Cine: Dogville.

A favor:

En este filme encontramos claramente la influencia de la presentación de los sueños. Lo primero que nos llama la atención es que el espacio en el que se desarrollan los acontecimientos, que es siempre el mismo, no está representado con elementos reales sino simbólicos. Por ejemplo, las casas son cuadrados pintados en el suelo, al igual que los caminos son líneas.

Las relaciones establecidas entre los diferentes personajes y el curso de los acontecimientos nos van a sumergir igualmente en un ambiente onírico, con tintes marcados de pesadilla.

El argumento comienza con la aparición de una fugitiva que llega al pueblo y de la que no se conoce absolutamente nada, a pesar de lo cual se decide acogerla para darle una oportunidad como persona.

Durante sucesivas etapas en las que prima el desconcierto, el espectador se sitúa en todo momento ante un juego de símbolos. El pueblo se presenta como un jeroglífico o un puzzle, nada es lo que parece. La condición de fugitiva (la que huye de la ley) altera globalmente el comportamiento de una comunidad aparentemente apoyada sobre la moralidad y la rigidez de las normas de comportamiento.

La labor de condensación de Dogville queda patente en una vasta simbología que lo abarca todo. El propio título (perro-pueblo) está presentando a la protagonista y, más concretamente, su función dentro del pueblo. Cada vez que entra o sale de la ciudad los ladridos nos dan la bienvenida o nos despiden. Y cuando finalmente el pueblo entero desaparece, el único superviviente es el perro, y sólo entonces podemos verlo como tal, despegado del suelo; sólo entonces es libre y sólo entonces puede abandonar el pueblo. También queda de manifiesto su condición canina cuando es atada con cadenas. No es liberada hasta que es entregada a su antiguo dueño, que es su padre.

El pueblo, como colectivo, sirve para representar la sociedad americana. Ayudándose del instrumento de la doble moral, inflexible y rígida, somete a las víctimas, castiga a los débiles y ensalza a los fuertes. La sociedad se escuda en una serie de normas de comportamiento, preceptos morales que esconden las vías de escape de esta represión, ocultando la verdad y utilizando chivos expiatorios.

Lars Von Trier pretende dejar claro esta crítica a la sociedad americana, desnudando los hechos de adornos y concretismos que pueden desviar al espectador de este objetivo, trabajando con símbolos y esencias y aliviando de vez en cuando la tremenda carga pesimista con un particular sentido del humor.

 

Marme

 

En contra:

Uno se acerca al cine independiente buscando huir de tópicos que hacen que rara vez sea necesaria más de media hora para conocer el desarrollo y final de una película. Sin embargo, el hecho de que algo sea diferente no garantiza que sea bueno. Dogville es un claro ejemplo de cómo una producción independiente puede, también, ser uno de los más nauseabundos montones de basura que han ensuciado una pantalla de cine.

En los siguientes párrafos desvelo detalles de la trama y del final porque no sólo es mi intención desaconsejar Dogville, sino evitar que otros, motivados tal vez por mi misma curiosidad, cometan el error de verla.

Empieza con una presentación del pueblo y sus habitantes. Aquí comprobamos que todo el film ha sido rodado en el interior de un estudio con escenarios reducidos, descarnados y carentes de todo lo que es superfluo para la historia (paredes incluidas).

Siempre he creído que el cine tiene un lenguaje propio y que exagerar en los efectos especiales es perjudicial. Dogville se encuentra en el extremo opuesto resultando igual de funesto. De todas formas, esto puede perdonarse, pues no es la utilización de escenarios casi teatrales lo que estropea la película sino la trama, que es completamente absurda.

Ya desde el principio, se nos presenta a los habitantes de Dogville como gente buena y sencilla, anunciando de forma clara que más adelante se mostrarán estúpidos y mezquinos. Así, buena parte de la trama queda desvelada en los primeros minutos.

La historia en sí comienza cuando una desconocida llega al pueblo huyendo de quienes la disparan. Logra despistarlos y es descubierta por un habitante de Dogville que convence al resto del pueblo para que la acoja y auxilie. Ella decide pagarles ayudándolos en sus tareas y pronto parece integrarse en su reducida sociedad. Sin embargo, por diversas circunstancias, los habitantes del pueblo exigen cada vez más de ella y la situación degenera hasta que uno de ellos la viola.

Tras más de media hora, la desconocida se encuentra literalmente encadenada y siendo violada cada noche de forma sistemática por todos los hombres del pueblo, y vejada por las mujeres cada día.

Al final los perseguidores de la desconocida la encuentran y le llevan hasta su jefe. Descubrimos así que la desconocida es, en realidad, la hija del cabecilla de una banda de delincuentes.

Que una mujer con el poder de hacer matar a todos los habitantes del pueblo se deje violar noche tras noche resulta difícilmente creíble pero, el director, no contento con esto, decide intensificar lo absurdo del guión enredando a los dos personajes en una conversación que puede resumirse, en lo que al padre respecta, en “el otro día, cuando ordené que te mataran, me olvide de decirte, además, que eres una arrogante”.

Y, ¡oh, milagro! La desconocida (que ya no lo es) cambia de pronto de opinión, se reconcilia con su padre y decide quemar el pueblo y pasar a sus habitantes a cuchillo. Lo que no han conseguido meses de violaciones y vejaciones lo consiguen unas palabras.

Uno intenta ser benévolo al juzgar una película, pero Dogville lo pone muy difícil. Que la estupidez se retroalimenta en los entornos reducidos y que, por tanto, lo que hay que hacer con las pequeñas poblaciones es borrarlas del mapa, es tan obvio que no son necesarios tres cuartos de hora de violaciones para demostrarlo. Qué quería conseguir Lars Von Trier con esta desagradable serie de despropósitos es algo que me resulta por completo incomprensible.

 

Carbunco
www.unaimacias.es

 

 

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