Ecosistemas de ciencia ficción
Uno de los aspectos más fascinantes de la ciencia ficción es la libertad que da a sus autores de crear mundos que nada tienen que ver con los que conocemos en la Tierra.
La mayoría de estos escenarios son lugares dotados de animales y plantas totalmente extraterrestres, pero sin que los autores entren a describir las interrelaciones entre ellos. Sin embargo, algunos autores dan un paso más, tratando de imaginar ecosistemas completos que muestren interacciones más o menos complejas entre los diferentes seres que los habitan y totalmente diferentes de las que conocemos; es decir, se trata de ecosistemas más complejos que el esquema "planta extraña alimenta a hervíboro extraño que alimenta a depredador extraño".
Muchos de estos ecosistemas, aún cuando se salgan del esquema planta-hervívoro-depredaor, son en su química similares a los de la Tierra, hasta el punto de que los seres humanos pueden caminar por ellos, respirar su aire, beber su agua o comer sus alimentos. Otros autores son más ambiciosos y especulan acerca de ecosistemas totalmente exóticos, con una bioquímica muy diferente a a la que conocemos.
Esto que sigue es una pequeña lista de los ejemplos más sobresalientes de ecosistemas de ciencia ficción.
Tabla de contenidos
Ecosistemas similares a los de la Tierra:
Dune:
En Dune, publicada en 1965, Frank Herbert describe un planeta: Arrakis (más conocido como Dune). En Arrakis habita uno de los más conocidos de la ciencia ficción: el gusano de arena de Arrakis. Sin embargo, más allá de este animal, Herbert imaginó un complejo ecosistema en el que los gusanos, las truchas de arena y la melange interaccionan de forma compleja.
El ciclo vital de los gusanos de arena comienza cuando se unen varias truchas de arena. Esta unión da lugar a pre-gusanos.
Por otra parte, los excrementos de las truchas de arena al entrar en contacto con el agua (que es tóxica para los animales y plantas de Arrakis) da lugar a las masas de pre-especia. Estas masas de pre-especia acumulan gases que producen enormes explosiones. En estas explosiones se mezclan los materiales del fondo de la arena con los de la superficie. Al quedar expuestas al aire las masas de pre-especia se forma la melange.
Los pre-gusanos que sobreviven a la explosión sufren una transformación que dará lugar a un gusano adulto que, en su primera fase de vida apenas tiene un metro de longitud.
El gusano crece alimentándose de melange y truchas de arena hasta alcanzar longitudes de cientos de metros.
Tras su muerte, el gusano de arena se divide en pequeñas truchas de arena que dan de nuevo comienzo al ciclo vital.
Ecosistemas exóticos:
Llámame Joe:
En 1957 Poul Anderson publicó Llámame Joe. En este relato uno de los personajes controla telepáticamente un ser creado de forma artificial para adpatarse a la química de la vida en la superficie de Júpiter (o de lo que suponían que era la superficie de Júpiter en 1957, antes de la llegada de las Voyager):
- "(...) Una vida que emplea el metano líquido como diluyente básico, el amoníaco sólido como un punto de partida de la síntesis de nitrato. Las plantas emplean la energía solar para costruir compuestos insaturados de carbono, liberando hidrógeno; los animales se comen las plantas y vuelven a reducir esos compuestos a la forma saturada. Incluso hay un equivalente de la combustión. La reacción requiere encimas complejas y... bien, no es mi campo de trabajo."
Padre fundador:
Publicado en 1965, Padre fundador, de Isaac Asimov, narra la situación de unos astronautas cuya nave espacial ha caído en un planeta extraño.
La ecología de este planeta está basada en el amoníaco. Según describe uno de los protagonistas:
- "Se trata de un sistema metaestable. El amoníaco desaparece continuamente a causa de una oxidación geoquímica que forma nitrógeno; las plantas aprovechan el nitrógeno y regeneran el amoníaco, adaptándose a la presencia de este cuerpo."
Los protagonistas, con su nave demasiado dañada para poder volver a volar y con los sistemas de comunicación dañados, han quedado varados de por vida en el planeta, sin posibilidad alguna de huír ni hacer saber su situación. Deciden entonces variar el equlibrio del planeta para crear un nuevo ecosistema semejante al de la Tierra:
- "Si el promedio de formación de amoníaco por obra de las plantas descendiera un dos por ciento se establecería una espiral descendente. (...) Si pudiéramos cultivar nuestras plantas, la formación de oxígeno por fotosíntesis aumentaría el porcentaje de amoníaco oxidado. Hasta un aumento pequeño y localizado haría descender el amoníaco de la región, estimularía el crecimiento de las plantas de origen terrestre a la vez que inhibiría el de las indígenas, con lo cual el amoníaco descendería aún más, y así sucesivamente."
Lo más interesante del relato es que los hombres deciden dedicar el resto de sus vidas a la tarea no por motivos heroicos, o porque crean que así salvarán sus vidas o las de sus compañeros, sino porque es lo único que pueden hacer.