Diferencia entre revisiones de «Ciencia ficción española»

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El éxito de los bolsilibros anima a editoriales a publicar colecciones que traducirían obras de autores extranjeros, principalmente anglosajones, lo que permitiría dar a conocer a los lectores españoles lo que se hacía en otros países. Entre estas estarían la ya mencionada ''Nueva dimensión'', pero también la colección ''[[Nebulae]]'' de Edhasa, la ya mencionada revista ''[[Nueva dimensión]] o las antologías de editoriales como Minotauro, Acervo o Bruguera. Así se popularizaron autores como [[Isaac Asimov]], [[Robert A. Heinlein]], [[Ray Bradbury]], [[Cliford D. Shimak]] o [[Philip K. Dick]].
  
 
En lo concerniente a la producción nacional, tres personas son fundamentales para comprender y ejemplificar los grandes cambios cualitativos  de la ciencia ficción española de este periodo: [[Ángel Torres Quesada]], [[Gabriel Bermúdez Castillo]] y, sobre todo [[Domingo Santos]].
 
En lo concerniente a la producción nacional, tres personas son fundamentales para comprender y ejemplificar los grandes cambios cualitativos  de la ciencia ficción española de este periodo: [[Ángel Torres Quesada]], [[Gabriel Bermúdez Castillo]] y, sobre todo [[Domingo Santos]].

Revisión de 15:14 6 may 2019

Es innegable que la ciencia ficción no ha tenido en España la implantación que ha tenido en los países anglosajones, pero esto tampoco quiere decir que no haya habido dentro de la ciencia ficción española obras o autores dignos de ser tenidos en cuenta.

Hay que hacer notar que la producción de ciencia ficción en España se encuentra muy condicionada por la particular historia del país, que tras una guerra civil tuvo el bochornoso honor de vivir bajo una dictadura de cuarenta años en la Europa del siglo XX.

Orígenes (s. XIX y anteriores):

La ciencia ficción en España cuanta, como otras literaturas, con algunos ejemplos en fechas tan tempranas como el s. XVIII, como Parábola sobre la religión y la política entre los selenitas (Abate Marchena, 1787), Aventura magna del Bachiller (Pedro Gatell, 1790) o Viaje fantástico del gran Picástor de Salamanca ((Diego Torres, 1724), obras que se valen del pretexto de un viaje imaginario para ensalzar virtues o criticar defectos de la época, como haría Swift en Los viajes de Gulliver.

El género evolucionaría en la segunda mitad del s. XIX siguiendo los pasos de H.G. Wells o Julio Verne. En este sentido, ciencia ficción moderna española es más tardía que en el mundo anglosajón o en el resto de Europa, cuyos pasos seguía. En este sentido, la ciencia ficción española pretendía también servir de vehículo para la divulgación científica, imitando los esquemas de su modelo europeo, sería lo que se conocería como "novela científica", que tuvo su tiempo en la época positivista que va de 1868 a 1998 en la que el futuro era visto con optimismo. De esta época son las obras escritas por autores de renombre como Azorín, Pío Baroja o Unamuno o el grupo de "los chicos de Londres" ("London boys"), periodistas corresponsales en la capital británica que llegaron a mantener contacto con autores como H.G. Wells; pero estas serían rarezas excepcionales. Entre esta ciencia ficción de sabor anglosajón, cabe destacar por discordante El anacronópete, de Enrique Gaspar, publicado en 1887. Pese a su escasa calidad es una de las primeras historias publicadas de viajes temporales (si no la primera).

Comienzos del s. XX:

El desastre del '98 cambió el punto de vista positivo de la literatura española y, en consecuencia, el cambio de siglo trajo una nueva forma de ver el género.

Uno de los primeros autores de ciencia ficción española (entendiendo como "autor de ciencia ficción" aquel que tiene una producción abundante y continuada dentro del género) fue José de Elola, más conocido por su pseudónimo Coronel Ignotus. Comienza a escribir en 1918 y deja de hacerlo en 1922. Sus argumentos carecían de interés y a menudo la historia era interrumpida por explicaciones pseudocientíficas que el autor parecía creer ciertas pero, al menos, se le reconoce como el pionero del género en este país. Tras José de Elola el principal autor sería Jesús de Aragón, que escribiría bajo los pseudónimos de Capitán Sirius y J. de Nogara. Su literatura era muy superior a la de Elola, si bien su enfoque era más semejante al de Julio Verne (autor con el que se le ha comparado muy a menudo).

