Diferencia entre revisiones de «El asesino»
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Revisión de 15:00 10 may 2014
El asesino | |
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Autor: | Ray Bradbury |
Otros títulos: | No se le conocen |
Datos de primera publicación(1): | |
Título original: | The Murderer |
Revista o libro: | Las doradas manzanas del Sol (Antología) |
Editorial: | Doubleday |
Fecha | Marzo de 1953 |
Publicación en español: | |
Publicaciones(2): | Las doradas manzanas del Sol (Antología) |
Otros datos: | |
Saga: | No pertenece a ninguna saga |
Premios obtenidos: | No se le conocen |
Otros datos: | No hay otros datos |
Fuentes externas: | |
Tercera Fundación | [{{{URL-3F}}} Ficha] |
ISFDB | [{{{URL-ISFDB}}} Ficha] |
Otras fuentes | {{{URL-OtrasFuentes}}} |
Notas: | |
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Ray Bradbury (1953)
Un relato muy sencillo y corto en el que Bradbury incide en uno de sus temas favoritos: la alienación del ser humano debido a la tecnología. En esta ocasión, además de arremeter contra la televisión como ya hiciera en El peatón (1951), se muestra especialmente crítico con la proliferación de hilos musicales, aparatos parlantes y teléfonos, llegando a aventurar la tiranía moderna que algunos sufrimos en poder del teléfono móvil.
En efecto, a Bradbury no se le escapó que si el teléfono se estaba convirtiendo en un aparato fundamental en los negocios, tarde o temprano se idearía algún aparato que cumpliese su función lejos de los hilos que lo mantenían recluido en los despachos o los domicilios particulares.
El autodenominado asesino que da título a éste cuento es en realidad un hombre corriente (como casi todos los protagonistas de Bradbury) en un futuro en el que todos los aparatos antes mencionados conspiran para eliminar la intimidad e incluso el silencio de toda persona. Todo el mundo está siempre localizable gracias a las radiopulseras (un reloj que en realidad cumple la misma función que nuestros teléfonos móviles). Esto que podría ser bueno, deviene a extremos grotescos en la suposición del escritor, que dibuja un panorama donde se hace uso y abuso de este medio de comunicación para cualquier banalidad.
El protagonista, en un arrebato de furia, comienza a destrozar todos los aparatos parlantes de su casa, la televisión, el teléfono... Sabotea el intercomunicador de su oficina echándole un vaso de agua y también el transmisor de radio del coche mediante el sofisticado procedimiento de verter sobre él un kilo de helado de chocolate.
Sus andazas suben en intensidad durante algunas horas hasta que finalmente es detenido por la policía y enviado al manicomio.
Aunque el final pueda parecer similar al de El peatón, el relato es mucho más humorístico y promueve una alegre rebeldía.