Diferencia entre revisiones de «El libro del día del Juicio Final»
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* 1995: [[Premio Ignotus]] a mejor novela extranjera | * 1995: [[Premio Ignotus]] a mejor novela extranjera | ||
+ | * 1995: [[Premio Italia]] (Italcon) a mejor novela extranjera | ||
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− | * | + | * 1993: [[Premio Británico de Ciencia Ficción]] |
− | * 1993: [[Premio SF Chronicle]] | + | * 1993: [[Premio SF Chronicle]] (segundo) de novela |
− | * 1993: [[Premio Arthur C. Clarke]] | + | * 1993: [[Premio Arthur C. Clarke]] de novela |
− | * 1993: Premio | + | * 1993: Premio de Fantasía Mitopoyética de novela |
− | [[Categoría:Literatura de ciencia ficción]] | + | [[Categoría:Literatura de ciencia ficción|Libro del día del juicio final]] |
− | [[Categoría:Novela]] | + | [[Categoría:Novela|Libro del día del juicio final]] |
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Última revisión de 15:36 10 oct 2021
El libro del día del Juicio Final | |
---|---|
Autor: | Connie Willis |
Otros títulos: | |
Datos de primera publicación(1): | |
Título original: | Doomsday Book |
Revista o libro: | Doomsday Book |
Editorial: | Bantam Spectra |
Fecha | Junio de 1992 |
Publicación en español: | |
Publicaciones(2): | El libro del día del Juicio Final |
Otros datos: | |
Saga: | |
Premios obtenidos: | Nebula Hugo Locus Kurd Lasswitz Gigamesh Ignotus Italia |
Otros datos: | |
Fuentes externas: | |
Tercera Fundación | Ficha |
ISFDB | Ficha |
Otras fuentes | |
Notas: | |
|
Connie Willis (1992)
Tabla de contenidos
Las premisas:
En un futuro relativamente cercano (año 2054), Kirvin, una joven estudiante de Historia, es enviada al año 1320 a una pequeña aldea medieval cerca de Oxford para estudiar la vida cotidiana de sus habitantes, poco conocida. Sin embargo, algo sale mal y la estudiante aparece en 1348, cuando la Peste Negra comienza a asolar Inglaterra.
Mientras tanto, en su presente, un misterioso virus comienza a hacer estragos entre la población, dificultando el rescate de Kirvin.
La novela:
La novela es compleja y aborda distintas tramas utilizando el viaje en el tiempo a modo de McGuffin, un elemento fundamental en la trama ya que desencadena la historia, pero que no constituye el eje de la misma, algo que es habitual en la mejor producción de Connie Willis. Así, el mismo viaje temporal es algo superficial en el relato y Willis no se preocupa en absoluto por los posibles aspectos científicos o filosóficos de estos viajes. No hay paradojas temporales porque el tiempo "se defiende a sí mismo" de ellas. Ningún giro argumental o idea chocante: la esencia de la historia es insertar a un personaje moderno en medio de una crisis medieval, así de sencillo.
El objetivo de Willis es mostrar que, independientemente del tiempo o el lugar, la esencia humana es la misma. En todo momento histórico los seres humanos han amado, se han comportado de forma mezquina, han ayudado de forma desinteresada a sus semejantes, han sido cobardes o valerosos... De esta forma, a pesar de la distancia temporal, los personajes medievales de la historia nos resultan comprensibles y cercanos a pesar de la barrera cultural.
El tema de la barrera cultural es importante y fundamental. Los personajes medievales se enfrentan al horror de la enfermedad de forma que hoy en día nos resulta incomprensible. Desconocedores de los conceptos de "microbio" o "contagio", entienden la enfermedad como un castigo divino y tratan de encontrar su origen en sus propias faltas y pecados. Su misma perspectiva del mundo es tosca, encontrando a menudo una explicación mágica a fenómenos cuya causa natural no podían conocer. Así, Willis no comete el error de tantos escritores que, al ambientar sus novelas en el pasado, construyen sus personajes con mentalidad moderna en un escenario histórico. Willis no sólo construye el escenario, sino que sus personajes son coherentes con el mismo: ignorantes, supersticiosos y, sin embargo, fundamentalmente humanos en sus motivaciones.
Willis trata en la novela también el tema de la religión. En una primera capa lo trata de forma sencilla, casi simplista. Uno de los personajes fundamentales de la novela es el padre Roche que, pese a su ignorancia, siente una devoción ciega hacia su dios al que trata de servir y honrar. A través de él la autora pretende representar la religión como impulso de bondad en el ser humano. En el otro lado de la balanza, y tratando de no resultar simplista, muestra también figuras religiosas que ceden a los fastos y actúan de forma cobarde y superficial. Sin embargo, el intento de parecer ecuánime resulta tosco, Willis juega a la falacia del auténtico escocés y da a entender que la religión es fundamentalmente buena y que, si no lo es, no es religión. A pesar de sus intentos, apenas consigue ocultar esta falacia.
Sin embargo, las ideas religiosas son tratadas de forma más sutil en una segunda capa. En ambas líneas temporales Willis nos muestra personajes razonables que tratan de solucionar los problemas que han surgido y con los que el lector se identifica, pero cuyos intentos se ven continuamente frustrados por la torpeza, egoísmo y estupidez de otros personajes cuya mezquindad irrita profundamente al lector. La jugada de Willis se manifiesta cuando da a estos personajes irritantes una muerte horrible que no merecían, al tiempo que muestra que aquellos personajes con los que el lector se ha identificado han sido también participes de la causa del problema. De esta forma Willis transmite tanto las ideas cristianas de culpa (el lector se siente culpable porque aquellos personajes con los que se ha identificado son en parte culpables) y del perdón (el lector siente piedad hacia aquellos que ha odiado, pues no merecían el horror que acaban sufriendo).
Uno de los aciertos de la obra, sin lugar a dudas, es el valerse de un personaje femenino fuerte y creíble. Kirvin centra la aventura y recaba la empatía del lector, al tiempo que a su alrededor se teje una atmósfera angustiosa ante su impotencia a la hora de proteger a la gente de la enfermedad, pese a sus conocimientos modernos. Es también notable la forma en que trata la evolución de este personaje, su creciente angustia e impotencia y la forma en que éstas finalmente la quiebran. Quizá resulta exagerada la devoción que acaba sintiendo hacia Roche (sólo comprensible como un intento torpe por parte de Willis de defender una figura religiosa bondadosa como verdadera esencia de la religión), pero su desorientación final resulta conmovedora y creíble.
Se trata, en definitiva, de una magnífica novela, digna merecedora de los premios Hugo y Nebula.
Premios:
Obtenidos:
- 1993: Premio Hugo de novela
- 1993: Premio Nebula de 1992 a mejor novela
- 1993: Premio Locus de novela por
- 1994: Premio Kurd Lasswitz
- 1995: Premio Gigamesh a mejor novela (ex aequo con Vernor Vinge)
- 1995: Premio Ignotus a mejor novela extranjera
- 1995: Premio Italia (Italcon) a mejor novela extranjera
Finalista:
- 1993: Premio Británico de Ciencia Ficción
- 1993: Premio SF Chronicle (segundo) de novela
- 1993: Premio Arthur C. Clarke de novela
- 1993: Premio de Fantasía Mitopoyética de novela