Alarma Biológica

Estos días está de moda hablar de antrax y guerra bacteriológica, del terrible horror que representan estas armas y un largo etcétera de tópicos. Me parece interesante señalar aquí la franca hipocresía de esta postura promovida desde Estados Unidos.

Un poco de historia. Es una enfermedad común hoy en día, en España lo llamamos carbunco (por el color negro antracita de las llagas que produce la infección más común, la de piel). Y los que tuvieron la genial idea de desarrollar cepas más mortíferas para utilizarlas como arma fueron los japoneses durante la segunda guerra mundial. Cuando Japón invadió China, organizó en Manchuria un prestigioso centro de investigación que se dedicaba al desarrollo de este tipo de armas. Hay que señalar que Manchuria era el lugar idóneo para ello, ya que poseían abundante materia prima con la que investigar: manchures. Los horrores allí cometidos hacen palidecer los méritos de los mucho más publicitados campos de concentración nazi.

Sin embargo, Japón perdió la guerra, gracias a un golpe de mano fulminante (captan la ironía). Y hay que señalar así mismo que el poder de muerte de una bomba de Antrax es ínfimo si lo comparamos con una buena bomba atómica. En Hirosima y Nagasaki aún muere gente debido a la gran proeza norteamericana, vencedores indiscutibles en una guerra de atentados contra la humanidad.

¿Y qué pasó con las investigaciones de Manchuria? El vencedor se queda con todo, por supuesto, nada se arroja a la basura, todo es aprovechable. Y los americanos tomaron buena nota de lo encontrado en los campos de concentración. Contrariamente a lo sucedido en Alemania, los militares-científicos (¿qué diría Groucho Marx de esta unión contra natura?) que organizaron, planificaron, desarrollaron y mejoraron las investigaciones y las masacres de chinos sometidos, no fueron juzgados por crímenes contra la humanidad, ni colgados para escarmiento de generaciones futuras. Fueron reciclados en científicos americanos y continuaron con su trabajo, pero sin chinos a los que masacrar, o eso queremos creer.

No creo equivocarme si digo que EE.UU. es el mayor productor de antrax del mundo. ¿Con qué derecho se creen aptos moralmente para decidir que el resto de países no debe poseer semejante tecnología? Con el derecho que les proporciona la fuerza, evidentemente. Fuerza que se ha hecho patente en su tecnología de guerra, la mejor del mundo sin lugar a dudas. Ellos tienen el monopolio de la destrucción y quieren que siga siendo así.

Su línea de acción es comprensible, antes la practicó Roma, Francia, Inglaterra e incluso España durante un par de siglos. Se llama imperialismo. Desafortunadamente para Estados Unidos, la globalización nos llega a todos, y mantener un imperio indemne ya no es tan fácil como antes. España hubo de sufrir los ataques de corsarios ingleses en sus líneas de comercio marítimo, el punto más vulnerable entonces, y hoy en día les toca a los entrañables Yankis descubrir sus propias flaquezas.

 

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