Fuera de temporada
Fuera de temporada | |
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Autor: | Ray Bradbury |
Otros títulos: | {{{Otros títulos}}} |
Datos de primera publicación(1): | |
Título original: | The Off Season |
Revista o libro: | 'Thrilling Wonder Stories' |
Editorial: | Love Romances Publishing Co., Inc |
Fecha | Diciembre de 1948 de {{{Año}}} |
Publicación en español: | |
Publicaciones(2): | 'Crónicas marcianas' |
Otros datos: | |
Saga: | Crónicas marcianas |
Premios obtenidos: | No se le conocen |
Otros datos: | No hay otros datos |
Fuentes externas: | |
Tercera Fundación | [{{{URL-3F}}} Ficha] |
ISFDB | [{{{URL-ISFDB}}} Ficha] |
Otras fuentes | {{{URL-OtrasFuentes}}} |
Notas: | |
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Ray Bradbury ({{{Año}}})
Ray Bradbury (1948)
Fuera de temporada es uno de los relatos que componen Crónicas marcianas, correspondiente a noviembre de 2005.
Argumento:
Sam Parkhil, un miembro de la cuarta expedición, se ha establecido en Marte y ha decidido poner un puesto de perritos calientes, un negocio que cree lleno de futuro ante la avalancha de turistas y colones que prevé que pronto inundará el planeta.
Cerca del momento de la inauguración, un marciano se le aparece a Parkhil indicando que desea hablar debido a que ha ocurrido algo importante. Parkhil se pone nervioso y temiendo que los marcianos pretendan recuperar las tierras donde ha asentado su negocio, le dispara, y huye en un barco de arena cuando aparecen otros.
Finalmente, los marcianos consiguen hablar con Parkhil y hacerle entrega de los títulos de propiedad de medio Marte, un regalo inesperado.
El relato:
Uno de los cuentos más significativos de esta colección, no sólo por la memorable persecución en los barcos de arena, sino especialmente por el contraste casi maniqueo entre Parkhil y los marcianos, un contraste cultural en el que el humano no queda bien parado.
Parkhil resulta en realidad un personaje casi caricaturesco por lo innoble, obtuso y mezquino. En el quedan depositadas todas los defectos extrapolables a los colonos imperialistas que se amparan en la fuerza y en una ley escrita ad hoc para imponerse sobre los derechos, el respeto y la justicia.
Bradbury, no obstante, no condena a toda la humanidad y junto a Parkhil sitúa al lacónico personaje femenino, su mujer, que asiste a los desmanes y a la caída de su esposo (que es la caída de toda la humanidad) con resignada censura, acentuad por una rebelde ironía. Ella también es una víctima de Parkhil y su forma de relacionarse, basada en el derecho de la fuerza.
El contrapunto lo suponen los enigmáticos, vagamente incomprensibles marcianos. Apenas unos cientos han sobrevivido a la enfermedad que los eliminó del planeta y su apariencia es más lejana y espiritual que nunca.
Pese a lo precario de su situación, se dejan matar por el terrestre sin tomar represalias y cuando lo detienen es para hacerle entrega de títulos de incalculable riqueza.
El final rebela en parte que el regalo es algo así como la sarcástica venganza de un pueblo extinto, que sólo por una enorme fuerza de voluntad ha conseguido animar unos cáscaras vacías de vida para llevar a cabo esta acción.
En suma, el relato tiene numerosos rasgos fantásticos y es uno de los más alegóricos de la serie. La escena final, en la que la Tierra surge en el horizonte como una luna, como si pudiera apreciarse su contorno pese a la enorme distancia desde Marte (desde donde la veríamos como una simple estrella de color azul), tiene una enorme fuerza visual, pese a lo incorrecto de su proposición científica. No es ignorancia por parte de Bradbury, un autor de gran cultura, sino un deliberado engaño, una licencia literaria. Y es que, como ya dijo en cierta entrevista: "Crónicas Marcianas no es ciencia ficción, es fantasía. No podría ocurrir."