Diferencia entre revisiones de «La tercera expedición»
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Finalmente, el asombro se mezcla con una alegría llena de estupor cuando los tres hombres van reconociendo sus propios hogares a a miembros de su familia que estaban muertos, de nuevo vivos en Marte, como si efectivamente Marte fuera el Cielo. | Finalmente, el asombro se mezcla con una alegría llena de estupor cuando los tres hombres van reconociendo sus propios hogares a a miembros de su familia que estaban muertos, de nuevo vivos en Marte, como si efectivamente Marte fuera el Cielo. |
Revisión de 17:48 23 dic 2008
La tercera expedición | |
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Autor: | Ray Bradbury |
Otros títulos: | {{{Otros títulos}}} |
Datos de primera publicación(1): | |
Título original: | Mars is Heaven! The Third Expedition |
Revista o libro: | Planet Stories |
Editorial: | {{{Editorial}}} |
Fecha | 1948 de {{{Año}}} |
Publicación en español: | |
Publicaciones(2): | Crónicas marcianas |
Otros datos: | |
Saga: | Crónicas marcianas |
Premios obtenidos: | Salón de la Fama de la ciencia ficción (Antología) |
Otros datos: | No hay otros datos |
Fuentes externas: | |
Tercera Fundación | [{{{URL-3F}}} Ficha] |
ISFDB | [{{{URL-ISFDB}}} Ficha] |
Otras fuentes | {{{URL-OtrasFuentes}}} |
Notas: | |
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Ray Bradbury ({{{Año}}})
Ray Bradbury (1948)
- A.k.a. Marte es el Cielo
Sexto relato de las Crónicas Marcianas, correspondiente a abril de 2000, originalmente publicado con el título de Marte es el Cielo.
La tercera expedición llega a Marte. Si en la primera expedición fueron dos hombres, en la segunda cuatro, en esta llegan al planeta rojo dieciséis hombres incluido el capitán John Black, un octogenario que ha prolongado su vida con la apariencia de tener cuarenta años mediante técnicas geriátricas. Esta expedición es mucho más cautelosa y está mucho mejor preparada frente a posibles contingencias, con un capitán mucho más receloso y estricto que los anteriores. No se quiere correr ningún riesgo tras el fracaso de las dos expediciones anteriores y teniendo en cuenta además las extrañas circunstancias en las que los cohetes dejaron de transmitir su posición.
Así, aunque todo parece tranquilo tras el aterrizaje, el capitán Black decide que el primer reconocimiento lo realizarán él y otros dos hombres antes que arriesgarse a perder la nave.
Cuando salen al exterior, se encuentran conque han aterrizado cerca de un pueblo de apariencia antigua y muy terrestre, tan similar al pueblo de la niñez del capitán que no puede por menos que recelar.
Las teorías se suceden: los miembros de expediciones anteriores han construido el pueblo, o tal vez los viajes interplanetarios existes desde principios de siglo.
El asombro no hace más que aumentar cuando tras hablar con el primer habitante que encuentran, les informa de que se encuentran en la Tierra, en 1926. ¿Han viajado en el tiempo?
Finalmente, el asombro se mezcla con una alegría llena de estupor cuando los tres hombres van reconociendo sus propios hogares a a miembros de su familia que estaban muertos, de nuevo vivos en Marte, como si efectivamente Marte fuera el Cielo.
A pesar de todo el recelo, la alegría, la naturalidad de quienes les reciben es tal, que todos los tripulantes abandonan el cohete pese a las órdenes y cada uno termina cenando y durmiendo en sus respectivos hogares, incluido el receloso capitán Black, que ha descubierto a sus padres y a su hermano.
Sin embargo, por la noche, reposando más tranquilo en la cama, le asalta la sospecha de que quizás no sean sus verdaderos familiares, sino marcianos disfrazados.
Pese a la atmósfera de felicidad que construye al principio, Bradbury consigue introducir en el lector la sospecha de que algo no es correcto. Parece algo fácil de conseguir si se tiene en cuenta que gracias a los relatos anteriores el lector conoce efectivamente que Marte no es el Cielo y que los marcianos tienen portentosos poderes mentales, pero no hay que olvidar que el relato fue originalmente publicado de forma independiente en una revista, y que puede ser leído con este espíritu.
Resulta también remarcable la similitud de esta premisa con la que desarrolla Stanislav Lem en su novela Solaris (1961), donde a los protagonistas también se les aparecen familiares muertos, causando reacciones muy distintas, de miedo y pánico que nos parecerían más naturales. Sin embargo, ambos autores crean dos contextos diferentes para cada hecho. Mientras que Bradbury imaginó la aparición de todo el pueblo, de los objetos naturales en la antigua vida de los redivivos, y les dotó incluso del recuerdo de su propia muerte para no crear una ruptura sobrenatural, Lem trae a la vida a los suyos en medio de un contexto que no les es propio, sin deseos de ser natural.
También el argumento principal de A vuestros cuerpos dispersos (1971) de Philip J. Farmer, pudo ser inspirado por este relato, ya que en ambos sucede que los muertos (aparentemente) vuelven a la vida (una vida de carne y hueso) situados en otro planeta, una reencarnación eminentemente física y alejada del concepto espiritual cristiano.