Imperio Galáctico (Término)

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El Imperio Galáctico es un tópico de muchas obras de ciencia ficción especialmente dentro del subgénero de la Space Opera (p.e. el Ciclo de Trantor, Saga de Dune, La guerra de las galaxias...).

El tópico es bien conocido: Un imperio poderoso que se extiende a lo largo de la galaxia, estéticamente basado en la antigua Roma, con grandes ciudades, edificios monumentales, naves de guerra gigantescas, un ejército de soldados marciales y desprovistos de humanidad... y, casi siempre, malvado o, cuando menos, despiadado.

Leyes físicas vs. autores de ciencia ficción:

Aunque sea un elemento sumamente atractivo para escritores y cineastas, un imperio que se extendiera a lo largo de toda la galaxia se enfrentaría a los problemas de comunicación y transporte que se darían a tan largas distancias. Nuestra galaxia tiene 100.000 años luz de diámetro, y la distancia del sol al centro de la galaxia es de unos 27.000 años luz. Con la velocidad de la luz como velocidad máxima, estas distancias harían inabordables el comercio o la comunicación, siendo, por lo tanto, imposible cualquier forma de organización política.

Los escritores de ciencia ficción se han enfrentado a estos problemas con diferentes soluciones, entre las cuales se han destacado las siguientes:

La primera es el hiperespacio. Este concepto supone replegar las tres dimensiones del espacio a lo largo de una cuarta dimensión, de forma análoga a como doblamos una hoja de papel para unir dos puntos distantes. Así, sería posible salvar las largas distancias galácticas posibilitando la circulación de personas y mercancías. Esta solución fue ideada por John W. Campbell en un relato publicado en Astounding.

La segunda es el ansible. Éste implica una especie de campo absoluto en el Universo que se podría utilizar para transmitir información de forma instantánea (olvidando toda la Teoría de la Relatividad). Esta idea es original de Ursula K. Le Guin (Los desposeídos, 1974), si bien fue popularizada por Orson Scott Card en El juego de Ender (1985).

Una tercera posibilidad sería el uso de portales (Pórtico, de Frederik Pohl, 1977) o agujeros de gusano, opción que obligaría a combinar el viaje rápido e incluso instantáneo con la necesidad de desplazarse hasta el emplazamiento de tales dispositivos o fenómenos a velocidad subluz, bien en viajes interplanetarios o incluso en largos viajes interestelares.

Con estos recursos, los autores han podido salvar los incómodos inconvenientes de las leyes físicas para ambientar sus historias en sus particulares versiones de un Imperio Galáctico.

Los diferentes Imperios Galácticos:

Las posibilidades de un imperio así son casi infinitas y cada autor las ha explotado de una forma particular.

Por una parte, y debido a su gran extensión, tarde o temprano el imperio daría con otras razas extraterrestres contra las cuales combatir o con las cuales aliarse, como ocurre en la saga de Star Trek(1966). También existe la posibilidad, si el imperio es lo bastante malvado, de rebelarse contra él, como hace la alianza rebelde en La guerra de las galaxias (1977).

Pero, tal vez rehuyendo la estética tipo Space Opera, autores más serios han dejado a un lado las alianzas y luchas extraterrestres para explorar otras posibilidades.

Un imperio en decadencia es el escenario de Fundación (1951), de Isaac Asimov. Esta decadencia da lugar a un desmembramiento y a la lucha de las diferentes regiones desanexionadas, bien entre sí o bien contra los restos del imperio que agoniza. Es bastante conocido que el maestro se inspiró en la caída del Imperio Romano para ambientar su serie, haciendo analogías con la relación de la velocidad y distancia de comercio entre ambos estadios de civilización.

El universo de la saga del nexo del agujero de gusano (1986), de Lois McMaster Bujold se basa también en un extinto imperio galáctico. Un inexplicado fenómeno físico disuelve los agujeros de gusano que el imperio utilizaba en su comercio. Tras varios siglos los agujeros vuelven a abrirse y las diferentes regiones vuelven a encontrarse. Sin embargo, ya no hay una autoridad principal y, muchas de ellas han degenerado mientras otras han florecido. Esto da lugar a un interesante juego político.

El imperio descrito en Dune (1965) por Frank Herbert presenta características similares a los anteriores, siendo de nuevo esencial para su cohesión la existencia de un comercio y un método de transporte fluido. La extremada dependencia de este transporte de una materia prima originada únicamente en el planeta Arrakis, la melange, es uno de los desencadentes de la crisis que da pie a la saga.

En resumen, el enfoque racional de la posibilidad de un imperio de proporciones galacticas ha dado como resultado la necesidad de un transporte o un medio de comunicación más o menos inmediato que permita dirigirlo de manera centralizada.

La mayoría de los autores han sido flexibles en este aspecto, por no decir excesivamente optimistas. Los recursos necesarios para tal centralización serían enormemente elevados y la burocracia tendería al colapso. Asimov no pudo obviarlo completamente, como quedó reflejado en en su visión de Trantor, el gigantesco planeta capital del imperio.

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