Tras estos dos tímidos intentos, la ciencia ficción española se mantuvo en silencio durante casi veinte años. Durante esta pausa los españoles se dedicaron a matarse entre sí durante la Guerra Civil y a recuperarse de ello bajo la firme tutela de una dictadura.

Pulp en España (años de postguerra):

La España del periodo de posguerra no era el lugar más adecuado para que germinaran las publicaciones con ideas novedosas venidas del extranjero. Pese a esto llegó a publicarse alguna revista pulp aunque, obviamente, con mucho menos éxito que en Estados Unidos. Entre estas revistas cabe destacar la revista Futuro, que publicó 34 números entre los años 1953 y 1954.

Hubo también novelas pulp, las llamadas "novelas de a duro" y los "bolsilibros". Se trataba de novelas baratas, de un formato algo menor que el de los libros normales, publicadas con cierta periodicidad, dirigidas a un público juvenil o de escasa cultura y, generalmente, de una calidad mediocre. Se trataría de una literatura "de editor", es decir: sería el editor quien definiría el argumento de la historia diseñado específicamente para adecuarse a los gustos de su público objetivo y los autores escribirían de forma mercenaria hasta completar el número de palabras acordadas, por lo que son habituales los diálogos que se alargan para cumplir ese cupo. La desvinculación de los autores era tal que los pseudónimos les eran impuestos, y no sólo un autor podía escribir bajo distintos pseudónimos, sino que un mismo pseudónimo podía ocultar distintos autores. Estas novelas suponían un gueto cultural: los autores "serios" no publicaban en este tipo de libros y quienes sí lo hicieron rara vez consiguieron salir de este tipo de publicaciones. Su temática podía ser variada: novelas policiacas, westerns y, por supuesto, ciencia ficción.

Pese a todo, hay algunos autores de calidad, como Tomás Salvador, autor de la novela La nave (1959), cuya trama tiene lugar en una nave generacional o la saga de relatos de Marsuf, un desastrado viajero espacial de carácter casi mítico, José Mallorquí, quien fuera director de la ya mencionada revista Futuro, o Pascual Enguídanos, autor de la saga de los Aznar, publicada en la colección Luchadores del espacio.

En 1968 comienza a publicarse la revista Nueva dimensión, dirigida por Domingo Santos, de gran influencia al editar en España obras de origen anglosajón que permitieron conocer a los autores locales qué se estaba haciendo en otros países.

Los años '70 y '80 (finales del franquismo y transición):

El éxito de los bolsilibros anima a editoriales a publicar colecciones que traducirían obras de autores extranjeros, principalmente anglosajones, lo que permitiría dar a conocer a los lectores españoles lo que se hacía en otros países. Entre estas estarían la ya mencionada Nueva dimensión, pero también la colección Nebulae de Edhasa, la ya mencionada revista Nueva dimensión o las antologías de editoriales como Minotauro, Acervo o Bruguera. Así se popularizaron autores como Isaac Asimov, Robert A. Heinlein, Ray Bradbury, Cliford D. Shimak o Philip K. Dick.

En lo concerniente a la producción nacional, tres personas son fundamentales para comprender y ejemplificar los grandes cambios cualitativos de la ciencia ficción española de este periodo: Ángel Torres Quesada, Gabriel Bermúdez Castillo y, sobre todo Domingo Santos.

El primero, Torres Quesada, era un autor profesionalmente formado en la escritura de las aventuras intrascendentes de las novelas de a duro, y que en esta etapa da un salto a una literatura de mayor alcance, sin perder por ello el gusto por la narración de aventuras. De manera similar, Bermúdez Castillo irrumpe a principios de la década con una serie de obras más comprometidas que sus predecesores, con temas centrados en la crítica al consumismo y la censura. Viaje a un planeta wu-wei (1976), por ejemplo, es una novela que narra el viaje de un hombre de los mundos civilizados a un planeta aparentemente salvaje, pero cuyos habitantes, en realidad, han conseguido una armonía entre naturaleza y progreso.

Domingo Santos, por su parte, como autor, publicaría Gabriel en 1975, otra novela con aura mítica en España, en la que un robot reflexiona sobre el ser humano. Pero es su trabajo como editor aún más importante, tanto desde dentro de la editorial Acervo, donde escogía novelas españolas de ciencia ficción para publicar, como al frente de la revista Nueva dimensión, desde la cual proporcionaría un escaparate para los nuevos autores que estaban surgiendo. Fundada en 1968 y cerrada en 1982, en Nueva dimensión publicaron autores ya clásicos como Ángel Torres Quesada, así como autores mucho más modernos como Juan Miguel Aguilera, Rafael Marín, Javier Redal o Elia Barceló, futuros artífices del definitivo cambio de calidad que los pioneros como Bermúdez, Torres y Santos iniciaron en la década de 1970.

