Apocalipsis nuclear

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‌‌‌Un apocalipsis nuclear (o postapocalipsis nuclear) es un caso particular de escenario apocalíptico, en concreto, aquel en el que la civilización ha sucumbido debido a algún tipo de desastre atómico.

La característica principal que define este tipo de escenarios es que la Tierra ha sido arrasada por algún tipo de guerra o accidente nuclear, aunque no es la única. Los tópicos habituales incluyen ciudades devastadas, colapso de la sociedad, barbarie... existe el peligro de la contaminación nuclear como una presencia ominosa por ser letal e invisible, hay zonas muertas e inhabitables y es también frecuente la aparición de mutantes.

El contexto tradicional para este tipo de apocalipsis ha sido una hipotética guerra nuclear. Durante la guerra fría llegó a considerarse que un conflicto armado entre la U.R.S.S. y los EE.UU. sería inevitable y se temía que habría desembocado en el uso de armamento atómico. Existen, sin embargo, otros escenarios en los cuales la devastación se debe a otras causas, como accidentes en instalaciones nucleares, bien civiles o bien militares, que habrían asolado zonas más o menos extensas. ‌‌‌‌‌‌

Apocalipsis nucleares en la vida real:

De todos los escenarios apocalípticos, el del apocalipsis nuclear ha sido el más cercano a la realidad. De hecho, sin llegar a ser apocalipsis globales, ha habido ya episodios que permiten conocer las consecuencias de este tipo de desastres.

En concreto, se puede mencionar el bombardeo de las ciudades japonesas de Hirosima y Nagasaki por parte de los Estados Unidos durante la Segunda Guerra Mundial como ejemplo de guerra nuclear. En ambos episodios, poblaciones civiles fueron bombardeadas por sendas bombas nucleares de fisión, con el resultado de entre ciento veinte mil y ciento setenta mil muertos y unos trescientos mil heridos.

Aún cuando estos artefactos están varios órdenes de magnitud por debajo de las actuales bombas termonucleares de fusión, gracias a ellos podemos hacer una estimación de cuáles serían los resultados de golpear a un país dañando sus principales poblaciones y provocándole un desastre civil y económico del que no podría recuperarse en años.

Se pueden mencionar también los accidentes nucleares de Chernobil y Fukushima. En ambos casos el número de muertos fue inferior al de un bombardeo sobre un núcleo urbano. Sin embargo, hubo que evacuar a cientos de miles de personas, abandonando ciudades enteras y perdiendo cientos de miles de kilómetros cuadrados de tierras fértiles y caladeros pesqueros.

Consecuencias de un desastre nuclear:

Cabe diferenciar dos fenómenos de naturaleza claramente distinta. Los primeros son debidos a la emisión durante la explosión de una bomba atómica de enormes cantidades de energía en un lapso muy breve de tiempo (del orden de milisegundos). A modo de ejemplo, la mayor bomba termonuclear jamás detonada,la bomba Zar, emitió durante 39 nanosegundos energía con el 1,4% de la potencia de salida del Sol. Los segundos son los debidos la contaminación por elementos radiactivos, que emiten radiación de forma mucho menos intensa pero más prolongada en el tiempo.

Efectos inmediatos de una explosión atómica:

Cuando un artefacto atómico explota nivel de tierra hay una primera zona en la que la temperatura alcanza millones y hasta cientos de millones de grados. No existe materia bariónica capaz de soportar estas temperaturas. En esta primera zona (que alcanza cientos de metros en bombas nucleares y hasta kilómetros en las termonucleares) la aniquilación es total.

Tras esta viene una segunda zona mucho más extensa en la que se solapan la onda de choque inicial de la bomba con la onda de expansión de los gases dilatados a cientos de miles de grados. En esta zona, que abarca kilómetros, se produce una destrucción total. Los edificios son reducidos a escombros y los seres vivos son literalmente reventados, bien por la acción directa de la onda expansiva, bien por los miles de fragmentos de materiales que vuelan despedidos.

