Cuarta columna: Autómatas.

A las siete de la mañana la gente camina como si las calles no estuvieran puestas... y en cierto modo es así. Se mueven mecánicamente, siguiendo un programa que la costumbre y la monotonía grabaron hace tiempo en sus cerebros, ajenos a una multitud de momentos que la rutina les sustrae día a día.

A las siete de la mañana uno se cruza con espectros, con fantasmas, sombras de gente que no es, autómatas que recorren su camino hacia el trabajo. A las siete de la mañana el día despunta en el horizonte, es aún posible ver las últimas estrellas de la noche, pero los autómatas caminan ajenos a ellas, ajenos a todos y cada uno de los pequeños milagros que la ciudad esconde para quien sepa verlos..

Es fácil dejarse vencer por la rutina, por la forma fácil de hacer las cosas. La fuerza de la costumbre es una poderosa arma para no sentir, para olvidar que día a día la vida se nos escapa.

 

 

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