La cacería

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La cacería
Autor: Stanislaw Lem
Otros títulos:  
Datos de primera publicación(1):
Título original: Polowanie
Revista o libro: Polowanie
Editorial: Kraków: Wydawnictwo Literackie
Fecha Fecha desconocida de 1965
Publicación en español:
Publicaciones(2): Relatos del piloto Pirx
Otros datos:
Saga: Saga del piloto Pirx
Premios obtenidos:
Otros datos:
Fuentes externas:
Tercera Fundación Ficha
ISFDB Ficha
Otras fuentes  
Notas:

  1. De la presente variante. Puede haber variantes anteriores. Consultar la fuente externa para ampliar información.
  2. Publicaciones en español las que la presente variante ha aparecido. Puede haber otras publicaciones de esta misma u otras variantes. Consultar la fuente externa para ampliar información.

Stanislaw Lem (1965)

Este es el primer relato de un segundo ciclo dentro de los agrupados dentro de Relatos del piloto Pirx, en los que Lem parece interesarse más específicamente por estudiar a los robots; en realidad, las posibilidades de la inteligencia artificial.

En este caso, en La cacería, el problema lo plantea un robot estropeado. originalmente diseñado para funciones mineras en la Luna, un accidente daña sus circuitos y su comportamiento se vuelve agresivo. Dotado de un potente láser de minería, ataca diversos convoyes de vehículos. Su mirada electrónica le confiere un puntería escalofriante, y su malfuncionamiento convierte su objetivo en una incógnita.

Pirx, casualmente en la base lunar, será movilizado con otros voluntarios para cazar al robot. El relato describe el rastreo y el tiroteo final, al tiempo que indaga en las motivaciones del robot.

Rigor científico:

Sin poder etiquetar la obra de Lem como ciencia ficción dura, lo cierto es que el escritor polaco es siempre riguroso con aquellos datos científicos conocidos y los integra perfectamente en sus relatos. En este caso particular, Lem no olvida las particularidades del escenario elegido, la Luna. En su ausencia de atmósfera no se transmite el sonido (excepto a través del mismo suelo) ni es posible ver el haz láser del robot. Las carreras son inusualmente rápidas gracias a su baja gravedad, y Pirx ha de acomodar su deambular a los grandes saltos a los que inevitablemente le inducen su musculatura terrestre. El relato está repleto de otros pequeños detalles, como la consideración de las tormentas solares a la hora de establecer comunicaciones por satélite. Lem menciona al Sputnik, pero también propone otros métodos de comunicación como el telégrafo sísmico o los repetidores de ondas de baja frecuencia, similares a los de la antigua red de televisión, método elegido por el autor para su obra.

Lem tampoco se aleja de la verosimilitud a la hora de fundar el malfuncionamiento del robot. Como él mismo argumenta a través de uno de sus personajes, lo lógico sería que una máquina de precisión, al recibir un golpe y sufrir daños que inutilizan parte de la misma, dejara de funcionar completamente. Sin embargo, los cerebros de sus robots, de manera similar a los cerebros positrónicos de Asimov, no son simples circuitos electrónicos montados bajo un esquema altamente preciso, sino que realmente se parecen cada vez más al diseño de un cerebro humano. De tal forma, el cerebro del Setauro, el robot averiado al que hay que cazar, está dotado de un "exceso de potencia", que le permita mantener una parte de su cerebro adaptable a situaciones imprevisibles. Al estropearse alguna de las otras áreas, encargadas quizás de las directrices de su trabajo, este sobredimensionamiento le ha permitido seguir funcionando y adaptarse. Para Lem, las lesiones en un cerebro robótico tan complejo pueden ser similares a las del propio cerebro humano: no siempre sobreviene la muerte y a veces, áreas inicialmente sometidas al control primario, cuando este falla, toman el mando.

El final:

Como era de esperar desde un principio, Pirx consigue dar caza al robot. Y aunque la estrategia seguida es una parte muy importante del relato, la originalidad de la misma no lo es todo, ni siquiera la parte fundamental.

Al propio Pirx el comportamiento del robot le resulta perturbador, excesivamente similar al de un ser humano. Las circunstancias de su destrucción revelarán así mismo una gran ambivalencia.