Ciencia ficción submarina

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La ciencia ficción submarina es el conjunto de aquellas obras de ciencia ficción ambientadas en colonias o instalaciones submarinas o bien se narra la colonización de los fondos oceánicos.

Aunque el mar ocupa el 71% de la superficie de la Tierra, la ciencia ficción ha dedicado muchas más páginas y fotogramas a la exploración espacial que a la de los fondos oceánicos. De esta forma, la ciencia ficción submarina es más una rareza dentro de género que parece haberse interesado más por la exploración espacial o especulaciones relacionadas con los desarrollos científicos y tecnológicos.

El motivo es, sin duda, el poco peso que la exploración oceánica ha tenido en la vida real. Salvo puntuales exploraciones de las fosas abisales o de las dorsales, el ser humano no ha prestado al fondo oceánico más atención que la necesaria para cartografiarlo. Y es que, pese a sus posibilidades, las dificultad técnicas para su colonización son mayores de lo que suele suponerse.

La exploración submarina en la realidad:

Uno de los sueños más recurrentes de la humanidad es poder habitar bajo el mar con total normalidad. Vivir en esa parte tan poco explorada e inaccesible de nuestro planeta es algo que históricamente se nos ha resistido, pese a todos los intentos y todas las fantasías imaginadas, a día de hoy, es imposible que un ser humano desarrolle toda una vida bajo el mar con normalidad.

Aunque parece que el mar está "ahí mismo", que sólo hay que adentrarse en él y "dejarse caer", la exploración submarina reúne una serie de complicaciones técnicas que hacen del fondo del mar un lugar más inaccesible, incluso que el espacio. Buena prueba de ello es que, aunque disponemos ya de estaciones espaciales más o menos estables, no hay nada semejante a un emplazamiento submarino permanente y, a pesar de que los fondos marinos contienen ricos yacimientos minerales, las compañías mineras no han encontrado una forma rentable de aprovecharlos.

El origen de estas dificultades son las grandes presiones existentes en los fondos marinos. La profundidad media de los fondos marinos es de unos tres mil metros. A estas profundidades la presión es de trescientas atmósferas. Construir vehículos o estructuras que resistan estas presiones está en los límites de la actual ingeniería (como comparación, la diferencia entre la presión atmosférica terrestre y la del espacio exterior es de sólo una atmósfera).

La forma en que estos problemas se han resuelto ha sido mediante costosísimos vehículos de capacidad y autonomía muy reducidas (apenas suficientes para un breve paseo de ida y vuelta) o aumentando la presión atmosférica a la que se someten los exploradores, lo que implica problemas derivados de la mezcla de gases que respiran y grandes inconvenientes como largos periodos de descompresión a su regreso.

La exploración submarina en la ciencia ficción:

Ciudades submarinas de leyenda:

El afán por conquistar el mar, por poder habitarlo con total normalidad como si fuese la superficie terrestre probablemente se remonta al inicio de la civilización. La Atlántida, aparecida por primera vez en los diálogos de Timeo y Critias, de Platón. Una ciudad legendaria de la que nunca se ha probado su existencia pero que ha alcanzado tal fama que durante más de un siglo se la ha buscado con la debida seriedad arqueológica, sobre la que aún hoy incontables personas creen en su existencia y a la que a lo largo de los siglos le han salido imitadores en todos los océanos, como las también hundidas y misteriosas islas de Mu o Lemuria.

Mucho después H.P. Lovecraft, fantasearía con la recolonización del mar por un ser humano transformado por ancestrales y oscuros poderes en los llamados Profundos. Esta recolonización tiene que llevar al ser humano hasta la ciudad sumergida de R'lyeh, donde yace el antiguo dios Cthulu, eje crucial de gran parte de su obra. Hay alguna descripción de R'lyeh en los Mitos de Chtulu, y la describen como una ciudad ciclopea de arquitectura no euclidiana. Sin embargo, debido a las mutaciones "necesarias" para habitar esa ciudad bajo el mar, H.P. Lovecraft se queda más cerca de la fantasía que de la ciencia ficción racionalmente posible.

La invención del submarino:

Fue gracias a la invención de los primero submarinos, parecidos a grandes barriles de madera y unidos a la superficie por un cordón umbilical que les suministraba aire, cuando empezó a ser una idea algo más racionalmente posible, más que un simple sueño.

En la obra 20.000 leguas de viaje submarino de Julio Verne (1869), el habitáculo estrecho y oscuro que eran en realidad los submarinos se transformaba en el Nautilus, una enorme nave con todo tipo de lujos y comodidades, al menos para su Capitán Nemo, que disfrutaba de varias salas para usos tan poco relacionados con un submarino como son las cenas de gala o dar conciertos de órgano.

Más tarde (1954), la versión cinematográfica de la novela 20.000 leguas de viaje submarino, dirigida por Richard Fleischer y producida por Walt Disney, nos mostró "construido" aquello que sólo habíamos podido ver hasta la fecha en cómics o en nuestra imaginación. La sala del órgano y las enormes cristaleras por las que se ve el fondo marino hacen que el submarino parezca en realidad una enorme mansión anclada bajo el mar.

Varios años después de esta obra, H.G. Wells escribiría En el abismo (1896). En este breve relato Wells haría una aproximación a una primera exploración de los fondos marinos mucho más plausible que la de Verne. Riguroso escritor de ciencia ficción dura, Wells imaginaría una curiosa forma de descenso, pero el vehículo que describe es, al menos en su parte habitable, muy similar a los batiscafos de décadas después.

Colonizar el mar:

El renombrado autor de ciencia ficción Arthur C. Clarke, en su obra En las profundidades (1957), nos brinda otro de los escasos ejemplos de ciencia ficción submarina. Aunque no describe emplazamientos estables ni duraderos, en esta novela el hombre ha "domesticado" el mar, con rebaños de ballenas pastoreados para su explotación como alimento, granjas de plancton y una próspera actividad minera.

La novela Esfera (1987) de Michael Crichton y en la película Abyss (1989), probablemente sean los dos ejemplos mejor explicados y más coherentes de lo que podría ser la vida submarina, al menos los aparecidos en la ciencia ficción. Más allá de las valoraciones literarias o cinematográficas, ambas obras inciden en las dificultades técnicas de establecer hábitats estables en los fondos marinos, haciendo una aproximación bastante plausible a la forma que estos hábitats adoptarían, así como a las dificultades técnicas a las que se enfrentarían sus habitantes.

Varios años posterior a estos ejemplos, tenemos la serie de televisión SeaQuest (1993 - 1996). Aunque vistosa, esta serie obvia algunas de las complicaciones técnicas de las enormes presiones que cabría esperar en los fondos marinos. Pese a ello, el diseño de vehículos y emplazamientos resulta bastante plausible y, en todo caso, es uno de los poco ejemplos en los que el ser humano ha colonizado el mar de forma amplia y se plantea en serio su exploración.