Acerca del matrimonio homosexual..

He oído y leído varios argumentos en contra del matrimonio homosexual. Se basan, generalmente, en puntos de vista decimonónicos y vienen a plantear que, de legalizar el matrimonio entre personas del mismo sexo, se tambalearía el más firme cimiento de la sociedad: la familia. Otros, con puntos de vista todavía más arcaicos, argumentan que las uniones homosexuales son contra natura.

Quisiera remarcar uno que me pareció especialmente desafortunado, firmado por el juez Liaño y publicado en El Mundo. Venía a decir el juez que la palabra “matrimonio” venía de “máter”, y quería zanjar con ello la cuestión. Confundía nuestro docto juez la etimología de la palabra con su significado. Si fuera así, aquellos matrimonios que no tienen ni desean tener hijos no serían, pues, matrimonios.

Pero volviendo al tema que nos ocupa: no creo que el matrimonio homosexual socave los cimientos de la sociedad.

Nuestra sociedad ha evolucionado vertiginosamente en las últimas décadas. Ya no son inhabituales las parejas de hecho (homo o heterosexuales), las familias monoparentales formadas a partir de parejas separadas o, directamente, por madres solteras, los matrimonios sin hijos o aquellos que adoptan niños a edades maduras (niños que, en ocasiones, vienen de países pobres y a los que sus padres adoptivos han querido librar de un futuro incierto).

Es comprensible que muchas personas no hayan podido aceptar estos cambios y se rebelen contra ellos, pero la realidad está ahí, los nuevos modelos familiares existen, son cada vez más numerosos y, tarde o temprano, habrá que darles consistencia legal.

Estamos en uno de esos momentos en que la sociedad acepta la realidad o ésta le es impuesta. El matrimonio homosexual es un caso similar al de la inserción de la mujer en el mercado laboral o la legalización del divorcio: todos son contrarios al modelo tradicional de familia, en el que el padre trabaja y la mujer es ama de casa, pero la realidad es otra y, tarde o temprano, las leyes deben adecuarse a ella.

¿Qué forma deberían tener estas leyes? Según mi punto de vista, deberían contemplar dos casos diferentes: el de una pareja que se une sin un proyecto claro de futuro y la que establece una unión definitiva. En el primer caso nos encontraríamos ante una pareja de hecho, y en el segundo ante un matrimonio. Por supuesto, ambos casos pueden estar formados por parejas homo o heterosexuales.

En el primer caso, y puesto que la unión no es, en principio, definitiva, las parejas deberían tener algunos de los derechos de los que actualmente sólo disponen los matrimonios (derecho a una declaración de la renta conjunta o a la adquisición de bienes conjuntos, por ejemplo), pero no todos. Hay derechos (como el derecho a adopción, el derecho a pensión de viudedad o a herencia) que son inherentes a compromisos más firmes que el de una simple convivencia. Este compromiso más firme tendría la forma del matrimonio actual.

Privar del derecho a adopción a las parejas de hecho se basa en la imposibilidad de planificar la educación de un hijo (que se extiende durante dos décadas... o más) por parte de quienes no tienen claro un futuro en común y queda reservado a los matrimonios. Por supuesto, cuando hablo de matrimonio, hablo de matrimonio civil, no religioso. Me refiero únicamente a la forma legal de la unión. Su forma externa es decisión particular de cada pareja.

Ambas formas de unión, como ya queda dicho, serían indistintas para parejas del mismo o distinto sexo, lo cual implica la capacidad legal de los matrimonios homosexuales para adoptar.

Esta tema ha sido también controvertido. Se ha asegurado que un niño necesita de una figura paterna y una figura materna, que no se dan en las parejas homosexuales. Sin embargo, estudios realizados sobre niños adoptados por parejas homosexuales han demostrado que estos niños no sufren ningún trauma ni problema... salvo aquellos derivados de la reacción de los otros niños en la escuela.

Estos niños (los hijos de parejas homosexuales) son tratados por los otros niños como bichos raros, del mismo modo que lo serían niños de otras razas o con deficiencias. Es decir, que el único problema que existe desaparecería en el momento en que estas formas de familia fueran aceptadas.

En todo momento he hablado de parejas, pero existen otras formas de familia que las leyes todavía no contemplan. Hablo de la poligamia (aceptada por los musulmanes o por los mormones) o, incluso, de otras formas más complejas e inhabituales (por ejemplo, un trío formado por una mujer lesbiana, un hombre heterosexual y una mujer bisexual).

Estas últimas formas de familia son, todavía, más raras, pero no sería descabellado que, si se legalizan las parejas de hecho y el matrimonio homosexual, esta misma reforma legal se plantee abarcarlas.

He comenzado el artículo mencionando argumentos en contra del matrimonio homosexual. No quisiera acabar sin mencionar el mejor argumento que he leído a su favor y que es tan simple como decir que el matrimonio homosexual no hace daño a nadie. Extender la libertad de formalizar una relación a un colectivo a quien le está vedado no obliga a los demás a casarse con personas de su mismo sexo. La elección es libre y depende de los deseos de cada pareja.

 

 

Carbunco
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