Marte
El planeta Marte es conocido desde la antigüedad y ya desde los tiempos de Percival Lowell ha cautivado la imaginación de los hombres como un posible escenario de vida extraterrestre.
El marte real:
Marte es el cuarto planeta del sistema solar a partir del sol, y el primero de los situados más allá de la órbita terrestre. Es, al igual que Mercurio, Venus y la Tierra, un planeta telúrico (de naturaleza rocosa, a diferencia de Júpiter, Saturno, Urano y Neptuno, que son gigantes gaseosos).
El radio medio de su órbita es de casi 230.000 millones de kilómetros (vez y media la de la tierra) y tarda algo menos de 687 días terrestres en recorrerla. Su día (que recibe el nombre de sol) dura más o menos 24 horas y 40 minutos, por lo que el año marciano dura casi 669 soles. Su órbita es muy excéntrica y la variación de su distancia al sol es muy grande, por lo que la diferencia de temperaturas entre el verano boreal y el meridional puede llegar a ser de 30 K.
Su radio ecuatorial es de casi 6.800 kilómetros, la mitad del radio terrestre. Su superficie es el 28% de la terrestre pero, como la Tierra tiene un 71% de superficie oceánica, el total de superficie seca es similar en ambos planetas.
La temperatura media en Marte es de 210 K (-63º C), pero se han llegado ha medir picos de más de 293 K (+20º C). Sin embargo, no hay agua líquida; la presión atmosférica es tán baja que ésta se sublima al alcanzar los 193 K (-80º C). En Marte el agua está aprisionada en forma de hielo bajo la superficie, en los casquetes polares, y una escasa porción se encuentra circulando en forma de vapor o, directamente, nubes de cristales de hielo
Marte en la ciencia ficción dura:
El Marte real es el escenario de novelas de ciencia ficción dura, dentro la cuales no sería aventurado incluír La guerra de los mundos de H.G. Wells. Cierto que Wells imagina a Marte como un posible escenario de vida, pero los datos que proporciona acerca del planeta (radio orbital, planetario, periodo de revolución...) son básicamente correctos y tan precisos como podían serlo en 1898, año de la publicación de la novela. Incluso el hecho de considerar Marte como un planeta vivo no era descabellado, pues tres años antes Percival Lowell había publicado su estidio Mars en el que aseguraba que había observado la existencia de canales artificiales sobre su superficie.
Las arenas de Marte (1951), de Arthur C. Clarke aventura también la existencia de seres vivos en el planeta. No sólo formas de vida vegetal, sino incluso animales con un cierto grado de inteligencia.
El descubrimiento de en la década de los '70 por parte de las sondas Mariner y Viking de que Marte es, en realidad, un desierto helado sin agua líquida ni apenas atmósfera no supuso el fin de la fiebre marciana, más bien al contrario.
Tras estos descubrimientos Marte pasó a ser un mundo por colonizar, colonización que ha dado lugar a obras tan impresionantes como la trilogía de Marte de Kim Stanley Robinson. En esta trilogía, su autor narra una historia que se extiende cientos de años y varias generaciones. Sus descripciones, tanto del planeta como de la tecnología empleada en la terraformación son absolutamente rigurosas.
Dentro de la ciencia ficción dura tenemos también A través de Marte de Geoffrey A. Landis en el que un grupo de astronautas, debido a una avería en la nave en la que han aterrizado, deben atravesar miles de kilómetros a pie hasta la nave de una misión anterior, también fracasada y que no llegó a despegar.
El tema de las dificultades de las primeras misiones a Marte se ha repetido con frecuencia, sobre todo desde que se comenzó a hablar de misiones tripuladas para las primeras décadas de este siglo. Así, por ejemplo, sucede con Misión a Marte (2000) y la española Stranded (Náufragos) (2002), o las más fantasiosas Planeta Rojo (2000) y Conspiración Marte (2004). A pesar de los intentos de rigor científico en todas ellas (unas más que otras), casi ninguna puede evitar ceder un poco a la fantasía a la hora de explorar un mundo tan literario y sugerente como ha sido este planeta.
El Marte imaginario:
La Space Opera, sin embargo, se ha valido de una imagen de Marte muy diferente. En sus relatos y novelas Marte era un simple escenario, como bien habría podido serlo Venus o el planeta Floxon. La realidad física del planeta no tenía importancia: sólo se valían del aura de misterio del planeta para ambientar sus historias.
Entre las sagas ambientadas en Marte podemos citar las historias de Edgar Rice Burroughs. Este autor idea un Marte (cuyos habitantes llaman Barsoom) poblado de bellas princesas, sacerdotisas vírgenes y nobles guerreros. No es, ciertamente, una ciencia ficción muy pura; más bien se trata de fantasía épica. El hecho de que Burroughs hubiera decidido ambientar su mundo en Marte en vez de en un mundo imaginario como la Tierra Media de Tolkien o el Terramar de Ursula K. Le Guin es algo totalmente irrelevante.
El Marte que Ray Bradbury describe en Crónicas marcianas es también un Marte casi mágico, salpicado de ciudades en ruinas y barcos que navegan por mares de arena; pero sus historias son muy diferentes de las de Burroughs. No son historias de batallas dirigidas a un público adoleste, sino profundas reflexiones acerca de la naturaleza humana, en ocasiones muy críticas con la sociedad americana de su época y siempre cargadas de un cierto grado de lirismo.
En Tiempo de Marte de Philip K. Dick tenemos otra vez a Marte como escenario imaginario: un planeta de atmósfera respirable, marcianos decadentes y canales de agua que apenas son capaces de sostener una precaria colonización. Podría recordar al Marte de Bradbury, pero si Bradbury dota a sus relatos de belleza, K. Dick parece incidir casi en lo contrario, con seres mezquinos, amargados y resentidos.