Allí donde no llega la devastación en forma de ondas mecánicas se extiende otra zona en la que los efectos de la radiación producen graves daños en toda forma de vida. Estos daños dependen del nivel de energía de la radiación, el tipo de radiación y el tiempo de exposición. Los síntomas de la primera y más inmediata exposición a la radiación son las quemaduras que, en el caso de afectar a los ojos, pueden producir ceguera. La exposición a niveles intolerables de radiación produce daños graves a los tejidos, produciendo síntomas como fiebre, vómitos y diarreas. La muerte no es inmediata, sino que se prolonga a lo largo de horas o varios días.

Además de los efectos anteriores, hay otros efectos derivados de la exposición de la atmósfera a fuertes impulsos de neutrones y otras radiaciones ionizantes. La ionización del aire produce el efecto de blackout, un fenómeno poco conocido (al menos en la literatura pública) y que puede impedir la transmisión de ondas de radio durante horas y hasta días. Estos efectos son los buscados en las bombas de neutrones y bombas arco iris. Estas bombas, al ser detonadas en las capas altas de la atmósfera no producen los daños devastadores descritos arriba, pero pueden causar graves daños a los seres vivos por radiación y la destrucción de todo componente electrónico en su radio de influencia.

Efectos a largo plazo de la contaminación atómica:

Además de los anteriores, existe otra serie de efectos a largo plazo que pueden darse tanto en el caso de bombas nucleares como en el de accidentes nucleares y que son debidos a la contaminación por elementos radiactivos. Esta contaminación emite energía de forma menos intensa pero mucho más prolongada en el tiempo y no están exenta de causar graves daños a largo plazo.

En un accidente nuclear se emiten a la atmósfera partículas (cenizas, polvo...) procedentes del núcleo del reactor. Además, tanto la central nuclear como la bomba atómica emiten altas dosis de radiación ionizante que, por definición, ioniza y vuelve radiactiva la materia a su alrededor. De esta forma, a los efectos inmediatos derivados de la acción directa de la energía emitida se suma una nube radioactiva formada por partículas en suspensión, átomos de los gases que componen el aire, agua... todos ellos radioactivos.

Esta nube es empujada y dispersada por los vientos reinantes en la zona y, eventualmente, se posa bien por acción de la lluvia, bien por simple decantación. De esta forma, decenas y hasta cientos de miles de kilómetros cuadrados de tierra y mar pueden verse cubiertos por partículas radioactivas que contaminan el suelo y pueden filtrarse en los acuíferos.

Debido a su dispersión, estas partículas no son fuente de radiación intensa, pero en el caso de ser introducidas en el organismo (bien por inhalación de polvo y cenizas, o por ingestión de agua o alimentos contaminados) pueden fijarse a los tejidos, volviéndose una fuente débil pero constante de radiación dentro del organismo. Esta emisión de radiación puede afectar al ADN de las células, produciendo cáncer.

Existen muchos tipos de isótopos radioactivos. Los más energéticos son aquellos que se desintegran de forma más rápida. Causan graves daños al principio, pero su actividad decae rápidamente. Por ejemplo, el yodo 131 (131I) tiene un periodo de semidesintegración de apenas ocho días. Pese a ello, es uno de los isótopos más peligrosos, pues el yodo se fija a la glándula tiroides pudiendo provocar cáncer (por este motivo una de las medidas en caso de accidente nuclear es proporcionar altas dosis de yodo "normal" no radioactivo, a fin de saturar el organismo de este elemento y evitar la fijación del yodo radioactivo al que eventualmente pudiera verse expuesto).

Otros isótopos menos energéticos son menos dañinos en exposiciones breves, pero sus tiempos de desintegración son más largos, pudiendo extenderse durante décadas o siglos. Por ejemplo, el cesio 137 (137Cs) con un periodo de semidesintegración de treinta años emite niveles peligrosos de radiación durante seiscientos años. De esta forma, grandes extensiones de terreno pueden volverse inútiles para la agricultura, ganadería o pesca.

Apocalipsis nucleares en la ciencia ficción:

Precisamente por su cercanía con la realidad, el apocalipsis nuclear ha sido uno de los más tratados en la ciencia ficción, especialmente durante la guerra fría, por lo que existe una multitud de relatos y películas ambientados en este contexto.

Antes de la guerra:

Aunque no son las más habituales, algunas de estas obras están ambientadas en la situación previa a la guerra o en sus comienzos, como Punto límite (1959), ¿Teléfono rojo? volamos hacia Moscú (ambas de 1964), Juegos de guerra (1983)...

