Trastornos mentales en la ciencia ficción

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La enfermedad mental o trastorno mental es una alteración mental que afecta a las emociones, al comportamiento o a la cognición; frecuentemente, a varios de estos aspectos de manera simultánea. Por ello, pueden quedar afectados procesos psicológicos básicos como la emoción, la motivación, la cognición, la conciencia, la conducta, la percepción, la sensación, el aprendizaje, el lenguaje... Todo lo cual produce dificultades de adaptación social y malestar subjetivo.

Diversos trastornos mentales han tenido un papel central en el desarrollo de importantes obras de ciencia ficción. Alguno de los más profusamente reflejados en la ficción han tenido que ver con alteraciones de la percepción (ampliamente, en la obra de Philip K. Dick) y procesos de extrañamiento en mayor o menor medida, logrando diferentes efectos poéticos y desarrollando recursos retóricos como el denominado narrador no confiable, el tratamiento de la otredad, la inducción del terror a lo incontrolable o lo incomprensible e, incluso, el solipsismo.

También, con frecuencia, la inclusión de trastornos mentales ha servido como recurso para enriquecer algunos personajes y protagonistas, dotándoles de mayor relieve, contrastes y claroscuros.

Por ello, se puede diferenciar, en una primera instancia, el uso del trastorno mental como recurso persuasivo que impulsa la narración o como recurso que permite enriquecer personajes.

Como recursos narrativo:

En ocasiones, en la obra de ciencia ficción el trastorno mental cumple una función fundamental en la narración, llegando a estar inextricablemente unido al nóvum o configurando el escenario en sus características más esenciales.

Con esto, el autor puede proponerse objetivos muy diversos y personales, pero es posible establecer una serie de tipos iniciales: El trastorno mental asociado a un trastorno de la percepción, el trastorno mental como metáfora del aislamiento y el trastorno mental como encarnación de la incomprensible.

Trastorno mental y narración alterada:

El primer tipo propuesto se corresponde con un recurso muy frecuentemente utilizado en ciencia ficción y que es casi un canon: El trastorno mental en el narrador produce una ambivalencia en el lector ante el mundo descrito. Es decir, nos encontramos ante un tipo de narrador no confiable cuyo relato es puesto en tela de juicio, precisamente, porque se pone en entredicho la capacidad del narrador para percibir la realidad con objetividad.

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Trastorno mental y aislamiento:

Casi todos los trastornos mentales producen problemas de adaptación social y numerosas obras, de ciencia ficción o no, han utilizado este recurso para tratar de hacer que el lector empatice con aquellos aspectos emocionales del trastorno que pueden encontrar un paralelismo en otros aspectos de una vida más normotípica.

Siendo el propio género de la ciencia ficción una literatura frecuentemente segregada y minusvalorada, cabe preguntarse si sus lectores aficionados no pueden, precisamente, desarrollar una especial sensibilidad ante estas situaciones de inadaptación.

Por otra parte, la propuesta de un protagonista que inicialmente es marginado por ser fiel a su propia esencia y que (normalmente) termina triunfando gracias a esa especial manera de ser, es también un canon dentro de la literatura juvenil.

Cubriendo estas posibilidades encontramos el uso del trastorno mental como un tropo de una situación de aislamiento o inadaptación más convencional, que la narración intensifica con fines dramáticos.

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Por otra parte, con frecuencia, esta intención de usar el trastorno mental como elemento aislador se circunscribe casi en exclusiva a alguno de los personajes y no es un verdadero motor de la trama, sino que simplemente colabora a enriquecer la obra.

Trastorno mental y horror:

Los trastornos mentales, en la vida real, conllevan habitualmente un importante estigma que, lamentablemente, muy a menudo se ha trasladado a las obras de ficción, contribuyendo a perpetuar una situación social injusta. Y decimos injusta porque, contrario a lo que se suele pensar, las personas con trastorno mental son objeto de violencia o delitos con mayor frecuencia que una persona normotípica, precisamente debido al estado de desventaja en el que les sitúa su condición.

Muy probablemente, el origen de estos prejuicios se encuentran en la sensación de anormalidad que el ciudadano medio puede tener frente a una persona que no responde a los estereotipos. Este no ajustarse a la norma produce cierto desasosiego relacionado con la impredecibilidad y la ausencia de control.

Precisamente, y prescindiendo de estereotipos, estas características hacen que la enfermedad mental -la locura- sean un elemento muy sugerente cuando la intención del autor es construir un relato de terror. La literatura está repleta de ejemplos, pero en ciencia ficción, el caso más paradigmático de lo que queremos decir es, sin duda, el horror cósmico de H.P. Lovecraft.

En su obra, Lovecraft propone una colección de seres cuya mera forma o existencia escapa a lo que la mente humana es capaz de concebir o comprender, y los testigos de esta realidad "inefable" tienden a volverse locos o a experimentar arrebatos de locura que no son otra cosa que un cortocircuito, una desconexión temporal de la cordura, superada por lo que se ve forzada a experimentar.

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Como recurso estilístico (personajes):

La caracterización de personajes asignándoles un trastorno mental es un recurso estilístico bastante habitual. A veces, usado con ligereza, acudiendo a estereotipos que dan lugar a personajes mal definidos; a veces, valiéndose precisamente de esos estereotipos para hacer rodar la acción con economía de palabras; y, a veces, utilizando el trastorno mental para otorgar una dimensión adicional a algún personaje.

Trastorno mental y su uso en estereotipos:

El uso de estereotipos para definir personajes con rapidez es casi una necesidad en algunos relatos cortos. Alguno de estos estereotipos son, precisamente, el del científico loco y su versión más amable, el profesor chiflado.

En el primero, el trastorno mental (la locura) que lo caracteriza sele ser un narcisismo exacerbado (el doctor Moreau de la novela de H.G. Wells, 1896), cuando no una patente psicopatía (de nuevo, Moreau, pero su versión en La isla de las almas perdidas, Erle C. Kenton, 1932). Nemo (20.000 leguas de viaje submarino, Julio Verne, 1869), por su parte, podría ser etiquetado de misantropía, el rechazo y el menosprecio a toda la especie humana, asumida como una verdadera patología que le lleva a una guerra encubierta.

Por su parte, el profesor chiflado (ejemplarizado por los profesores Tornasol, Challenger, Farnsworth..., e incluso por algunos avatares del Doctor Who) suele aportar una visión más benevolente y cómica tanto de la ciencia como del estereotipo del científico inmerso en sus estudios. En este caso, el trastorno mental suele ser una mera exageración de una condición bastante común, un talante distraído (Tornasol), que a veces encubre un cuadro más serio que podría implicar una ausencia de teoría mentalista, con dificultades para empatizar con sus semejantes (Challenger, el Doctor...) o una evidente degradación de las capacidades cognitivas (Farnsworth, aquejado de demencia senil).

Trastorno mental y su uso en la construcción de personajes:

Más allá de los meros estereotipos

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