Diferencia entre revisiones de «La isla de hormigón»

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Revisión de 10:32 19 abr 2021

La isla de hormigón
Autor: J.G. Ballard
Otros títulos: La isla de cemento
Datos de primera publicación(1):
Título original: Concrete Island
Revista o libro: Concrete Island
Editorial: Jonathan Cape
Fecha Abril de 1974
Publicación en español:
Publicaciones(2): La isla de hormigón
Otros datos:
Saga: No pertenece a ninguna saga
Premios obtenidos: Premio Gigamesh
Otros datos: Ficha en ISDB
Fuentes externas:
Tercera Fundación [{{{URL-3F}}} Ficha]
ISFDB [{{{URL-ISFDB}}} Ficha]
Otras fuentes {{{URL-OtrasFuentes}}}
Notas:

  1. De la presente variante. Puede haber variantes anteriores. Consultar la fuente externa para ampliar información.
  2. Publicaciones en español las que la presente variante ha aparecido. Puede haber otras publicaciones de esta misma u otras variantes. Consultar la fuente externa para ampliar información.

J.G. Ballard (1974)

La isla de hormigón, a veces mal traducida como La isla de cemento, es una novela corta publicada por Ballard poco después de su novela Crash, con la que mantiene bastantes puntos en común.

La trama:

Robert Maitland es un arquitecto de 35 años que un día al salir del trabajo sufre un accidente en la autopista. Su coche (un precioso jaguar) sufre un reventón y Maitland, que conducía por encima del límite de velocidad, pierde el control del mismo y termina destrozando la barrera provisional de seguridad y cayendo por el terraplén hasta el fondo de una tierra de nadie entre los nuevos enlaces de carreteras que conectan Londres con el aeropuerto.

Seriamente herido, Maitland intenta salir de alli por su propio pie, pero el fuerte tráfico, la apatía de los conductores que le ven y no paran, y su propia percepción distorsionada por causa de un incipiente delirio febril, hacen que la tarea parezca imposible.

Pese a lo absurdo que parece, Maitland debe resignarse a permanecer en aquella isla de hormigón y altos terraplenes por un tiempo indefinido, herido y sin recursos, como un nuevo Robinson.

La novela:

La isla de hormigón, pese a su brevedad, no es una lectura ligera y el lector debe estar prevenido de que no se encuentra ante un tipo de literatura típica dentro de la ciencia ficción. Pese a su relación formal con la novela de Daniel Defoe, la obra no se centra en aspectos como la superación humana o el dominio de la naturaleza (aunque puedan estar presentes). No hay aventura y el objetivo aparente, que es salir de la isla, por momentos deja de tener sentido. En cierta manera, puede considerarse que es una obra intimista y reflexiva; y sin embargo, la psicología del personaje parece alejarnos de él, haciendo difícil la identificación del lector con el mismo.

Estos aparentes fallos pueden hacer que numerosos lectores resulten poco impresionados por el conjunto, y consideren la obra fallida e incluso aburrida y repetitiva a ratos, cuando no inverosímil.

No obstante, contemplada desde cierta luz, resulta fácil entender que Ballard no perseguía escribir ni una novela de aventuras ni una obra moralizante, y ni siquiera un estudio de profunda inmersión en la psicología de un individuo. La isla de hormigón habla de alienación, de violencia, de degradación y, en definitiva, de un horror pequeño, apenas perceptible, escondido en la deshumanización tecnológica, la psicopatología moderna que centrara el interés de Ballard en la trilogía formada por Crash (1973), La isla de hormigón (1974) y Rascacielos (1975).

Maitland no podría ser de ninguna manera un héroe. Su frialdad, su sociopatía a veces, debe crearnos esa sensación de no empatizar. Su alienación física es una metáfora de su alienación moral; Ballard se niega a utilizar sutilezas para ocultar esta metáfora, evidente desde los primeros compases de la narración y ya antes desde la introducción que el propio autor nos ofrece. Muchas otras metáforas contenidas en la novela no son tan obvias, por supuesto; y hay que reconocer el talento de Ballard para crear imágenes y simbolismos con los que transmitir su pensamiento a un nivel más visceral que racional.

En definitiva, al lector avisado lo que le queda es la sensación de que, aunque la obra esté protagonizada por Maitland, de quien se habla es de la sociedad en su conjunto. El escenario se impone sobre los personajes y el escenario es el coche, la máquina poderosa que transporta y que mata, el hormigón que crea caminos y cárceles, los elementos de la vida moderna (por oposición a los elementos de la naturaleza) hechos para servirnos, que transforman nuestra vida, no siempre de manera que nosotros seamos conscientes, no siempre para bien.

¿Ciencia ficción?:

Al igual que sucede en Crash, la novela parece difícil de etiquetar como ciencia ficción. Formalmente, discurre en un presente estricto (22 de abril de 1974, mismo mes y año de publicación de la novela), su nóvum no propone ninguna innovación tecnológica, no hay ningún cambio con respecto a la realidad tal y como la conocemos...

Pero lo que sí hace esta obra es plantear la manera en que la tecnología afecta a la sociedad. Aún sin que el lector se de cuenta, cuando cree que se le está hablando de un hombre atrapado en una incongruente parcela de tierra, cuando asume que esa isla es una metáfora del aislamiento del individuo, la obra sigue penetrando más y más profundamente, hasta fascinar y asquear, remover la percepción que tenemos del continuo avance de la ciencia y la tecnología, cuyas manos no están tan limpias, que no está exento de consecuencias imprevistas, a veces desagradables.

La isla de hormigón es excelente ciencia ficción, excelente literatura.

Premios:

Finalista: