Camuflaje termo-óptico

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En la saga de Ghost in the Shell los miembros de la sección 9 y otros cuerpos de intervención de elite, utilizan frecuentemente camuflaje termo-óptico para obtener una ventaja estratégica cuando deben realizar asaltos o persecuciones.

Cuando los agentes lo llevan activado, sus figuras apenas se perciben como siluetas que distorsionan el fondo al moverse, de manera similar a como sucede en la película Depredador (1987).

Hay diversas técnicas realistas para conseguir invisibilidad, aunque básicamente se reducen a la idea teórica de que, mediante materiales específicamente diseñados para ello, la luz sea totalmente refractada por el traje, obligándola a tomar un camino específico que rodee al agente. El resultado es que el rayo de luz incidente parece atravesar al sujeto, aunque en realidad lo rodea.

Conseguir un material que realizara este trabajo para todas las longitudes de onda del espectro electromagnético conseguiría que el sujeto no sólo fuera invisible al ojo humano, sino también a la luz ultravioleta, infrarroja o los microondas.

Por lo visto en la saga, y a pesar de las minuciosas acotaciones que Masamune Shirow hizo en el manga, no podemos afirmar que sea esta la tecnología utilizada. En vez de un traje de invisibilidad, podría tratarse de un traje de camuflaje, una especie de tejido que "pinta" una imagen sobre el cuerpo casi idéntica al fondo que tiene detrás, un tejido inteligente, mimético.

No obstante, este camuflaje sería meramente óptico, y quedaría resolver aún graves inconvenientes cómo camuflar las emisiones térmicas que emite el propio cuerpo. La tecnología requerida para ello, por supuesto, es mucho más sencilla, y un simple traje aislante podría reducir hasta tal punto la pérdida de calor que la fuente de calor que supone el propio cuerpo quedara enmascarada en el ambiente.

Pero, aún engañando al ojo y al detector de calor, los agentes con este camuflaje no serían indetectables por otros medios no demasiado complejos y que se usan habitualmente en la actualidad.

De manera similar a como funciona la ecolocación o el sonar, un cuerpo puede ser detectado por las señales que refleja, no sólo por las que emite (como el caso del calor corporal). Actualmente, por ejemplo, se utiliza luces infrarrojas para vigilancia nocturna. De noche, un hipotético asaltante vestido con un traje aislante negro cumpliría satisfactoriamente los dos preceptos anteriores del camuflaje termo-óptico. Sin embargo, al ser alumbrado por luz infrarroja (invisible al ojo humano), reflejará parte de ésta, delatando su posición ante un detector de infrarrojos.

Al igual que con los infrarrojos puede suceder con cualquier otro tipo de onda, sea electromagnética (microondas, ultravioleta…) o mecánica (infrasonidos, ultrasonidos…).

Para solventar este nuevo inconveniente, el traje de camuflaje debería contar con una nueva característica, la tecnología furtiva que utilizan los famosos “aviones invisibles”. Se trata de conseguir dispersar la mayor cantidad de la onda que incide sobre el cuerpo, de manera que sólo una pequeña parte rebote hacia el detector. Así, el eco será menor, y dependiendo del tipo de detector del vigilante, puede conseguirse que la presencia del intruso pase inadvertida.

Si el detector no tiene una gran precisión (tipo sonar), el eco puede no superar el umbral mínimo de detección o de cribado. La señal, recibida como un pulso, es tan débil que un avión es confundido con un pájaro, un submarino con un banco de peces y una persona con un animal. Si el detector tiene mayor precisión espacial, la representación del objeto puede dejar de ser nítida. El vigilante ya no verá claramente una figura humana, la típica mancha roja sobre fondo negro, sino que la intensidad aparecerá mermada.

En definitiva, el perfecto traje de camuflaje debería contar con tres capas de tejidos muy diferentes. Un aislante térmico (el menos problemático), un tejido inteligente que se mimetice con el entorno, y un tejido que disperse las ondas que incidan sobre él en todas direcciones.