Por su parte, la Editorial Minotauro tendría gran importancia en esta época, no sólo por el plantel de autores anglosajones que publicaría (Brian W. Aldiss, J.G. Ballard, Alfred Bester, Ray Bradbury, Ursula K. Le Guin...), sino especialmente por su política de mantener las obras siempre en catálogo. Así, aunque no se puede destacar su publicación de autores nacionales, sus obras darían a conocer el género y a los escritores españoles, lo que marcaría fuertemente la temática y calidad literaria de sus obras.

Después de Nueva Dimensión:

A pesar de lo que pueda dar a entender el cierre de Nueva dimensión, en los años '80 y '90 hubo un aumento de la producción de ciencia ficción con toda una serie de nuevos autores como Javier Negrete, Julio Septién, Jordi Sierra i Fabra, Rodolfo Martínez, José Antonio Cotrina o Daniel Mares entre muchos otros. Cabe destacar en esta época la colección Nova ciencia ficción, editada desde 1985 por Ediciones B y dirigida por Miquel Barceló, cuyo gusto y selección dejaría su marca en el género. Otras publicaciones interesantes serían los fanzines y revistas Gigamesh. BEM y Artifex, comenzados a publicar en 1985, 1990 y 1997, respectivamente.

En 1991, se funda la Asociación Española de Fantasía y Ciencia Ficción (AEFCF), que sería clausurada en 2004 para renacer convertida en la Asociación Española de Fantasía, Ciencia Ficción y Terror, (AEFCFT), siendo su primer acto oficial la entrega del premio Ignotus a Agustín Jaureguizar. También en 1991 se funda, por iniciativa de Miquel Barceló, el premio UPC de ciencia ficción, concedido por la Universidad Politécnica de Cataluña, y se reeditan las hispacones, convenciones de ciencia ficción que habían permanecido en letargo desde 1980 y que resurgirían trayendo como invitados de honor a reconocidos autores internacionales.

Desde entonces, la ciencia ficción ha ido ganando adeptos sin conseguir, sin embargo, dejar de ser considerada un género menor (si bien esto es algo que ocurre también en los países en los que está más reconocida). Por otra parte, los nuevos autores, lejos de especializarse en ciencia ficción como han hecho los autores estadounidenses, han alternado este género con la fantasía y la literatura juvenil, géneros de mucha mayor aceptación entre los editores.

La Era de Internet:

El auge de Internet y sus posibilidades al abaratar costos y eliminar intermediarios entre el productor de contenidos y el usuario, ha abierto nuevos caminos para la publicación, no sólo de obras literarias (e incluso audiovisuales) sino también en la creación de plataformas de difusión de opiniones, críticas y aspectos de la cultura relacionados con la ciencia ficción.

Durante la primera década del siglo XXI, la mayoría de los fanzines y revistas supervivientes dieron el paso a la publicación electrónica (BEM on line, por ejemplo), como mejor medio para sobrevivir en el mercado, y actualmente ha demostrado ser el medio más adecuado para unos contenidos que son generados en su mayoría por amantes del género, aunque existan magníficos ejemplos de profesionalidad y rigor como la revista Artifex o Hélice.

Un poco más de tiempo tardó en cuajar la autopublicación y la "impresión bajo demanda", que permite imprimir un número reducido de ejemplares (incluso uno sólo) cuando se piden, lo que elimina la necesidad de tener stocks. Hay diversas editoriales de impresión bajo demanda, tales como la española Bubok o la norteamericana Lulu. Esto permite a los escritores autopublicarse a bajo coste y sin riesgo económico, con el notable inconveniente que supone para el lector naufragar en un mar de obras mediocres que no han pasado ningún filtro editorial.

Mientras que los dos ejemplos anteriores (revistas y libros electrónicos) son adaptaciones de fenómenos que ya existían, el surgimiento de la internet 2.0 ha favorecido el surgimiento de otros fenómenos que se han hecho característicos del fandom, como las wikis o enciclopedias colaborativas, y los blogs, bien sean personales de autores o sociales de grupos de usuarios. Estos fenómenos han favorecido una evolución del fandom, que evoluciona hacia un fuerte activismo a través de internet y cada vez es menos un fenómenos ultraespecializado coordinado a través de publicaciones irregulares y de baja tirada.

Véase también: