Diferencia entre revisiones de «Humor en la ciencia ficción»

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Sin embargo, esto no significa que el género no haya tenido una buena colección de obras y autores que hayan explorado las posibilidades del humor, en ocasiones como divertimento, en otras como herramienta de crítica y denuncia.
 
Sin embargo, esto no significa que el género no haya tenido una buena colección de obras y autores que hayan explorado las posibilidades del humor, en ocasiones como divertimento, en otras como herramienta de crítica y denuncia.
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Así, ya desde los [[inicios de la ciencia ficción]] hay obras notablemente humorísticas como ''[[PlanilandiaPlanilandia]]'' ([[Edwin Abbott Abbott]], 1884), ''[[El gran experimento Keinplatz]]'' ([[Arthur conan Doyle]], 1885), o ''[[R.U.R. (Robots Universales de Rossum)|R.U.R.]]'' (1920) y ''[[La guerra de las salamandras]]'' (1935), estas dos últimas de [[Karel Capek]] y un claro ejemplo de que el humor no está reñido con la crítica social.
  
  
 
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El humor no ha sido algo frecuentemente asociado a la ciencia ficción, quizá debido a las características de sus dos principales ramas.

Por una parte, la ciencia ficción prospectiva, dado su carácter especulativo acerca de la sociedad y cómo ésta es influida por la ciencia y la [[tecnología, da lugar a escenarios serios, más dados al drama en el que los protagonistas se enfrentan a los problemas derivados de aquello sobre lo que la obra quiere alertar. Por otro, la ciencia ficción maravillosa, apelando al sentido de la maravilla, da lugar más a aventuras emocionantes o exploraciones que pueden ser incluso solemnes si el autor quiere quiere hacer alarde de conocimientos o imaginación con su worldbuilding.

Sin embargo, esto no significa que el género no haya tenido una buena colección de obras y autores que hayan explorado las posibilidades del humor, en ocasiones como divertimento, en otras como herramienta de crítica y denuncia.

Así, ya desde los inicios de la ciencia ficción hay obras notablemente humorísticas como PlanilandiaPlanilandia (Edwin Abbott Abbott, 1884), El gran experimento Keinplatz (Arthur conan Doyle, 1885), o R.U.R. (1920) y La guerra de las salamandras (1935), estas dos últimas de Karel Capek y un claro ejemplo de que el humor no está reñido con la crítica social.