Playa terminal (Relato)

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Playa terminal (Relato)
Autor: J.G. Ballard
Otros títulos: La playa terminal
Datos de primera publicación(1):
Título original: The Terminal Beach
Revista o libro: New Worlds Science Fiction
Editorial: Nova Publications Ltd.
Fecha Marzo de 1964
Publicación en español:
Publicaciones(2): Playa terminal (Antología Berkley)
Playa terminal (Antología Gollancz)
Cuentos completos
Otros datos:
Saga:
Premios obtenidos:
Otros datos:
Fuentes externas:
Tercera Fundación Ficha
ISFDB Ficha
Otras fuentes  
Notas:

  1. De la presente variante. Puede haber variantes anteriores. Consultar la fuente externa para ampliar información.
  2. Publicaciones en español las que la presente variante ha aparecido. Puede haber otras publicaciones de esta misma u otras variantes. Consultar la fuente externa para ampliar información.

J.G. Ballard (1964)

Playa terminal es un relato de J.G. Ballard que se mueve en el territorio intermedio entre ciencia ficción y realismo que caracteriza a este autor.

Sinopsis:

Traven es hombre que, abrumado por la pérdida de su mujer e hijo en un accidente, ha huido a Eniwetok, un atolón en el pacífico en el que cinco años antes se realizaron pruebas atómicas.

Allí, sin provisiones ni cuidados, en medio de un paisaje compuesto de arena y abandonadas construcciones de hormigón, el deterioro físico y mental de Traven irá progresando, identificándose con el paisaje que es, así mismo, una premonición del futuro de la humanidad.

El relato:

Playa terminal es un relato bastante experimental que apuesta explícitamente por el signo que sería la marca de la nueva ola, el desplazamiento del interés de los autores desde un espacio exterior (el objeto tradicional de la ciencia) a un espacio interior, psicológico.

Como en varios otros relatos de esta época, Ballard refleja la preocupación de la sociedad de aquella época por la proliferación del armamento nuclear. Para ello escoge un lugar emblemático, el atolón de Eniwetok, en las islas Marshall, en el cual se desarrollaron importantes pruebas atómicas entre 1948 y 1958; entre ellas, Ivy Mike, la primera bomba de hidrógeno. Las instalaciones llevan cinco años abandonadas (estamos en 1963), y los aeródromos, búnqueres y torres de observación desiertos, parcialmente invadidos por la arena, son un escenario soberbiamente ballardiano. La vida ha desaparecido, a excepción de algunos peces en piscinas que un grupo científico visita periódicamente para documentar los efectos mutagénicos de la radiación, y el paisaje sintetiza dos tiempos, un pasado postapocalíptico (en relación al atolón, ahora estéril) y un futuro ominoso que Traven (y quizás el propio autor) percibe como ineludiblemente ominoso, el futuro del Homo Hydrogenensis.

Resulta un relato repleto de imágenes interesantes, con un tiempo sosegado, perturbador en ocasiones y certero en la expresión de sus preocupaciones.