Agujero negro (Cómic)

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Nota: Este artículo se refiere al cómic de Charles Burns. Para otros usos ver Agujero negro.

Agujero negro (Cómic)
Datos de publicación:
Título original: Black hole
Fecha de publicación: 1995
Guión: Charles Burns
Dibujo/Tinta: Charles Burns
Color: B/N
Editorial: Kitchen Sink Press y Fantagraphics
Otros datos:
Premios obtenidos: Premio Harvey (8)
Premio Eisner
Premio Ignatz
Les Essentiels d'Angoulême
Otros datos: 12 episodios

Charles Burns (1995 - 2005)

Agujero Negro es un cómic de terror que versa sobre el mundo adolescente y sus principales obsesiones: el sexo, las drogas y la aceptación social.

La serie consta de doce números que originalmente empezaron a ser editados por Kitchen Sink Press. Con la desaparición de esta editorial, Fantagraphics reeditó los cuatro primeros números y continuó editando la serie hasta su final. La edición en un solo volumen de Pantheon Books, en 2005, no incluye las contraportadas, ilustradas con caras deformadas a modo de anuario, una parte que se considera esencial en la obra.

El argumento:

Ambientado en el Seattle de mediados de los años setenta, la trama se centra en la vida cotidiana de un grupo de adolescentes y sus relaciones interpersonales. En especial, dos de ellos serán los narradores en primera persona de las historias: Chris, una chica popular, y Keith, un chico escasamente popular y aficionado a la marihuana.

De fondo, una enfermedad de transmisión sexual que sólo afecta a los adolescentes, una epidemia que produce en los infectados mutaciones y malformaciones de diversa gravedad: algunos de ellos terminarán convertidos en seres realmente repelentes mientras que otros, más afortunados, sufrirán leves cambios que casi podrán mantener ocultos.

El cómic:

Simbología y significado profundo:

Burns mezcla con habilidad una historia típica de parejas adolescentes con un inquietante entorno opresivo dominado por la aversión a la enfermedad

La trama, que al principio se antoja casi banal, termina siendo una profunda reflexión sobre la adolescencia y sobre la joven generación que heredó los restos de la resaca hippie de los sesenta. Dentro de este marco, la enfermedad y sus efectos funcionan como elemento desautomatizador, que arranca al lector del aparente convencionalismo de lo narrado para proporcionar contraste y perspectiva.

Aunque la enfermedad es causa de exclusión social, los protagonistas no dan ninguna importancia a este hecho, sino que es asumido sin reflexión, pasando a formar parte de la cotidianidad. Y aquí es donde empieza a funcionar ese terror ligero, una angustiosa sensación de opresión que envuelve a la obra en una atmósfera fantástica, casi surrealista.

De suprimir la enfermedad de este escenario, el cómic seguiría funcionando como una terrible historia adolescente, donde la alienación y la imposibilidad de asumir responsabilidades adultas conducen a la insatisfacción, la desesperación, al desastre. La única opción parece la huida, pero incluso esta opción de ruptura parece un defecto más que una solución.

La enfermedad, como alegoría de los cambios internos que se producen en la adolescencia, funciona a diversos niveles, unos más sutiles y otros horriblemente evidentes. Entre los obvios, podemos constatar un paralelismo con el mobing convencional, ya que los infectados son perdedores y parias sociales por meras cuestiones estéticas.

La conexión entre la enfermedad y el sexo refuerza también la importancia de este elemento, la presión social e interna impuesta para perder la virginidad, la relativización de los peligros ante este objetivo. Burns no ha aceptado esta interpretación, pero parece evidente la similitud social entre la infección mutante y el SIDA, especialmente en los años noventa en los que se comenzó a editar la serie.

Técnica:

A pesar de haber sido dibujado a lo largo de toda una década, los doce volúmenes presentan una extraordinaria coherencia, tanto en ritmo como estilo de dibujo.

El fuerte entintado, sin grises, produce cierta sensación de hieratismo, un aspecto con sabor tradicional, que se acopla bien al tipo de dibujo. La minuciosidad del autor (capaz de dibujar todos los dientes de una sonrisa) acentúa la extrañeza de la atmósfera.

En cuanto a los tiempos, hay que admitir que Burns domina las transiciones entre viñetas, demorándose en las escenas necesarias, sin grandes aspavientos. Algunas página muy notables, de corte onírico, juegan con la distribución de la viñeta. Burns también utiliza llamativos efectos de encuadre y distribución también en otras ocasiones, consiguiendo páginas más plásticas, subjetivas.

Por el contrario, la caracterización física de los personajes no está del todo lograda en algunos momentos. Quizás sea problema de que todos tienen el mismo corte de pelo. En lo psicológico, sin embargo, esta caracterización es perfecta, brillante.

En conclusión, una obra sobresaliente en imaginería, guión y dibujo, una historia fuertemente introspectiva que cuanto más se reflexiona sobre ella, más hondo cala.

Ciencia ficción:

Nuevamente, nos encontramos en un caso fronterizo entre géneros. La atmósfera y algunos elementos externos pueden inducir a que se clasifique como fantasía o terror, pero el análisis del contrato de ficción y, especialmente, del nóvum, resuelve que se trata de ciencia ficción sin lugar a dudas.

No hay elementos sobrenaturales en la trama. Si acaso se puede señalar lo contrario, su demoledora cotidianidad e hiperrealismo psicológico.

El único elemento no realista es la enfermedad y sus consecuencias mutantes. Sea mutación o recombinación genética lo que vemos en estas páginas, el autor ha hecho un esfuerzo consciente por separarlo de lo fantástico. Y este esfuerzo es retribuido en el pacto de ficción, gracias al cual el lector asume la plausibilidad de lo narrado. La historia se beneficia del elemento extraño para no ser descartada como mero romanticismo, y de la plausibilidad del escenario para producir un cierto efecto prospectivo que dentro de la fantasía podría haberse perdido.

Premios: