El mundo resplandeciente

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El mundo resplandeciente
Autor: Margaret Cavendish
Otros títulos: The Blazing World
Datos de primera publicación(1):
Título original: The Description of a New World, Called The Blazing-World
Revista o libro: Observations Upon Experimental Philosophy to Which Is Added, the Description of a New Blazing World
Editorial: A. Maxwell
Fecha Fecha desconocida de 1666
Publicación en español:
Publicaciones(2): '
Otros datos:
Saga:
Premios obtenidos:
Otros datos:
Fuentes externas:
Tercera Fundación Ficha
ISFDB Ficha
Otras fuentes  
Notas:

  1. De la presente variante. Puede haber variantes anteriores. Consultar la fuente externa para ampliar información.
  2. Publicaciones en español las que la presente variante ha aparecido. Puede haber otras publicaciones de esta misma u otras variantes. Consultar la fuente externa para ampliar información.

Margaret Cavendish (1666)

El mundo resplandeciente es una novela pionera que mezcla elementos fantásticos con otros de ciencia ficción acordes al conocimiento científico de la época en que fue escrita. Inicialmente, su autora la publicó como un añadido que complementaba su libro de "Observaciones sobre la filosofía experimental", un tratado científico.

Sinopsis:

La historia sigue a una joven que es secuestrada y llevada a un mundo alternativo a través del Polo Norte. Este mundo, conocido como el Mundo Resplandeciente, está habitado por criaturas extrañas, como hombres-oso, hombres-pájaro y hombres-pez, que viven en armonía bajo el gobierno de un emperador benevolente.

La protagonista, tras casarse con el emperador, se convierte en la emperatriz. Desde su posición recibe en audiencia a todos los gremios de sabios de animales-humanos, lo que sirve en la obra para hacer un resumen del estado de la ciencia del momento, entreverado con las opiniones y observaciones de la autora. Desde su posición, la emperatriz implementa una serie de reformas filosóficas y religiosas.

En su audiencia con los seres espirituales que pueblan el mundo, expresa su deseo de crear una cábala, una interpretación filosófica de las escrituras, para lo cual éstos se ofrecen a ponerla en contacto con alguien que la ayude, un filósofo antiguo o actual. Desechados todos, al final la emperatriz escoge para que la ayude al espíritu de la duquesa de Newcastle, con lo que la autora pasa a formar parte del relato como personaje.

En la parte final del libro, la duquesa y la emperatriz visitan el mundo de la duquesa y conocen al duque. Asisten a un juicio entre el duque de Newcastle y su enemiga la diosa Fortuna, que queda sin resolver, y organizan la defensa del reino originario de la emperatriz, en ese otro tercer mundo alternativo, atacado por enemigos.

La obra:

Como la autora advierte en la introducción y en el epílogo, la obra está organizada en tres partes. La primera y más corta, de carácter romántico, se centra muy brevemente en el secuestro de la mujer, su llegada al mundo resplandeciente y cómo se convierte en emperatriz.

La segunda, compuesta por la larga sucesión de audiencias con los sabios, es una manera más o menos amena de repasar las principales cuestiones científicas y filosóficas de la época. Esta parte es un documento interesante por cómo nos traslada a un momento singular de la ciencia, justo en medio de una revolución filosófica que al final del periodo barroco traería como resultado el gran salto adelante del conocimiento y el pensamiento. El Discurso del método (Descartes, 1637) es poco anterior y la Royal Society de Londres se había fundado tan solo cuatro años antes, pero en el erudito conocimiento de la duquesa la física se sigue llamando filosofía natural y la química apenas se ha desligado de la alquimia. Resulta sorprendente por honesto la confesión de la autora (o de su alter ego, la emperatriz) de que los conceptos matemáticos le parecen demasiado complejos, así como su desdén por la lógica.

La tercera parte, de venturas fantásticas, es la más imaginativa. Resulta muy curiosa la perspicaz defensa que la autora hace de su esposo el duque en un juicio alegórico que tiene un enorme sabor clásico, contrastado con la muy moderna fabulación de la guerra en el mundo originario de la emperatriz. Los conocimientos privilegiados de los habitantes del Mundo Resplandeciente les dan una ventaja insuperable en esta guerra, como una tecnología avanzada lo haría en una invasión extraterrestre.

