La nueva Ley de Partidos

Recientemente el PP ha presentado en el Parlamento el texto de la nueva Ley de partidos, con la que pretende conseguir la ilegalización de Batasuna.

Esta nueva ley no puede ser más desafortunada.

La violencia de ETA es, sin duda, la peor de las lacras que sufrimos, pero esta ley está muy lejos de solucionar el problema. Aunque desde el resto de España pueda resultar difícil de comprender, quienes vivimos en el País Vasco tenemos un punto de vista privilegiado (?) que nos permite apreciar detalles que a otros tal vez se les escapan.
 

Algunas de las muchas cosas que hacen tan sorprendente la política vasca.

Una de las primeras cosas que uno debe comprender es que, si bien el porcentaje de personas que en el País Vasco apoyan la violencia es escaso, no lo es el de los que votan a Batasuna (o HB... o EH...), hasta el punto de que representan cerca de un 15% de la población.

No hay que olvidar que es el único partido nacionalista y de izquierdas que existe en el País Vasco... y tal vez sea el momento de explicar algo que fuera del País Vasco resultaría grotesco, pero que es completamente cierto:

El sentimiento nacionalista (subrayo "nacionalista", no independentista) es muy fuerte en el País Vasco (cerca de la mitad de la población vota a partidos nacionalistas).

El discurso nacionalista se alimenta de un lenguaje demagógico y victimista que pretende, aún después de un cuarto de siglo, aprovecharse de la represión sufrida durante el franquismo. De esta forma se asocia la idea de "España" a la de "españolismo", y ésta a la de "franquismo". Así, aquel que se considere así mismo español es, sin duda, un franquista convencido.

Siguiendo esta lógica, y como quiera que el régimen de Franco era de derechas, el "antifranquismo" (y por asociación el "antiespañolismo") debe ser, naturalmente, de izquierdas, de forma que un nacionalista radical puede llegar a considerarse a sí mismo de izquierdas ¡aunque esté a favor de reducir las prestaciones sociales para disminuir la presión fiscal sobre las empresas, de limitar la llegada de inmigrantes, sea reacio a la inserción de la mujer en el mercado laboral, esté en contra de la lucha sindical...!

Sorprendente, pero cierto. Y esta incongruencia se sostiene sólo por una asociación incorrecta de ideas que muchos dirigentes políticos manejan de forma demagógica en su favor.

Pero independientemente de las causas, el hecho es que los votos de Batasuna representan un porcentaje importante de la población electoral. Sólo desde este punto de vista la Ley es ya desaconsejable, pues la ilegalización de Batasuna significa dejar sin voto a un amplio sector de la población.

La aprobación de la Ley plantearía serias dudas acerca de la calidad democrática de nuestro actual sistema.
 

El discurso de Batasuna.

Según la demagogia de Batasuna, el pueblo vasco desea ser libre. Sin embargo, el malvado Estado español lo oprime y lo mantiene esclavizado (las razones de tanta perfidia son evidentes: la inmensa riqueza industrial del País Vasco sin la cual España caería arruinada).

Para ejercer su malvada opresión el estado español se vale de las Fuerzas del Orden, que aplastan con saña y violencia inusitadas a los ciudadanos vascos, que se manifiestan siguiendo la única vía política que les deja el estado español: la violencia.

Según este discurso demagógico y retorcido que, sin embargo, se creen a pies juntillas la mayor parte de los votantes de Batasuna, la violencia es una forma de expresión política justa, y quienes la ejercen son gudaris, luchadores por la libertad de Euskal Herria, poco menos que mártires que son (sin duda y según sus argumentos) torturados en las cárceles.

Para demostrar la falsedad de este discurso, el resto de los ciudadanos vascos podíamos señalar la existencia de un marco democrático dentro del cual es posible luchar por las propias ideas de forma pacífica, dialogando con palabras, no con la voz de las pistolas.

De esta forma, podíamos oponer al discurso de la demagogia el discurso de la democracia. Esto exige firmeza con los asesinos, con sus colaboradores, con los alborotadores, pero también una exquisita corrección en el ejercicio de la legalidad. Si queremos socavar su argumento de que la violencia es la única forma de expresión válida, debemos demostrar que el marco legal vigente le permite defender sus ideas... del mismo modo que nos permite a los demás defendernos de aquellos que ejercen la violencia.

Es decir, que debemos aplicar sobre ellos la ley con todo el rigor posible, tanto en un sentido como en el otro. Tanto para encarcelar a los que delinquen como para defender a los que plantean alternativas políticas.

La nueva ley de partidos rompe nuestros propios argumentos. Si podemos cambiar las leyes a nuestro capricho para tener motivos legales con los que acallar a unos votantes que deben tener el derecho de expresar democráticamente sus ideas, estamos haciendo cierto, de alguna manera su discurso de que el estado español no les deja otra forma de expresión que la violencia.
 

Las consecuencias inmediatas de la ley.

Pero más allá de los discursos y la teoría política está la realidad del día a día, y con ella la reacción de todo el entorno de Batasuna.

Esta nueva ley no sólo consigue radicalizar aún más en sus posturas a los radicales, si no que que hace cerrar filas en torno a sus ideas a ciertos sectores de Batasuna que, poco a poco, iban abandonando la senda del terror y trataban de acercarse a vías más democráticas de expresión.

La nueva ley de partidos políticos, se apruebe o no en el Parlamento, ha supuesto ya un paso atrás, que no hará sino agrandarse si se sigue adelante.

Batasuna ha elaborado ya un nuevo discurso, aún más radical, basándose en los argumentos que el PP le ha dado. Sus famosos "Comandos Y" saldrán a la calle exaltados para quemar papeleras, autobuses, cruzar coches en la calzada, apedrear escaparates... y toda reacción policial será una prueba de cómo las fuerzas del orden no hacen sino acallar mediante la más dura represión la justa ira del pueblo vasco.

De esta forma, y con esta nueva ley, el PP no va a conseguir sino enquistar más el problema de la violencia, dando argumentos a aquellos que ya antes quemaban contenedores sin necesidad de ellos. Está legitimando, en cierta forma, la ola de violencia callejera que la aprovación de la ley va a traer a las calles del País Vasco.
 

La política del PP.

Sin embargo, nada de esto importa al PP.

Tras esta nueva no hay, en realidad, un intento de luchar contra la violencia de ETA, sino una jugada tan demagógica como el más envenenado discurso de Arnaldo Otegi. El objetivo de esta ley es hacer creer al resto de España, que desconoce la realidad del País Vasco, los firmes deseos del PP de acabar con la violencia.

Tras el estrepitoso fracaso de Mayor Oreja en las últimas elecciones autonómicas vascas el PP ha comprendido que ha alcanzado su techo de votos en la región, con lo que ha abandonado toda esperanza de conseguir nombrar a uno de los suyos Lehendakari y ha replanteado su estrategia a nivel nacional.

Sacrifica el País Vasco como objetivo político y busca reforzarse en el resto de España, buscando votos con una jugada que, desgraciadamente, nos aleja aún más del final de la violencia.

 

Carbunco

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