En estas obras se mostraban posibles situaciones y secuencias de acontecimientos imprevistos que ponían a prueba los aparentemente seguros protocolos militares de actuación y que podían desencadenar una guerra nuclear. En estas obras se mostraba cómo la naturaleza humana (en forma de comportamientos ilógicos, estupidez, incompetencia o locura) podía crear situaciones en las que los más serios procedimeintos fueran burlados con terribles consecuencias.

Los autores y guionistas planteaban así la duda acerca de si el ser humano era capaz de controlar de forma segura una fuerza tan devastadora.

El fin de la civilización:

Este es el escenario más frecuente. En él las ciudades han sido reducidas a escombros, los supervivientes tratan de salir adelante entre las ruinas y bienes de la época preapocalíptica (coches, bombas de agua, armas, generadores...) son sumamente valiosos al no existir una industria que pueda proporcionar suministros o recambios.

Ejemplos claros de obras ambientadas en este escenario serían La hora final (1959), Cántico por Leibowitz (1960), Un chico y su perro (1969), Mad Max, salvajes de autopista (1979)... La lista es larga.

Existen también variaciones sobre este escenario. Por ejemplo, el relato ¡Cura a mi hija, mutante! (1955) de Philip K. Dick muestra a humanos y mutantes conviviendo de forma tensa entre las ruinas de nuestra civilización. El escenario es claramente postapocalíptico, pero el eje de la historia es la tensión entre los humanos y los mutantes surgidos a raíz de las explosiones nucleares. No es el único ejemplo en la literatura de Dick en la que un escenario apocalíptico servía de excusa para otro tipo de temática. En Si no existiera Benny Cemoli (1963) el escenario vuelve a ser una Tierra arrasada por una guerra nuclear, pero el eje de la historia es la duda acerca de la consistencia de la realidad (una constante en la obra de Dick).

Aunque más arriba se ha mencionado que este tipo de escenarios surgieron en la guerra fría, como consecuencia del temor a un enfrentamiento EE.UU. URSS, pero hay relatos posteriores a la guerra fría y al hundimiento de la URSS ambientados en este tipo de escenarios, como podrían ser Metro 2033 (2007) o El libro de Eli (2010). Sin duda, este tipo de relatos son la prueba de lo hondo que calaron este tipo de escenarios en el imaginario común.

La humanidad se rehace:

Pero no todos los autores han considerado que un apocalipsis nuclear signifique el fin de nuestra civilización. Hay quienes han considerado que incluso tras una guerra nuclear la humanidad se rehace y crea una nueva sociedad (o la misma, que no llega a ser destruida por completo).

Ejemplos de esto serían El hombre dorado (1954), La paga del duplicador (1956) o ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? (1968). En estas obras (las tres de Philip K. Dick) la humanidad se ha rehecho de alguna forma, sobreviviendo al apocalipsis y creando sociedades nuevas.

En Neuromante (1984), la humanidad ha sobrevivido también a una guerra nuclear (si bien Alemania y buen aparte de Europa han sido arrasadas) pero, a diferencia de las obras de Dick arriba mencionadas, no ha surgido una nueva sociedad de entre las ruinas sino que, más bien, los países que han salido indemnes han podido mantener las estructuras económicas e, incluso, de poder existentes antes de la guerra.

Posibles influencias de la ciencia ficción:

Cabe suponer algún vestigio de inteligencia entre los gobernantes de las principales potencias nucleares que les impidió "pulsar el botón", pero no es descabellado imaginar que los diferentes escenarios planteados por los autores de ciencia ficción ayudara a dichos gobernantes a comprender las consecuencias de dicha guerra y evitarla, o que ayudara al resto de la sociedad a ser conscientes de lo que sus líderes manejaban para que los presionaran (en la medida de sus posibilidades) para actuar en sentido contrario.

De esta forma, la ciencia ficción habría cumplido uno de sus principales papeles, ayudando a la sociedad a comprender los peligros de la ciencia empleada con fines puramente bélicos y destructivos.

Escenarios apocalípticos
Nuclear Biológico Ecológico Por desastres cósmicos Guerra apocalíptica




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Tercera Fundación

‌‌‌‌‌‌‌‌‌Índice en Tercera Fundación de obras relacionadas con Apocalipsis nuclear.