¿Primera novela de ciencia ficción?

Suele mencionarse esta obra como una de las primeras novelas de ciencia ficción, adelantándose siglo y medio a Frankenstein, de Mary W. Shelley. Sin duda, en El mundo resplandeciente hay suficientes elementos afines al género como para no desechar esta afirmación sin más. Aunque la mayoría de lo relatado nos pueda parecer pura fantasía hoy en día, desde el punto de vista del conocimiento de la época no deja de tener cierta coherencia. Es también evidente el deseo de la autora de crear una historia como vehículo de la ciencia.

Y sin embargo, abundan los elementos fantásticos que la propia autora reconoce como fantásticos. El caso más evidente es el juicio alegórico, repleto de avatares y personificaciones de virtudes: Honestidad, Verdad, Experiencia, Fortuna... Cavendish en ningún momento pretende hacer pasar por reales tales mistificaciones, no son más que un recurso retórico e imaginativo, netamente fantástico. Y no es el único.

La autora escogió la imagen del mundo resplandeciente para ilustrar una utopía del conocimiento, un mundo armonioso donde la propia naturaleza de sus habitantes les ha inclinado al descubrimiento de la verdad. Los hombres-oso miran al cielo con sus telescopios, son los filósofos experimentales, los hombres-zorro son los políticos, los hombres-pájaro, gusano o pez son los filósofos naturales, los hombres-araña son matemáticos, etc. Y para reforzar esta imagen, el cielo de este mundo está lleno de estrellas resplandecientes, las cuales pueden ser desmanteladas por los hombres pájaro. No sólo están suficientemente cerca, sino que su tamaño es así de manejable, además de producir luz sin calor. Teniendo en cuenta la rabiosa vigencia de las aportaciones de Copérnico (1473-1543), Bacon (1561-1626), Kepler1 (1570-1630) o Galileo (1564-1642), las fantasías de Cavendish parecen sospechosas si se pretenden hacer pasar por un mundo plausible a la luz del conocimiento, más en una persona sumamente ilustrada como era ella.

Por comparación, Los estados e imperios de la Luna (Cyrano de Bergerac, 1657) es una obra sin duda mucho más abierta a la fantasía pero, estrictamente, la distancia que las separa es pequeña. El método de viajar a esos otros mundos, a través del Polo Norte, no es menos chocante que viajar a la Luna usando botellas de rocío. ¿Pensaba Cavendish que había un portal mágico que unía los polos de los infinitos mundos? Sin duda, la idea es sugerente y ha sido utilizada en ciencia ficción, pero su presentación en el libro no permite suponer por parte de la autora una intención de verosimilitud a la luz de la ciencia.

Y esto no deja de ser lógico. Cavendish mezcló géneros sin prejuicios, sin pretensiones, sin pensar siquiera que mezclaba unos géneros que aún no estaban definidos. Por otra parte, en un momento en el que la ciencia aún no había rigorizado su método y seguía dando cabida a elucubraciones más o menos consistentes, una obra literaria que quisiese servir como vehículo de la misma o que se inspirase en ella para crear mundos inevitablemente debía tirar de fantasía. Tal vez, la ciencia ficción no pudo nacer hasta que la ciencia moderna y su método fue universalmente asumido. Aunque Bacon y Galileo ya asentaron este método, es claro que los diálogos de la emperatriz y la descripción del mundo no lo han adoptado plenamente y se encuentran a caballo entre dos mundos, el antiguo y el nuevo.

La obra de Cavendish es sin duda valiosa porque apunta hacia posibilidades literarias que aún estaban por desarrollar, pero su intención de plausibilidad no parece mayor que la Historia verdadera, escrita en el siglo II por Luciano de Samósata. La Utopía (1516) de Tomás Moro es más estricta en argumento y también anterior, mucho más influyente por otra parte. En general, la obra de Cavendish parece más afín a los mundos fantásticos, pero es cierto que plantea muchos artefactos narrativos que luego han recibido mucha atención en la literatura de fantasía y ciencia ficción, como el viaje improbable a otro mundos (léase Los viajes de Gulliver, de Jonathan Swift, 1726 o Una princesa de Marte, de Edgar Rice Burroughs, 1912) o el uso práctico de elementos científicos y tecnológicos, al estilo de la novela científica de Julio Verne.