La Universidad como herramienta de formación laboral.

Todas las definiciones que se hacen de la Ingeniería destacan que esta disciplina consiste en la aplicación de los conocimientos de la Física, Química y Matemáticas a la vida real con el fin de abordar de forma eficiente y racional la creación de infraestructuras, mecanismos o sistemas.

Es decir, que por una parte se basan en conocimientos teóricos de disciplinas científicas y por otra del enfoque práctico de las mismas a la vida real. Por lo tanto, la Universidad, a la hora de formar Ingenieros eficientes debería buscar la unión de ambos aspectos...

Lamentablemente, no siempre lo hace.

Uno de los principales problemas de las titulaciones técnicas consiste en la descoordinación existente entre las diferentes asignaturas que se imparten en las mismas.

Con frecuencia, las asignaturas llamadas teóricas (como Física o Matemáticas) imparten conocimientos que son de escasa o nula utilidad a lo largo de la carrera; no hablemos en la vida profesional. Se limitan a resolver series de ejercicios sin que se enseñe su uso práctico en la solución de problemas.

La estadística o el análisis numérico podrían ser útiles si se mostrara claramente cómo estas técnicas permiten elaborar modelos descriptivos de fenómenos físicos, pero pocas veces encontramos a alguien que se responsabilice de dar este paso.

En las asignaturas relacionadas con la mecánica del suelo, por ejemplo, se explica que la circulación del agua en un terreno se describe mediante ecuaciones diferenciales. Éstas ecuaciones se enseñan en Matemáticas, pero ni en una materia ni en la otra se explica cómo hacer un uso práctico de ellas. En ambas asignaturas se asume que es algo que corresponde a la otra.

Es cierto que los conocimientos matemáticos ayudan a razonar de forma ordenada (algo de vital importancia en una ingeniería) pero, ¿por qué no razonar de manera ordenada y práctica?

Es también notable la desproporción existente entre la carga lectiva práctica y la teórica.

Así, mientras asignaturas como Topografía (una disciplina imprescindible a pie de obra) apenas llegan a reunir unos pocos créditos, las Matemáticas copan un porcentaje importante del total de la carrera. ¿De qué sirven tantos conocimientos matemáticos si no son aplicables a la vida laboral?

No es nuestra intención dudar de la utilidad de las asignaturas teóricas. No sería posible comprender ni aplicar los conocimientos impartidos en asignaturas de cursos superiores sin ellas. Sin embargo, muchas veces parece no haber relación o proporción alguna entre los conocimientos básicos y los que se apoyan en estos.

A veces, la falta de correspondencia entre las asignaturas teóricas y las prácticas llega a extremos que rozan el ridículo: pese a que el 80% de los materiales puestos en obra civil es hormigón armado, un Ingeniero Técnico de Obras Públicas puede acabar la carrera sin que este material haya sido mencionado en la asignatura de Química. Así, cuando en otras asignaturas se menciona que determinados suelos o ambientes dañan al hormigón, el alumno debe empezar a hacer suposiciones de cuál es la causa de ese daño sin que nadie se haya molestado en explicárselo.

Química o Matemáticas no son las únicas materias cuyos contenidos parecen alejados de la vida laboral del ingeniero. ¿De qué le sirven a un aparejador conocimientos de campo eléctrico? ¿Para qué conocimientos de Microeconomía si luego no se sabe calcular la amortización de un crédito para la adquisición de maquinaria?

Todo esto, ya de por sí enervante, adquiere connotaciones surrealistas si se valora que la mayoría de los ingenieros no van a pasar nunca por una oficina de proyectos donde aplicar estos conocimientos teóricos, sino que toda su carrera profesional se va a desarrollar a pie de obra.

Y todo esto sin necesidad de cuestionar la idoneidad de unos profesionales que acceden a la docencia tras haberse retirado de su vida profesional, por lo que sus conocimientos pueden estar ya obsoletos.

Pero esto que hemos descrito no se limita a las carreras técnicas. Cuando uno conversa con alumnos de otras titulaciones se encuentra con estudiantes de enfermería con una carga lectiva centrada en la valoración, diagnóstico y tratamiento desde el punto de vista médico, olvidándose del trabajo de enfermería y recibiendo estos conocimientos de forma secundaria; o con futuros maestros a los que se les enseña Historia y Geografía pero no la didáctica de estas materias.

Conocimientos innecesarios, poco prácticos, obsoletos, descoordinados, no orientados a cumplir los objetivos últimos de la titulación...

Es cierto que los conocimientos adquiridos están ahí, muchas veces en la forma de una base teórica o una capacidad de razonamiento que no apreciamos en todo su valor (si acaso cuando hablamos con un lego en la materia). Pero es imposible pensar en las muchas horas dedicadas a conocimientos que no serán jamás útiles en la vida profesional, con frecuencia olvidados nada más salir del examen, y no sentir que han sido tiempo perdido.

Cabe preguntarse si la Universidad no fracasa como herramienta de formación laboral.

 

 

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