Pierre Menard, autor del Quijote
Pierre Menard, autor del Quijote | |
---|---|
Autor: | Jorge Luis Borges |
Otros títulos: | |
Datos de primera publicación(1): | |
Título original: | Pierre Menard, autor del Quijote |
Revista o libro: | revista Sur #68 |
Editorial: | Sur |
Fecha | mayo de 1939 |
Publicación en español: | |
Publicaciones(2): | Antología de la literatura fantástica (1940) El jardín de senderos que se bifurcan (1941) Ficciones (1944) Narraciones (1982) |
Otros datos: | |
Saga: | |
Premios obtenidos: | |
Otros datos: | |
Fuentes externas: | |
Tercera Fundación | Ficha |
ISFDB | Ficha |
Otras fuentes | |
Notas: | |
|
Jorge Luis Borges (1939)
Pierre Menard, autor del Quijote es un relato de Jorge Luis Borges publicado originalmente en la revista argentina Sur en mayo de 1939, y luego recogido en diversas antologías de relatos del autor, como El jardín de senderos que se bifurcan (1941) o Ficciones (1944).
El relato está dedicado a Silvina Ocampo.
La trama:
Borges comienza quejándose del deficiente catálogo de la obra del autor realizado por madame Henri Bachelier, y se dispone a enmendarlo, enumerando su escueta obra publicada, casi toda, de corte intelectual, monografías sobre la obra de filósofos como Leibniz, Llull, sobre ajedrez y alguna obra poética.
Menard es, por tanto, un autor muy menor y oscuro; pero Borges se dispone a defenderlo en base a su mayor obra, desconocida para el público: un intento honesto de escribir el Quijote, del que consiguió terminar un par de capítulos y bosquejar otro.
Explica el narrador que Menard no pretendía transcribir una obra ya existente, ni actualizarla o versionarla, sino escribir exactamente la misma obra, palabra por palabra, pero como si la de Cervantes nunca hubiera existido. Es decir, escribir él -un poeta simbolista francés- en español una obra de caballerías ambientada en el siglo XVI, con sus mismos personajes, frases, modismos... El resultado, argumenta Borges, es sorprendente, porque las intenciones de ambos autores son radicalmente diferentes.
El relato:
Se trata de un relato engañoso, repleto de juegos. Como mero divertimento, es interesante perseguir estas ingeniosidades; pero resulta aún más interesante interpretar el relato bajo la perspectiva de un ensayo sobre crítica literaria.
Con mucha ironía, Borges reflexiona sobre algunos aspectos de la crítica y nos deja ideas que podrían constituir en sí mismas capítulos enteros de un libro de retórica.
Por ejemplo, durante la enumeración de la obra publicada de Menard, deja caer una afirmación del poeta que Borges parece hacer suya: "...censurar y alabar son operaciones sentimentales que nada tienen que ver con la crítica." Un defecto habitual que ni aun siendo conscientes del mismo se puede evitar (léase cualquier reseña de esta misma enciclopedia) y que contamina el análisis demostrativo con la intención de convencer al lector de nuestra propia opinión, en lugar de demostrársela.
Esta frase apenas es el aperitivo, porque la idea central, por supuesto, es la posibilidad (resumida en los párrafos finales) de leer cualquier obra ya escrita como si el autor fuera una persona totalmente diferente. Habla, por lo tanto, de la necesidad o no de situar una obra en su contexto histórico, como un producto del tiempo en que fue escrita, y del diálogo que se establece entre el escritor y el lector. Indirectamente, nos habla también de leer las críticas a las obras también dentro de su contexto histórico, lo cual empieza a producir un cierto vértigo relativista.
El mismo Borges trata la idea con gran ironía, y algunos rasgos en el relato nos permiten suponer que se trata en realidad de una censura a la tendencia de algunos críticos de analizar obras fuera de este contexto, dando como resultado esta curiosa fantasía de que parecieran haber sido escritas por personas diferentes.
En una cuestión adicional, tampoco es nada desdeñable la habilidad con que Borges construye el personaje de Menard, en las páginas iniciales, de manera casi totalmente indirecta, a través de su obra; y cómo esta obra propone las claves para la lectura de este ensayo literario camuflado como ficción.
Como se puede comprobar, un relato con muchas ideas escondidas, que ha tenido una enorme influencia en trabajos posteriores. Douglas Adams recomendaba la historia, lo que nos puede dar una idea de la fina ironía y los juegos que contiene. Referencias u homenajes a Menard podemos encontrarlos en obras de gusto postmoderno como Si una noche de invierno un viajero (Italo Calvino, 1979), La literatura nazi en América (Bolaño, 1996), La casa de hojas (Mark Z. Danielewski, 2000) o La broma infinita (David Foster Wallace, 1996), algunos, sacando especial partido de las posibilidades irónicas, poéticas de una bibliografía o filmografía minuciosa y ficticia.
Ciencia ficción:
Como cada vez que hablamos de la biblioteca ficticia imaginada por Borges, tenemos que defender el relato como un tipo de ciencia ficción en el que la innovación, el novum, es mínimo: la simple imaginación de que existe un autor (Menard) que se ha propuesto la inverosímil tarea descrita en el relato, lo cual conduce a una interesante riqueza prospectiva, cuyo argumento se desarrolla con lógica, coherencia, y sin recurrir a elementos fantásticos.
Sería suficiente con eso, pero en este caso podemos aquilatar un poco más la naturaleza del novum, gracias a las pistas que encontramos en la bibliografía de Menard. Se hace, por ejemplo, varias veces referencia a Leibniz, autor matemático y filósofo, que acudió a la noción de que existían ideas eternas al margen del pensamiento humano. Una de estas ideas podría ser, por tanto, el propio Quijote; idea a la que accedió Cervantes en su momento y con la que Menard trata de entablar contacto.