El ajedrez en la ciencia ficción
El ajedrez es un juego milenario, universalmente conocido y uno de los más jugados en el mundo. Es un juego sin azar en el que dos jugadores mueven por turnos 16 fichas con diferentes características sobre un tablero de 8×8. El juego termina cuando uno de los jugadores da "jaque mate", una posición en la que la ficha que representa al rey adversario no puede evitar ser capturada.
Dada al ausencia de azar y que la gran cantidad de movimientos posibles obliga a realizar complicados cálculos de estrategia, el ajedrez está considerado un juego de inteligencia. Por este motivo, ha sido amenudo empleado para caracterizar la capacidad de los personajes en numerosas obras, entre ellas, por supuesto, obras de ciencia ficción.
De esta forma, en Los Stone Robert A. Heinlein se vale del ajedrez para mostrar a una inteligentísima abuela jugando por radio contra su nieto sin tener el tablero delante, así como para demostrar la precoz inteligencia del nieto, que con unos pocos años de edad pone a su abuela cada vez más difícil ganarle.
Algo similar ocurre en la película 2001 cuando vemos a HAL ganar a Frank Pool. Kubrick muestra así que los ordenadores, máquinas torpes y lentas en 1968, año de la película, han evolucionado hasta derrotar al hombre en juegos de inteligencia en el año 2001. Arthur C. Clarke, autor de la versión literaria de 2001, explica que la superioridad de HAL es tal que ha debido ser programado para perder en la mitad de las ocasiones, a fin de no afectar a la moral de los tripulantes.
Un ejemplo especialmente significativo lo tenemos en Blade Runner, cuando Roy Batty se franquea la entrada hasta Tyrell mediante un brillante final en el que sacrifica la dama para ganar la partida. Cabe destacar que esta partida es una partida real jugada en 1851 en Londres entre Anderssen y Kieseritzky y que fue denominada "Juego Inmortal" por estar considerada tácticamente perfecta.
Además de los ejemplos anteriores, el ajedrez sirve en 1984, tanto en el libro original de George Orwell como en la película de Michael Radford, para representar la soledad de Winston Smith al final de la historia, cuando se sienta solo en el rincón de un bar para jugar al ajedrez sin nadie que quiera sentarse a su lado y jugar una partida.