Star Trek II: La ira de Khan

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Star Trek II: La ira de Khan
Ficha técnica
Título original: Star Trek II: The Wrath of Khan
Nacionalidad: EE.UU.
Estreno 1: 4 de junio de 1982
Duración: 113 min.
Ficha artística
Dirección: Nicholas Meyer
Guión: Jack B. Sowards y Nicholas Meyer (basada en la serie creada por Gene Roddenberry y Alan Dean Foster)
Producción: Robert Sallin
Fotografía: Gayne Rescher
Música: James Horner
Reparto: William Shatner (Almirante Kirk), Leonard Nimoy (Capitán Spock), DeForest Kelley (Dr. Leonard McCoy), Kirstie Alley (Teniente Saavik), Nichelle Nichols (Niota Uhura), James Doohan (Montgomery Scott), Walter Koenig (Pavel Chekov), George Takei (Hikaru Sulu), Ricardo Montalban (Khan)
Información suplementaria
Otros datos: No hay otros datos
Imdb: Ficha en Imdb
Notas:
  1. Fecha de primer estreno. No tiene por qué coincidir con el estreno en salas comerciales o emisión en abierto; puede ser en premieres, festivales u otras formas de distribución reducida o exclusiva.

Nicholas Meyer (1982)

Nicholas Meyer (1982)

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Ciencia ficción

Esta entrega de la saga apenas puede ser considerada ciencia ficción seria, sólo Space Opera.

Psicología

Por un lado, tenemos al reaparición de Kahn, un personaje que mejor hubiera sido dejar olvidado en Ceti Alpha 5, carente de profundidad psicológica o interés.

Otro tanto se puede decir de David, el hijo de Kirk, un personaje insulso y que no aporta nada positivo a la película, del cual se hubiera podido prescindir sin ni siquiera tener que modificar un sólo diálogo.

Se puede hacer una bola de papel con todas las páginas del guión que, como en estos dos ejemplos, tratan de conseguir profundidad psicológica para un producto cuyo objetivo original y último era proporcionar algo fácil de digerir y que debería haberse mantenido en esta ausencia de pretensiones. Salvaríamos, si acaso, el detalle de las gafas que el doctor McCoy regala al Almirante Kirk por su cumpleaños, por ser un atrezzo interesante y divertido.

Biología

Uno de los protagonistas de este guión descabellado es el mencionado parásito capaz de anular la voluntad de su huésped en beneficio de un tercero. Como estrategia evolutiva, esto no tiene ningún sentido, ya que el parasitado se convertiría en víctima inmediata de cualquier depredador, que acabaría tanto con el huésped y como con el parásito. También sería objetable la plausibilidad de tal mecanismo, pero en cualquier caso hemos de decir que el tema está mucho mejor expuesto y desarrollado en las películas de aversión biológica de David Cronenberg, como en Vinieron de dentro de..., realizada siete años antes de una manera más visceral e inquietante por su retorcimiento psicológico, o incluso mucho antes como pudo apreciarse en El experimento del doctor Quatermass de Val Guest.

La otra gran patada a la biología es el propio Proyecto Génesis. La idea de poseer una barita mágica que transforme materia inanimada en confortables planetas no es exclusiva de los guionistas de Star Trek (véase, por ejemplo, la entretenida Titán A.E.). Pero la terraformación es un proceso complicado cuya realidad está muy alejada de tales fantasías. Aún así, los guionistas Jack B. Sowards y Nicholas Meyer no hacen el más mínimo intento de justificar científicamente esta operación y se escudan la mágica sapiencia de los humanos del siglo XXIII.

Técnica

No vamos a diseccionar los numerosas incorrecciones comunes a toda la serie, como sería la gravedad artificial de la que disfrutan los tripulantes, el insólito color de los rayos en el vacío o las excesivamente oxigenadas explosiones. Lo que llama la atención especialmente de esta cinta es su final, para el que debe existir alguna explicación que los guionistas, una vez más, se olvidaron de proporcionar.

Durante la batalla en el interior de la nebulosa, el Enterprise resulta gravemente dañado y se queda sin energía mientras la cuenta atrás para la detonación del dispositivo Génesis llega a su final. Scotty, ingeniero portentoso, se ve en este caso superado por la avería, ¡porque el reactor se ha llenado de radioactividad!

El reactor del que está dotado la Enterprise se sirve de la aniquilación de materia-antimateria para producir energía para alimentar al motor warp. En un proceso bien equilibrado como se supone que es el del motor de esta nave, toda la materia (y antimateria) se transforma en energía, no dejando, por lo tanto, trazas radiactivas.

Existen emisiones peligrosas, por supuesto, como rayos gamma de alta energía, producto deseado de esta reacción; pero hay que tener en cuenta que la reacción incontrolada de antimateria provocaría inevitablemente una explosión mil veces superior a la correspondiente a una bomba de hidrógeno de masa equivalente.

Dado wue se nos dice que la nave es radiactiva, pero es evidente que no se ha desintegrado, tenemos que asumir este hecho como otro misterio a añadir a la larga lista.

Premios:

Obtenidos:

Finalista:

Saga de Star Trek

Siglo XXII Siglo XXIII Siglo XXIV

Tabla ampiada