¡Hagan sitio, hagan sitio!

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¡Hagan sitio, hagan sitio!
Autor: Harry Harrison
Otros títulos:
Datos de primera publicación(1):
Título original: Make Room! Make Room!
Revista o libro: Make Room! Make Room!
Editorial: Doubleday
Fecha 17 de junio de 1966
Publicación en español:
Publicaciones(2): ¡Hagan sitio, hagan sitio!
Otros datos:
Saga:
Premios obtenidos:
Otros datos: Adaptación al cine:
Cuando el destino nos alcance (1973)
Fuentes externas:
Tercera Fundación Ficha
ISFDB Ficha
Otras fuentes  
Notas:

  1. De la presente variante. Puede haber variantes anteriores. Consultar la fuente externa para ampliar información.
  2. Publicaciones en español las que la presente variante ha aparecido. Puede haber otras publicaciones de esta misma u otras variantes. Consultar la fuente externa para ampliar información.

Harry Harrison (1966)

¡Hagan sitio, hagan sitio! es una brillante exposición de una distopía en la que la ausencia de políticas de control de natalidad ha degradado las condiciones de vida de las ciudades hasta niveles angustiosos. Fue muy impactante en su momento y dio origen a una versión cinematográfica con el título ominoso de Cuando el destino nos alcance.

La novela:

Se acerca el año 2000 (el futuro a medio plazo en el momento en que se publicó la novela) y el gobierno estadounidense mantiene su política de incentivo a la natalidad que les llevó al baby boom después de la Segunda Guerra Mundial.

Entonces era una política inteligente, se necesitaban nuevos nacimientos que reemplazaran a los muertos en el conflicto. Pero el mantenimiento de esta tendencia ha desembocado en la superpoblación y la merma de recursos.

Harry Harrison lleva la distopia hasta el extremo. Con treinta y cinco millones de habitantes (actualmente tiene ocho millones), Nueva York es una ciudad degradada en la que la gente debe dormir en la calle; donde los ciudadanos de la tercera edad se han unido en ligas y se manifiestan violentamente y son reprimidos por fuerzas antidisturbios que no dan abasto, superadas por jornadas de trabajo dilatas, sin recursos y con sueldos retenidos; existen colas de racionamiento de agua y alimentos, y cartillas especiales para aquellos casos de malnutrición infantil.

Y sobre todo, no hay sitio para vivir. Los apartamentos han sido divididos y vueltos a dividir para albergar a las nuevas familias numerosas y el protagonista de la novela se puede considerar afortunado porque le es permitido habitar en una habitación de unos tres metros cuadrados para él sólo.

A pesar de todo, el gobierno mostrado por Harry Harrison se niega a cambiar de política, algo racional y económicamente absurdo. El motivo, la moral conservadora se ha impuesto de forma alarmante: el aborto es ilegal y los métodos anticonceptivos también.

El protagonista, Andy, es un honesto policía saturado de trabajo (y nos referimos a jornadas de catorce o dieciocho horas) que tiene que investigar un caso de asesinato para el que no tiene tiempo. Los asesinatos que no se pueden resolver inmediatamente (crímenes pasionales, testigos...) se archivan. Pero este es especial: alguien con dinero relacionado con la mafia.

Así conoce a Shirl, una hermosa joven que convivía con el mafioso. Ser la chica de alguien con dinero era su forma de sobrevivir.

Se sienten atraídos y se enamoran, pero pertenecen a mundos distintos. Shirl está acostumbrada a poder darse un baño de vez en cuando y compartir la casa (un apartamento de salón, cocina y una única habitación) con tan sólo una persona más.

Harri Harrison consigue que las pequeñas comodidades a las que está acostumbrada Shirl nos parezcan lujos deliciosos. En contraste, el mundo de Andy (ni siquiera el peor en esa sociedad) es claustrofóbico, más propio de una postguerra.

En efecto, podemos imaginar vivir unos cuantos años bajo restricciones, haciendo un sacrificio por un hipotético bien común mientras el país se recupera de un desastre. Sería penoso, difícil, pero soportable debido a la esperanza de que todo cambiase a mejor en un futuro no lejano, dando sentido a sacrificarse ahora por ese futuro.

Harrison nos desposee en la novela de esa ayuda: nada va a mejorar porque la política no cambia. Sólo irá a peor, más gente, menos recursos. ¿Y por qué? El mal entendido respeto a la vida (no controlar la natalidad) en realidad lo que hace es degradarla.

El mundo real:

La advertencia de Harry Harrison tenía más sentido en los años sesenta cuando se publicó la obra. La población estadounidense aumentó en 30 millones de personas durante la década de 1960, pasando de 150 a 180 millones, pese a una política migratoria relativamente restrictiva. Esto fue debido a múltiples factores, de entre los cuales cabe destacar la bonanza económica del país a raíz de la guerra, frente a la depresión que acababa de afrontar inmediatamente antes.

La moral de dirigentes posteriores como Reagan y Bush ha sido fuertemente conservadora, y sin embargo no ha vuelto a darse el caso de una explosión demográfica como aquella, aunque el crecimiento de la población ha sido continuo. En cierta medida, logramos eludir ese destino gracias a advertencias como la Harrison; pero también es cierto que el crecimiento de la población ha venido en este tiempo acompañado de un aumento en paralelo de la productividad que ha hecho que el nivel de vida no se ha deteriorado.

A pesar de esto, ¡Hagan sitio, hagan sitio! no ha perdido interés prospectivo. Desde principios de siglo diversos paneles de científicos y economistas vienen advirtiendo que el cambio climático, de no ser frenado, traerá consigo una fuerte caída de los recursos, crisis sociales, humanitarias y políticas, que pueden llevar a un deterioro de la calidad de vida similar al descrito en la novela.

El los aspectos políticos, permanece también la advertencia contra un sistema totalitario, donde lo social y lo económico no van entrelazados y la desigualdad social se acentúa. Harrison nos ilustra cómo una crisis, del tipo que sea, tomará siempre su peor parte sobre los más vulnerables, acentuando la brecha entre ricos y pobres.

Tampoco las amenazas de los problemas debido a la superpoblación han desaparecido por completo del mapa de las urgencias planetarias. China, gracias a una férrea política de control de natalidad ha logrado moderar su demografía, algo que parecía imposible a finales del siglo XX. Por contra, el elevado índice de natalidad en el continente africano ha estado asociado también a un alto índice de mortalidad por malnutrición y enfermedad, especialmente cuando la comorbilidad con otras crisis (guerras, sequías...) agravaban la situación de los más sensibles. En la India, por su parte, la ausencia de políticas de control de natalidad le han llevado a igualar la población de China; pero sin contar con mecanismos de redistribución de riqueza, los contrastes sociales son abrumadores y contradictorios.

Leyendo a Harrison en el contexto mundial actual, se comprende que la bonanza económica que disfrutamos en el primer mundo puede alterarse en pocas décadas y que haríamos bien en trabajar para que ese destino no nos alcance.

Premios:

A pesar de la gran fuerza de este relato, no obtuvo ningún premio destacado.

Premios de la adaptación cinematográfica: