Los hijos del mañana

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Los hijos del mañana
Autor: Poul Anderson y F.N. Waldrop
Otros títulos:  
Datos de primera publicación(1):
Título original: Tomorrow's Children
Revista o libro: Astounding
Editorial: Street & Smith Publications, Inc.
Fecha marzo de 1947
Publicación en español:
Publicaciones(2): Los muchos mundos de Poul Anderson I
Otros datos:
Saga:
Premios obtenidos:
Otros datos:
Fuentes externas:
Tercera Fundación Ficha
ISFDB Ficha
Otras fuentes  
Notas:

  1. De la presente variante. Puede haber variantes anteriores. Consultar la fuente externa para ampliar información.
  2. Publicaciones en español las que la presente variante ha aparecido. Puede haber otras publicaciones de esta misma u otras variantes. Consultar la fuente externa para ampliar información.

Poul Anderson y F.N. Waldrop (1947)

Los hijos del mañana es un relato de Poul Anderson, publicado por primera vez por John W. Campbell en marzo de 1947, en la revista Astounding, constando como coautor F.N. Waldrop, un desconocido del que no se conoce ninguna otra obra de ciencia ficción. En ediciones sucesivas Waldrop ya no figuraría como coautor. En castellano, su primera traducción es de 1965 bajo el título El crepúsculo del mundo y en 1968 como Un mundo en el crepúsculo.

La trama:

El coronel Drumond vuelve de una misión de reconocimiento de dos años en las regiones de Europa y la URSS. Aquellos territorios están devastados debido a la guerra nuclear, especialmente Europa. Estados Unidos se encuentra poco mejor: todas las grandes ciudades han desaparecido en cráteres radiactivos y el polvo levantado por las explosiones permanece aún en el aire en forma de coloide. Sin embargo, parte de la estructura del ejército ha sobrevivido, lo suficiente como para asumir las funciones de gobierno y tratar de reconstruir el país con la esperanza de enmendar un poco el futuro que habrán de heredar las generaciones siguientes.

El relato:

Resulta un relato muy significativo dentro del contexto histórico en el que se enmarca. En 1947, año de su publicación, la Segunda Guerra Mundial había terminado hace poco más de un año, con el bombardeo atómico de dos ciudades japonesas. Anderson y otros muchos intelectuales comprendieron inmediatamente el horror que encerraba la posibilidad de usar armas atómicas en un próximo conflicto, cuando la guerra fría y su carrera armamentística apenas había comenzado.

El relato de Anderson es terriblemente lúcido. Las armas nucleares no son un tipo cualquiera de armas de destrucción masiva; su uso puede hacer posible la mutua aniquilación, la destrucción casi completa de una generación, pero el horror no se detiene ahí. El polvo radioactivo puede permanecer como un recordatorio, con su propia carga de dolor y muerte. Cáncer, malformaciones, mutaciones

El relato gira en torno a esta última posibilidad de manera inteligente, tanto para generar empatía en el lector como para proponer un discurso de conciliación que por momentos parece un alegato antirracista.

Desde el punto de vista pedagógico, el texto parece muy adecuado. Informa sin tremendismos sobre los efectos menos conocidos de una guerra nuclear (en especial, en la formación y persistencia del polvo coloidal radioactivo) y en el proceso de mutación y selección genética que podría conducir al fin de la raza humana aún incluso existiendo supervivientes tras el apocalipsis.

En lo literario, el lenguaje es claro y la narración fluida, con algunos giros y metáforas afortunadas y algunos demasiado manidos. Tan sólo el discurso final resulta un poco reiterativo y forzado, excesivamente didáctico en un su intención. Anderson se esfuerza por aclarar lo que ya era evidente, poniendo un broche un poco torpe a un relato bastante aceptable e, incluso, logrado.