Crítica a Andrés Calamaro

Dice Andrés Calamaro en una de sus canciones algo así como que no importa el problema, importa la solución(1).

No podemos sino discrepar.

Un problema es un motor. No importa que sea vanal o vital, el problema puede mover a un individuo o a una masa ingente de personas. La solución de conflictos es lo que nos impele a actuar, bien de forma colectiva -una manifestación, una guerra o un simple grupo de trabajo en una empresa- bien de forma individual.

Mientras haya problemas habrá humanidad. No podemos imaginar nada más alienante que una sociedad sin problemas. En una sociedad de este tipo el individuo se diluye, se convierte en un elemento más de la maquinaria. Sin problemas, con todas sus necesidades vitales cubiertas, al hombre sólo le queda el ocio y el avance en cualquier otro campo se detiene produciendo el estancamiento y decadencia de la sociedad.

Una vieja máxima dice que no importa la meta, importa el camino. Un problema no es un camino, sino algo más perentorio: aquello que nos impulsa a caminar. Todo aquello que encontremos, todo aquello que descubramos es el resultado de un problema que nos ha puesto en marcha. La evolución humana ha sido una constante búsqueda de soluciones, soluciones que siempre nos dejan insatisfechos, que siempre se pueden mejorar, que nos empujan a mejorar. La solución, si es perfecta, significa el fin, el cese de una búsqueda. El movimiento sólo puede continuar si esta solución no es completa, si plantea nuevos problemas que necesitan nuevas soluciones.

Un problema implica una solución, que si no es perfecta se convierte en un nuevo problema. Es la esencia de la dialéctica hegeliana: tesis, antítesis y al fin la síntesis que se convierte en una nueva tesis. El mismo materialismo dialéctico de Marx señala que Calamaro está equivocado.

En su novela Fundación (1.941) Isaac Asimov trata este problema de una forma muy parecida. El creador de la Fundación, Hari Sheldon, no la ve como algo estático. Comprende que para evolucionar y crecer necesitará de serios problemas que deberán ser resueltos para seguir adelante. Son las llamadas Crisis Sheldon

¿Porqué, entonces, la afirmación de Calamaro?

Existen varias soluciones. Aquella que plantea que no es sino la letra fácil de una cancioncilla pop es la que menos juego nos ofrece y, por lo tanto, la descartamos.

Otra posible explicación habla del individualismo y del miedo al infinito.

Buscamos soluciones, finales, algo que nos permita considerar que todo está ya terminado. Necesitamos contemplar nuestras obras terminadas y no nos es posible considerar la posibilidad de ser un simple elemento más, una pequeña hormiguita que contribuye a una obra común e inacabable.

No pensamos en el futuro. No pensamos en los demás. Queremos que todo esté listo ya y que sea para nosotros. No podemos afrontar la posibilidad de trabajar en algo sin esperar ver los resultados. No estamos dispuestos a esforzarnos en algo que serán otros los que disfruten. Es más: ni siquiera estamos dispuestos a esforzarnos en algo que nosotros disfrutaremos y delegamos gustosamente en otros la responsabilidad de arreglar las cosas.

Hemos perdido la perspectiva. No somos conscientes de que otros vendrán después que nosotros y que nuestras soluciones deben ser problemas resolubles para ellos. Satisfacemos nuestras necesidades a costa del futuro del planeta, dejando a nuestros hijos más que problemas, desatres insolventables.

Nuestro egoismo y nuestra estrechez de miras son el origen de los principales problemas medioambientales a los que nos empezamos a enfrentar, así como de ese pequeño extracto de la canción de Andrés Calamaro.


(1) Andrés Calamaro dice, en realidad, no importa el problema, no importa la solución.

 

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