Diferencia entre revisiones de «Ensayo sobre la lucidez»
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No obstante, las reflexiones del anciano escritor son casi infantiles, fabulescas. Hay que asumir que Saramago no pretende hacer creíble lo que cuenta, por más que sazone su relato con hechos razonables. | No obstante, las reflexiones del anciano escritor son casi infantiles, fabulescas. Hay que asumir que Saramago no pretende hacer creíble lo que cuenta, por más que sazone su relato con hechos razonables. |
Última revisión de 09:23 4 mar 2024
Ensayo sobre la lucidez | |
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Autor: | José Saramago |
Otros títulos: | |
Datos de primera publicación(1): | |
Título original: | Ensaio sobre a Lucidez |
Revista o libro: | Ensaio sobre a Lucidez |
Editorial: | Editorial Caminho |
Fecha | Fecha desconocida de 2004 |
Publicación en español: | |
Publicaciones(2): | Ensayo sobre la lucidez |
Otros datos: | |
Saga: | |
Premios obtenidos: | |
Otros datos: | Secuela de Ensayo sobre la ceguera |
Fuentes externas: | |
Tercera Fundación | [ Ficha] |
ISFDB | Ficha |
Otras fuentes | Ficha en Wikipedia |
Notas: | |
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José Saramago (2004)
Ensayo sobre la lucidez viene a ser una especie de continuación o remate del gran éxito del escritor portugués, Ensayo sobre la ceguera, aunque ambas novelas difieren en cuanto a objetivos y estructura narrativa. Mientras que el ensayo sobre la ceguera pretendía ser una especie de reflexión metafórica acerca de un tipo de ceguera en la forma de pensar de la sociedad, cuando esta se mueve como un rebaño estúpido, el de la lucidez se pasa al extremo opuesto, describiendo el improbable caso en el que la ciudadanía ha alcanzado milagrosamente una lucidez que sus políticos temen.
Tabla de contenidos
Estilo:
Antes de entrar en consideraciones filosóficas, hay que decir que el inicio de la narración puede ser un reto en sí mismo para la mayoría de los lectores. El primer párrafo, en la subjetiva opinión del que hace esta crítica, es tan malo y difícil de tragar que puede desinflar las expectativas de lectores que prefieran un tipo de literatura más directa, la de escritores más honestos con su oficio y que huyan de la pedanterías y la artificialidad.
De hecho, aproximadamente la mitad de la novela discurre por caminos similares, con Saramago recurriendo a tópicos remezclados a paso de frase rimbombante, con su ya conocida prosa carente de signos de puntuación que no consigue compensar la falta de frescura en las ideas.
Sin embargo, en un determinado momento, el propio escritor parece aburrido de su propio camino y cambia el rumbo de la narración (el propio narrador lo explicita en el texto sin ningún rubor). Así, curiosamente, la segunda mitad del libro gana amenidad y se deja leer con mucho gusto, mostrando, quizás, los motivos por los cuales Saramago recibió el premio Nobel.
La trama:
En una innominada capital de estado (que no puede ser otra que Lisboa) se convocan elecciones municipales. El día amanece diluviando y parece que va a acontecer una abstención notable, tan acentuada que parece preocupante. Sin embargo, a la tarde escampa y los ciudadanos, movidos por algo indefinido, sin ponerse previamente de acuerdo, salen a votar en masa.
El resultado, una participación sin parangón y elecciones nulas por resultar inmensamente mayoritario el voto en blanco.
Ante este hecho insólito, los políticos se desconciertan y empiezan a someter a vejaciones, manipulaciones e incluso actos tiránicos a la población, en un afán por reconducir la situación hacia cauces tradicionales.
Por contra, el magnífico ejemplo de los ciudadanos hace que la vida en la capital alcance cotas de civismo inimaginables, haciendo innecesaria incluso a la policía.
Crítica política.
El objetivo de la novela, si bien al principio puede ser el de la reflexión cívica, termina por caer en la simple sátira política. Sólo desde esta perspectiva el libro adquiere cierta coherencia y bajo este prisma es como la segunda parte resulta amena e incluso divertida (a la vez que amarga).
No obstante, las reflexiones del anciano escritor son casi infantiles, fabulescas. Hay que asumir que Saramago no pretende hacer creíble lo que cuenta, por más que sazone su relato con hechos razonables.
Por la hilaridad y la mordacidad de las descripciones de los políticos, este libro tiene afinidad con la obra de Tom Sharpe, por ejemplo. Pero su alejamiento de la más elemental realidad y el uso reiterado de formas de expresión de hace treinta años, hace inverosimil la figura de cada político de forma individual, y la del todo el gabinete de gobierno en conjunto.
En la actual sociedad de la información, las medidas políticas descritas por Saramago serían imposibles, insostenibles, públicamente censuradas e incluso perseguidas internacionalmente.
En definitiva, una idea interesante desarrollada con dismplicencia. Nos resulta imposible creer que Saramago tenga efectivamente esa visión tan parcial y tópica de la política. La realidad, habría que decirle, es mucho peor de lo que se imagina de manera tan banal.
Hay que señalar que Saramago abandona también todo intento de imparcialidad y de ecuanimidad en lo tocante a sus afinidades políticas. Si bien describe al partido de la izquierda como una banda de inútiles algo patéticos, no se ahorra ningún tipo de atrocidad que atribuir a la derecha y al centro, que identifica como una misma cosa:totalitarios, dictadores, asesinos... No decimos que la realidad no pueda ser así, pero la pretendida crítica pierde efectividad al trazarla de forma sesgada.
Conclusión:
En cierta manera, esta lectura hace recordar la magistral La Luna es una cruel amante (1966), de Robert A. Heinlein, un escritor mucho más riguroso y realista a la hora de describir un proceso de desobediencia civil contra un gobierno autoritario y viciado.
En ambas obras los ciudadanos terminan por auto-gestionarse y ambos autores (aunque con ideales muy diferentes) abogan por la supremacía de la ciudadanía libre. Pero donde Saramago dibuja un cuento de ilusiones, Heinlein traza un plan perfectamente motivado y estructurado. Por contra, cabe aducir en favor de la presente obra la superior calidad literaria del portugués, aunque ésta caiga en el extremo de los vicios pomposos en su poco afortunado inicio.
La sensación final es la de que ésta ha sido una oportunidad malograda. Una oportunidad para estructurar auténticas reflexiones por parte de una pluma y una mente reconocidas en lo literario y en su ideario personal.