Naves generacionales

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Revisión de 08:26 8 ago 2007 por Venom (Discusión | contribuciones) (Naves generacionales en la ciencia ficción)

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Las nave generacional es un concepto imaginado para resolver el problema de los prolongados tiempos de transito que implica el viaje interestelar. Nos encontramos ante una nave generacional cuando éste es tan elevado que engloba toda la vida no sólo de la tripulación original de partida, sino también de sus hijos o herederos e incluso de generaciones posteriores.

Viajar unos pocos centenares de años luz, bajo las limitaciones de las leyes físicas implica forzosamente cientos de años de viaje en el caso óptimo, que significa conseguir moverse a la velocidad de la luz.

Siendo actualmente la esperanza de vida humana de unos 80-90 años, incluso admitiendo los efectos beneficiosos de la microgravedad sobre el envejecimiento y suponiendo otras mejoras en las técnicas médicas que permitan prolongar aún más la vida en condiciones de calidad, parece evidente que tal viaje requiere del reemplazo de los tripulantes originales a medida que su avanzada edad no les permita ejercer sus funciones.

Si el número de tripulantes es suficientemente elevado como para prevenir la endogamia, una posible solución sería realizar esta sustitución mediante los hijos de los propios tripulantes. Estos serían educados por sus padres en sus oficios respectivos, dando lugar al reemplazo generacional que caracteriza este tipo de misiones.

Usos de las naves generacionales

Las naves generacionales permiten salvar la dificultad de mantener una tripulación operativa durante quizás varios siglos, pero esta técnica no es susceptible de ser adaptada a todo tipo de misión interestelar.

Una pequeña expedición científica compuesta por un número reducido de personas no podría dar suficiente cobertura genética a una nave generacional. Quizás pudiera conseguirse el reemplazo de la primera generación mediante los hijos de ese pequeño grupo de científicos, pero los mencionados problemas de endogamia serían difícilmente eludibles cuando se afrontara la concepción de la tercera generación, la de los nietos. Para este tipo de misiones parece más apropiada la técnica de la hibernación, dejando el mando de la nave al cuidado o bien de algún tripulante despierto por turnos o bien en manos de una computadora o inteligencia artificial.

Las naves generacionales adquieren plenamente sentido al abordar la colonización de otro sistema estelar. Una colonia alejada de la Tierra por cientos de años luz, virtualmente aislada, debe ser forzosamente independiente y autosuficiente en cualquier aspecto, incluida su diversidad genética. Para eludir la extinción por pobreza genética, la nueva colonia debe contar con miles de sujetos sanos y con capacidad reproductora. Así mismo, la necesidad de cubrir rápidamente multitud de necesidades reclama la presencia de profesionales formados y de capacidad de formación para los futuros miembros.

Así pues, una expedición de colonización en estos términos representa casi una pequeña ciudad. Mantener en hibernación a tantas personas puede ser difícil e incluso anti económico, por lo que parece una solución lógica el hacer funcionar desde el inicio a la nave como una colonia itinerante, en una especie de éxodo.

Indudablemente, se presentan importantes problemas, como el sostenimiento de un reducido ecosistema cerrado durante cientos de años, a modo de bio-cúpula o la pérdida del sentido original de la misión para las generaciones nacidas en el espacio, que deberían llevar adelante un proyecto que no han elegido y en el que posiblemente no creen.

Naves generacionales en la ciencia ficción

Poul Anderson, en su novela Tau Cero, hace hincapié en el carácter autónomo de este tipo de naves, con sistemas de reciclado de aire y alimentos basados en modelos biológicos capaces de generar un ecosistema estable durante un periodo de tiempo bastante prolongado. Así mismo, describe las peculiaridades de las relaciones interpersonales en una misión de este tipo en la que la estatocolectora se ha averiado y no puede frenar.

Curiosamente, son muchos los ejemplos de misiones tradicionales que por circunstancias imprevistas como la mencionada se transforman en generacionales.

En Efímeras, de Kevin O’Donnell Jr., la enorme nave es pilotada por un ordenador que utiliza componentes biológicos y electrónicos. Precisamente los problemas comienzan cuando el cerebro humano del ciborg recupera su conciencia y de modo casi inconsciente, apaga el reactor de fusión de la nave, que queda privada de empuje, debiendo sus tripulantes adaptarse a su nueva situación de nave generacional.

En el relato Redentora, Gregory Benford narra las peripecias de otra estatocolectora asaltada por una nave pirata procedente de la Tierra que desea apoderarse de las reservas de material genético que transporta. Y es que la Redentora está pilotada por un ciborg y posee una tripulación mínima en hibernación, pero transporta al resto de colonos en forma de material genético.

En cuanto a ciencia ficción española cabe destacar la novela de Aguilera y Redal Hijos de la Eternidad, donde aparece una nave estatocolectora llamada Konrad Lorentz gobernada por un tandem biológico y cibernético: un avanzado ordenador que trabaja junto con un delfín modificado genéticamente. La Konrad Lorentz forma parte de una flota de miles de naves del mismo tipo construidas en órbita con propósitos de colonización en las cuales los pasajeros viajan despiertos durante un tiempo que parece casi una eternidad.

Viaje espacial

Velocidad: Baja (Velocidades no comparables a c) Alta (Velocidades superiores a un décimo de c) Supralumínica (Velocidades superiores a c)
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