Canales marcianos
Los canales marcianos son uno de los grandes tópicos acerca del planeta Marte.
El origen del mito:
El mito tiene su origen en los trabajos de Giovanni Schiaparelli, un astrónomo italiano que, en 1877, creyó ver en sus observaciones del planeta rojo líneas rectas a las que dio el nombre de "canali", palabra que en italiano puede tener tanto el significado de "surco" (indicando un origen natural) como de "acequia" (que implica una obra de ingeniería y, por lo tanto, un origen artificial).
Schiaparelli no se pronunció en ninguno de los dos sentidos. Sin embargo, cuando el artículo fue traducido al inglés la palabra se tradujo como "canals", que implica un origen artificial y, por lo tanto, de vida extraterrestre.
Esto produjo una fiebre de observaciones del planeta por parte de diferentes observadores. Aunque muchos de estos oservadores aseguraron ver canales, los planos que dibujaban no eran coherentes entre sí; algunos veían que algunos canales eran dobles (dos canales paralelos), otros aseguraban que en los cruces de los canales se veían puntos gruesos (que vendrían a ser ciudades) y, en general, las alineaciones de canales de unos no coincidían con las de otros.
Uno de los personajes más influyentes a la hora de propagar la teoría de los canales fue Percival Lowell, un astrónomo que hizo construír su observatorio lejos de las grandes ciudades para poder disfrutar de un cielo más puro y, en consecuencia, mejores observaciones.
Como fruto de estas observaciones Lowell trazó una serie de planos del planeta en los que detallaba la posición de los canales que creía haber observado, y publicó tres libros (Mars en 1895, Mars and Its Canals en 1906, y Mars As the Abode of Life en 1908).
Lowell llegó a elaborar una compleja teoría en la cual los marcianos eran un pueblo antiguo y decadente que vivía en un planeta moribundo. Según sus teorías, los canales eran un desesperado intento de transportar el agua de los polos a un ecuador desértico.
El punto de vista escéptico:
No todos los observadores compartieron este punto de vista.
El astrónomo E.E. Barnard, por ejemplo, aseguró no haberlos visto en sus observaciones.
En 1903 Joseph Edward Evans y Edward Maunder realizaron un experimento con escolares: colocaron en la pizarra dibujos de círculos con manchas en su interior y pidieron a los alumnos que los dibujaran. Los alumnos de los pupitres cercanos dibujaron correctamente las manchas, pero los más alejados no vieron estas manchas, sino que, debido a la distancia, las entremezclaron llegando a dibujar lineas. Este experimento reforzaba la idea de que los canales podían ser una mala interpretación de accidentes marcianos demasiado cercanos entre sí.
En 1907 el naturalista Alfred Russel Wallace publicó el libro Is Mars Habitable?. En él exponía que la temperatura y la presión atmósferica de Marte eran demasiado débiles para permitir la presencia de agua líquida.
En 1909 Eugène Antoniadi, empleando el telescopio de 83 centímetros del observatorio Meudon no pudo apreciar la existencia de canales y, más o menos por esta época, los análisis espectroscópicos revelaron que no había agua en la atmósfera marciana.
A pesar de estas pruebas, los "creyentes" se negaban a aceptar su error. Esgrimían argumento como que en las fotografías no se veían canales ya que los largos tiempos de exposición hacían que la agitación de la atmósfera terrestre desdibujara los canales; la observación visual, sin embargo, y según sus argumentos, podía aprovechar los escasos momentos de visión clara para percibir estructuras que se perdían en la atmósfera.
Pese a todo, poco a poco la idea de los canales fue perdiendo fuerza y, finalmente, incluso Lowell tuvo que reconocer su error.
Los canales en la ciencia ficción:
Pese a todo, esos escasos años en los que la creencia de los canales permaneció vigente, éstos conformaron una imagen de un Marte romántico que muchos autores adoptaron en su universo particular.
Cabe destacar, por ser uno de los primeros y estar escrito en plena fiebre de los canales, el Marte de Edgar Rice Burroughs. Aunque el Marte de Burroughs es más bien un escenario de aventuras más cercano a la fantasía épica que a laciencia ficción, en él se presenta la idea de un planeta que se apaga y surcado de canales.
En el Marte de Ray Bradbury, aún escrito también años después de que la polémica de los canales hubiera concluído, aparecen también canales y hermosas ciudades ciudades pertenecientes a pueblos ya extinguidos.