de la molécula de ADN y, por lo tanto, a los conceptos de clonación o ingeniería genética. Huxley explica la repetición de seres genéticamente idénticos mediante la división mediante técnicas quirúrgicas de cigotos cuyos fragmentos son posteriormente inducidos a continuar el proceso de crecimiento.

Crítica en "Un mundo feliz":

Huxley es considerado uno de los grandes filósofos de su época y esta novela no es un mero juego cautelar. En 1985, Neil Postman, en su libro de ensayo Divertirse Hasta Morir: El Discurso Público en la Era del "Show Business", hacía una comparación entre la distopía de George Orwell, 1984, y la de Huxley. Orwell temía la manipulación de la verdad y el control a través del miedo, mientras que Huxley temía que la sociedad cayera en un hedonismo pueril, manipulada mediante placeres vacíos e inmediatos. En realidad, Postman recoge y desarrolla el pensamiento del propio Huxley, ya expuesto en su ensayo Nueva visita a un mundo feliz (1958).

Las dictaduras y los totalitarismos son, sin duda, una amenaza que ninguno de estos autores pretende desestimar; pero es cierto que la reacción natural del ser humano a oponerse a lo que le violenta puede suponer la semilla para que todos ellos terminen cayendo, como lo han hecho en el pasado. Ningún imperio de la violencia ha sido eterno y la mayoría han sido cortos.

Por ello, la distopía de Huxley es mucho más difícil de ver y, sobre todo, es mucho más difícil oponerse a ella. El control ejercido por el poder aparece borroso, mínimo. Los individuos en la sociedad de Huxley, en su inmensa mayoría, creen ser libres, "libres para ser felices". Hacen lo que quieren y todas sus necesidades están cubiertas. Esto es cierto e incontrovertible en la obra, una premisa de la misma.

Pero no es menos cierto que están condicionados para querer determinadas cosas, están incapacitados para querer nada que no puedan obtener de manera inmediata y la posibilidad de cualquier pequeña contrariedad queda definitivamente anulada gracias al soma, la droga que les evade de la realidad sin producir ningún efecto indeseado.

En la actualidad, el mundo feliz de Huxley se compara de manera inquietante con el capitalismo de consumo, algo a lo que apuntaba el autor explícitamente. La facilidad para acceder a placeres vacíos e inmediatos desactiva la pulsión contestataria del individuo. En la actualidad no existe un soma universal, pero sí abundantes sucedáneos: la televisión, las redes sociales, las teletiendas como Amazon, las plataformas de series de televisión y de porno... Constantemente ofreciendo sus productos para ser consumidos, sin coste aparente, sin esfuerzo. Y sin profundidad. En un momento de la novela, Lenina propone a Marx ir a jugar al golf de obstáculos y él responde que es una pérdida de tiempo. Lenina no entiende esta afirmación: "¿Para qué es sino el tiempo?". Y cuando Marx le propone ir a pasear y charlar, Lenina no entiende de qué quiere hablar.

Toda la energía que se invierte en este consumo es detraída de la energía limitada que tiene el individuo para crecer como persona. Salvo en muy contados momentos, esta dinámica roba tiempo y a cambio devuelve una mera satisfacción primaria, animal. Pero esto es suficiente la mayoría del tiempo para la mayoría de nosotros, y ahí está el peligro que señalan estos autores: la muerte cultural por complacencia.

Huxley, no obstante, incluso en esta sociedad fordiana perfectamente planificada en la que cada individuo forma parte de la gran maquinaria, prevé la existencia de inadaptados, insatisfechos por uno u otro motivo. La clave es que sean tan pocos que puedan ser amablemente manejados, apartados; o mejor aún, que puedan ser convertidos también en un producto de consumo para la sociedad, su indignación y su fuerza transformadas en espectáculo, devueltas a la irrelevancia del conjunto.

Huxley era un decidido libertario (no confundir con los actuales "liberales" económicos) y por ello el tema subyacente a la novela es la libertad individual. En el mundo feliz, y por extensión en el capitalismo de consumo, Huxley apunta que el individuo en realidad está sometido a los estímulos omnipresentes del mercado y de la sociedad moldeada por el mercado, que nos dejan tan solo una apariencia de libertad. Libertad para escoger lo que estamos obligados a hacer, libertad para elegir entre una infinita variedad de productos equivalentes.

En segundo lugar, Huxley apunta también a cómo estas dinámicas socavan las relaciones interpersonales y las vuelven también irrelevantes. Las emociones excesivamente intensas son cuidadosamente podadas, sustituidas por el amable placer cotidiano. Huxley imagina aquí la mano del Estado esforzándose por condicionar de esta manera a los ciudadanos, hacerles tendentes a la promiscuidad y a lo efímero mediante un improbable condicionamiento neonatal. Pero lo cierto es que la nueva economía de las plataformas digitales, su mecánica de recompensas, views y likes, todo fuertemente orientado a la fidelización, con los productos cortos y la continua renovación de estímulos, supone un condicionamiento pauloviano canónico al que -seguramente, no para sorpresa Huxley- nos brindamos de manera voluntaria.